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COLOMBINA PARRA - Otro tipo de música

Aquí puedes leer online COLOMBINA PARRA - Otro tipo de música texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2022, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial Chile, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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COLOMBINA PARRA Otro tipo de música
  • Libro:
    Otro tipo de música
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial Chile
  • Genre:
  • Año:
    2022
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Otro tipo de música: resumen, descripción y anotación

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En su debut como escritora, Colombina Parra utiliza los mecanismos de la memoria para llevar a cabo, en este sorpresivo conjunto de relatos y recuerdos, una exploración interna que va desde los recuerdos de infancia y adolescencia hasta una adultez repleta de momentos cómicos, desoladores e incluso insospechados, que han llevado a la autora hacia una comprensión budista de la existencia.


Otro tipo de música evoca la vida familiar —mediante la añoranza, la rabia y la felicidad— e íntima de la autora, parte de esta valiosa constelación artística conocida como «Familia Parra», y ofrece, mediante breves historias y aforismos, una introducción divertida y original a la contemplación de lo que nos ocurre cada día.

«Tengo mis dudas sobre lo que escribo, sobre el real interés en lo que busco. Antes quise que mis canciones no las escuchara nadie. Algo de voyerismo tiene todo esto. Tú mismo ahora estás mirando por un agujero cómo me desnudo. Crees que lo voy a hacer por completo. En verdad lo estoy haciendo».

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Índice No se consigue nunca hablar de lo que se ama ROLAND BARTHES - photo 1

Índice

No se consigue nunca hablar de lo que se ama.

ROLAND BARTHES

RECORDÁNDOTE

Hoy fui a comprar y en la calle vi caminando a un señor de muchos años. Caminaba solo y con un bastón que usaba decorativamente más que por necesidad.

Lo miré un rato y caminé detrás de él. Me recordó a mi padre y entonces no me resistí y me acerqué a él y le pregunté a quemarropa «¿cuántos años tiene usted?».

Mientras le preguntaba me sentí una impertinente. Él paró de caminar, me miró y con un gesto de «qué es esto si estamos en pandemia. Nadie le debe hablar a nadie».

Me miró impactado por estar atreviéndome a hablarle con mascarilla. Me miró de nuevo y aceptó la pregunta y me dijo: qué edad me echa usted.Y pude ver una semisonrisa en sus ojos. Me dijo: «écheme cuántos tengo». Le dije: «ochenta y cinco». Me tiré al vacío. Me dijo: «tengo noventa y tres». Le dije «mi papá llegó a los ciento tres. Me dijo: «¿y está vivo?», con cara de contento.

No, se murió.

No supe cómo decirle que había sido hace ya tres años y no por coronavirus. Porque cuando le dije «murió» mostró una cara de «no me gustó el cuento».

Después, para salir yo de la incomodidad que a lo mejor le había producido, le dije «lo felicito. Usted está muy bien». Me miró con una cara de plenitud.Yo quería quedarme conversando, pero éramos dos desconocidos en una calle con mascarillas.

TIPOS DE LIBERTAD

La encuentro demasiado inteligente. Demasiado linda. Demasiado todo.

Por mi parte, entre la loza y los paños de cocina, con las manos agrietadas, huelo a cloro, a polvo y a sábanas usadas, pero cuando miro el mar y las flores de colores me siento libre, como cuando piensas que eres grande y tomas el bus sintiéndote al fin con cierta independencia.

EN LA CÁRCEL

Ayer llegué con olor a cárcel. Vi una camilla que venía por un túnel con un acuchillado.Vi a los travestis sexys que se pasean con sus faldas cortas entre los presos.Vi a un niño encerrado en una celda de castigo meando contra la muralla.Vi a los gendarmes cargando esposas brillantes.Vi detrás de las rejas miles de palomas que venían a comer.

GUITARRAS SONANDO

Cuando la casa se llenaba de guitarras quería decir que habían llegado los tíos. Dele que dele las guitarras sonando. «Chao, papá. Nos vamos al colegio.» «¿Para dónde va usted, Colombinita?» «Al colegio.» «No, no, no, no, no. ¿Al colegio? ¡Pero si este es el verdadero colegio! Déjese de pamplinas: este es el colegio.»

TIPOS DE APLAUSOS

Hay aplausos cálidos, otros sin ganas y algunos medio forzados. Pero hasta ahora nunca había escuchado un aplauso asustado, un aplauso ilusorio de esperanza frustrada. Como que emociona y al mismo tiempo choca. No sabes si es espontáneo o triste.

Un aplauso que tiene hora definida.

Un aplauso neurótico lleno de desafíos.

Un aplauso raro, un aplauso mentiroso que nos une y que nos recuerda nuestra reclusa separación.

Un aplauso que tacha la diferencia entre el vacío y el negro y que ensordece el alma que escucha la nada. Respiro y escucho piedras en mi garganta, y toso un poco para disimular mi propio miedo.

Después se me olvida y me tomo la leche con chocolate caliente y vivo el momento y miro por la ventana cómo se mueve una nube.

En cuarentena

UN DISCURSO ABSURDO SOBRE EL FUNCIONAMIENTO DE LOS CELULARES

Ayer un amigo me ofreció hacer vinilos de mi banda punk. Me preguntó por el máster original, para mandar a hacer las copias. Hice memoria y recordé a todos los tipos mafiosos que me tuve que tragar en esa época cuando era una niña llena de rabia y bueno, no sé cómo fui a parar en manos de esa industria que le llaman, con estos tipos que creían hacerse ricos publicando estas bandas llenas de resentimiento. Me armé de valor y llamé a uno de ellos.

—¿Aló?

—Sí, sí. ¿Aló? ¿Quién habla? —me dijo con el tono argentino que yo ya había olvidado. Un tono de «Aló, aló, sho no pierdo mi tiempo. Por favor identifíquese».

Su voz me produjo de inmediato una automatización de todos mis intestinos al punto de sentir que no iba a poder hablar media palabra.

—¿Hablo con Sachavedra? —le dije con voz entrecortada y cierto acento argentino.

—Sí, sí —me dijo con un tono fuerte, pero semitembloroso.

—Soy Colombina —le dije con un tono argentino burlesco.

—¡Colombina! —me dijo, y con ese «Colombina» me decía tantas cosas. Me decía: «No me hice rico con vos».

Me decía: «Qué te trae por aquí, si nunca fuiste una superventas». Me decía: «Cuál es la deuda mía contigo».

—Es que estoy en Buenos Aires y mi teléfono no sé qué, no sé cuánto —replicó. Un discurso absurdo sobre el funcionamiento de los celulares. Medio minuto en eso para tratar de disuadirme y que yo le dijera: «Te llamo en otro momento». Quise hacerlo sufrir un poco más y que se mamara la llamada y extender su incomodidad. Cuando ya sentí que lo había molestado bastante, le dije que quería publicar el disco en vinilo.

—Hablá con Sony —me dijo–. Ellos a veces llegan a un acuerdo con los artistas para eso.

—¿Crees que me puedan pasar el máster? —le dije.

—Bueno, sí. Tenés que pagarles a ellos los derechos y claro, podés llegar a un acuerdo pagando los respectivos royalties.

—Ah, ok. Comprarles...

—Sí, sí, sho te mando su contacto.

—Bueno, sha, chao.

Corté el teléfono y me sentí la misma tontita que alguna vez me sentí cuando este mismo tipo me decía: «Cambiá el coro. No repitás la melodía esa tantas veces».

Aquí estaba, humillada una vez más por un tipo que no tenía nada que ver conmigo ni con mi música.

Caminé un rato pensando en nada.Vi cómo gente barría las hojas que caían de los árboles. Por qué las barren, me pregunté, si son tan lindas. Imaginé una alfombra de hojas secas en el pasto que circundaba los edificios y entonces comprendí que no era solo el tipo del sello el equivocado. Los barredores de hojas también lo estaban. Me sentí acompañada por las hojas y me prometí a mí misma que no iba a comprar mi propia música y que, entonces, me tendría que autopiratear. Así que llamé a mi amigo, feliz, para darle la gran noticia de que sí, de que íbamos a publicar discos piratas. No con la mejor calidad de sonido, pero algo de esa rabia que tuvimos la encontraremos en el murmullo de algún casete viejo.

Llamé y llamé, pero no me contestó.

CARMEN BERENGUER

Me imagino contigo caminando en la arena, de noche, pero el frío no estaría bien para ti. Nos imagino aquí, en este rincón, tomando mate y mirando el mar las dos solas, en un silencio anaranjado ante el sol que se pone. Cuando estamos aquí tenemos la misma edad. Quietas, miramos el mismo horizonte.

PALOMAS

Hoy vi a una mujer vestida de negro. Estaba rodeada de verde, de pasto y de árboles aún más verdes. Llevaba una bolsa grande y daba de comer a unas palomas. Volvía a meter la mano a la bolsa y, de nuevo, volvía a sacar un gran puñado de algo que las multiplicaba por cientos.

Había una adrenalina en ella, en esa acción. No lo hacía con tranquilidad ni era una cuestión meditativa: era una cosa más parecida al deber porque, cuando se le acabó lo que llevaba dentro, metió la bolsa a una maleta con ruedas y se fue sin la necesidad siquiera de observarlas un rato.

Yo me quedé mirándolas pelearse el alimento, pero ya no era lo mismo.

EL COJO

Estábamos en el malecón sentados, de noche, luego de pasar por la larga pasarela de mujeres que, en vez de prostitutas, preferiría llamar gacelas o con algún nombre de pájaro silvestre: sinsontes, por ejemplo.

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