Un libro es la victoria.
—PABLO NERUDA (ODA AL LIBRO II)
No sé lo que es escribir con calma. Este libro se logró en medio de interrupciones, viajes, cambios de casa, mudanzas, revisiones de contrato, traducciones, juegos de fútbol, exigencias de tiempo, mis otros trabajos como conductor de televisión, comentarista de radio, columnista de periódico y colaborador de la Internet. En tal sentido, el simple hecho de haberlo terminado es toda una victoria. Por eso la cita de Neruda.
Pero lo que más me duele del libro es el tiempo que le robé a mi hijo Nicolás. Y mi primer agradecimiento va para él. Nicolás tiene tres años y ha revolucionado la casa; sus juguetes, sus nuevas palabras, su energía, su maravilloso asombro ante lo nuevo están revoloteando por cada rincón. Algunas veces Nicolás me acompañó, pacientemente, viendo televisión mientras yo escribía. Quienes dicen que escribir es siempre un oficio solitario, se equivocan. En mi caso, escribí estas memorias con un fondo musical que incluía las canciones de Barney, Plaza Sésamo y los Teletubbies y bajo el asedio de los ojos saltarines de Nicolás esperando el alegre momento en el que apagara la maldita computadora para ponernos a jugar unas luchitas. Nicolás, gracias; aunque todavía no sepas leer. Pero déjame también decirte que me gustó mucho cómo cantabas el abecedario en inglés mientras yo recordaba mis años de niño. Fuíste una tremenda ayuda para ponerme en contacto con ese muchachito que mis tías llamaban “el ejote verde” y que dejé de ser hace mucho tiempo en México.
Mi hija Paola me ha mantenido joven con sus sueños y aventuras, y despierto después de las once de la noche. Sin ti, Paoli, yo sería de otra época.
Lisa, mi esposa, me abrió los espacios que necesitaba para escribir, en mi ya muy restringida y ajetreada agenda familiar. Gracias por entender y perdóname por las constantes distracciones; espero haber capturado en este libro el producto de tantas ausencias mentales. Tu amor y tu alegría han sido el mejor regalo de mi vida.
Este libro es terriblemente injusto con mis hermanos Alejandro, Eduardo, Gerardo, Lourdes y con mis padres, Lourdes y Jorge. Es imposible pensarme sin ellos; pasamos juntos, pegaditos, mis primeros 25 años en México. Son mi brújula vital. Sin embargo, estoy expresando aquí puntos de vistas muy personales sobre nuestra historia compartida. Ellos, seguramente, vivieron las mismas experiencias que describo en este libro de manera distinta. Pero si algo puedo decir es que, gracias a ellos, nunca me he sentido solo en la vida. Esté donde esté.
Patsy Loris—lo repito cada vez que puedo—conoce mi trabajo mejor que nadie. Detecta mis buenos y malos humores a distancia y critica lo que no le gusta con una irresistible sonrisa. Sin ella mi carrera periodística en televisión difícilmente hubiera despegado. Y una buena parte de los eventos noticiosos y entrevistas que aquí describo los viví con ella o gracias a su invaluable colaboración. Pero es, antes que nada, mi amiga.
Univision ha sido una empresa extraordinariamente generosa conmigo. Laboralmente soy como los antiguos empleados japoneses que trabajaban en la misma empresa durante toda la vida. Desde 1984 estoy con Univision y sigo contando. Univision compró mi boleto para ser testigo de la historia y luego me prestó el escenario para contar lo que vi. Su apoyo a mi trabajo y comprensión de mis muchas inquietudes periodísticas no tiene precio. Gracias en particular a Jerry Perenchio, Ray Rodríguez, Frank Pirozzi y Alina Falcón.
Tony Hernández y Gustavo Pombo, de Latino Broadcasting Company (LBC), me han mostrado una maravillosa generosidad para explorar en la radio varios de los temas que toco en este libro. Mi voz, mi verdadera voz, se escuchó primero en la radio gracias a Tony y a Gustavo.
Rosaura Rodríguez me empujó a escribir mi primer libro y desde el día que nos conocimos nunca me ha perdido la pista. Leyó, junto con Patsy, el primer sablazo de este libro. Sabe escuchar como una maga y es una librepensadora incorregible. Sus observaciones, como dardos, me han mantenido honesto conmigo mismo.
Gloria Meckel y Benjamín Beckhart, mis amigos de la infancia, quizás se sorprendan de esta mención en los agradecimientos. ¿Y yo qué tuve que ver con este libro? Se preguntarán. Mucho, yo diría. Desde la escuela secundaria hemos llevado vidas paralelas y ambos son mis confesores. Me ayudan a corregir el rumbo cuando ando volando bajo y, como buenos controladores de vuelo, siempre están ahí en los momentos más críticos. Por ellos, como si fueran mis hermanos, no me siento solo. Muchas de las historias que aquí cuento pasaron, hace mucho tiempo, por sus oídos.
Kela Terán ha sido, desde que la conocí en un campamento de verano en Cuernavaca, México, el mejor ejemplo que he tenido de lo que son ganas de vivir. A veces llegué a sospechar que el mundo, sin su energía, se pararía. Ninguna enfermedad la ha podido detener y su fe, enorme, sólida, es aún incomprensible para mí. Gracias por los empujones Kelita.
Bill Adler, mi agente, me envió una carta—anzuelo llena de posibilidades. No me conocía pero quería hacerlo. Esa carta, a la larga, se convertiría en un trampolín para saltar del español a mis primeros dos libros en inglés.
Rene Alegria, de HarperCollins, atrapó como de rayo la noción de mostrarle al resto de América qué es lo que hace y piensa un periodista inmigrante o un inmigrante periodista. Y en esta nueva aventura editorial me ha dirigido suave pero firmemente. Cuando le entregué el primer bosquejo del libro, me lo regresó con cientos de observaciones y una advertencia: ahora sí escribe todo lo que estás escondiendo. Gracias a su intuición, análisis casi psicoanalítico y buen ojo, descubrí cosas sobre mí que antes apenas sospechaba. Rene abrió las puertas que yo quería dejar cerradas.
Dennis Farney nunca tendrá idea de lo que su artículo en el Wall Street Journal significó para darme a conocer en Estados Unidos. Sin exagerar, gracias a él es que estoy escribiendo este libro.
Mis conversaciones—intensísimas y suaves a la vez—con Teresa Rioné salpicaron desde un principio lo que aquí escribo. A ella le conté este libro antes de poner en papel la primera palabra y, como si me conociera de toda la vida, me abrió el camino a sentimientos que ni siquiera sabía que existían. En estas páginas flotan sus presencias y sus ausencias; unas tiernas, otras muy duras. Todas esenciales para mí.
Por último, el capítulo sobre Afganistán está dedicado a la memoria de Johanne Sutton, Pierre Billaud, Volker Handloik, Harry Burton, Maria Grazia Cutuli, Julio Fuentes, Aziz Haidari y Ulf Stromberg, los periodistas que murieron durante la guerra, a fines del año 2001.
JORGE RAMOS ha sido el presentador del Noticiero Univision desde 1986. Ha ganado siete Emmys y el premio Maria Moors Cabot por excelencia en periodismo otorgado por la Universidad de Columbia. Ramos ha sido invitado a varios programas de televisión como Nightline de ABC, Today de NBC, Talk Back Live de CNN y The O’Reilly Factor de FOX News, entre otros.
Australia
HarperCollins Publishers (Australia) Pty. Ltd.
Level 13, 201 Elizabeth Street
Sydney, NSW 2000, Australia
http://www.harpercollins.com.au
Canada
HarperCollins Canada
2 Bloor Street East - 20th Floor
Toronto, ON, M4W, 1A8, Canada
http://www.harpercollins.ca
New Zealand
HarperCollins Publishers (New Zealand) Limited
P.O. Box 1
Auckland, New Zealand
http://www.harpercollins.co.nz
United Kingdom
HarperCollins Publishers Ltd.