Siempre escuchaba de mis mayores que en la vida debíamos cumplir tres premisas, plantar un árbol, criar un hijo y escribir un libro.
Yo cumplí holgadamente con las dos primeras, faltaba la tercera que, increíblemente fue la que más me costo, no soy escritor, ni sabía como hacerlo.
Tengo un gran respeto y admiración por ellos y no me parecía serio que lo intentara.
Al final me animé a escribir esta obra con lo poco que pude recopilar sin tener certeza que fuese aceptada por algún lector.
Es indudable que habré cometido varios errores, en la sintaxis y la forma de narrar, ya había ocurrido con las premisas anteriores, ¿quién está exento de ellos?.
De todos modos, la idea es, cumplir con la última y, además, dedicarles este testimonio a las personas más cercanas que tanto quiero, y, por qué no, a los “niños” hoy mayores que han pasado por la misma situación.
Comienzo por mi querida y amada esposa “Haydecita” que siempre fue una leal e incondicional compañera. Mis hijos “Marcelito y Andrecito” a quienes adoro con todo el corazón. Mis nietos “July, Prisci y Sebas” que son la luz de mis ojos. Mis dos queridas nueras “Vicky y Nati”, divinas compañeras de mis hijos. “Estela” (la “pochita”), hermana de sangre que me quiso desde siempre. Mis dos hermanos adoptivos “Nilda y Luisito” a quienes les debo mucho haberme aceptado en su hogar junto a “María y Pedro”, sus padres que me recibieron con un cariño inigualable.
A todos ellos, gracias, gracias, muchísimas gracias por tanto amor.
INTRODUCCIÓN
Siempre me hice las preguntas que todos los mortales alguna vez nos hemos hecho: ¿quién creó el mundo, el universo?... ¿qué es la vida?… ¿por qué estamos?... ¿para qué vivimos?… ¿cuál es la razón de existir?… Antes de nacer, ¿permanecíamos en algún otro lugar?… ¿o simplemente no existíamos?… ¿por qué morimos?… y después de morir, ¿a dónde vamos?… ¿seguimos existiendo de alguna otra forma?… ¿o desaparecemos para siempre?…
Desde luego, he leído muchas opiniones al respecto, algunas de origen científico, filosófico y otras de origen teológico, pero ninguna ha sido tan convincente para mí.
¿A qué vienen estos interrogantes? —Precisamente a relacionarlos con la historia de esta biografía personal, la que iré desarrollando en cada etapa y ver si, de alguna manera, puedo encontrar ahí la respuesta a ellos, los que en varias ocasiones y por distintos motivos los repetía frecuentemente.
Todos tenemos grandes recuerdos de nuestra infancia, pero nadie, que yo sepa, rememora el momento justo de su nacimiento, ni siquiera de su primer año de vida.
Con mucho esfuerzo algunos comienzan a recordar experiencias vividas a partir de los dos años de edad, tal vez existan bebés genios que sí puedan hacerlo antes de ese tiempo, pero son la excepción.
Sin embargo, a lo largo de varios años, percibí haber estado presente en algún lugar un tiempo antes de cumplir los dos años de edad.
En mi memoria surgía una y otra vez el recuerdo de estar sentado junto al cordón de una vereda, en un lugar determinado, que no podía precisar, y a mis espaldas existían varias casas entre las cuales, supongo, estaba la mía
¿Y por qué destaco este hecho?, en un momento dado, un coche negro que se desplazaba por la calle se arrimó al cordón en dirección hacia mí, para estacionar unos metros antes de donde me encontraba yo sentado.
En aquella época, año 1941, todos los coches conocidos, marca Ford, o Chevrolet, eran de color negro y sólo lo tenían personas con mucho dinero porque naturalmente recién comenzaban a fabricarse, eran importados, muy caros y no estaban al alcance de cualquiera.
Claro, hay que pensar que yo tenía 1 año y medio aproximadamente, pero no más de dos, por supuesto a esa edad ya sabía caminar bastante.
¡Qué miedo y susto me pegué al ver acercarse esa cosa negra sobre mí!…
Así lo interpretaba yo, me levanté del cordón como un resorte y corrí presuroso a buscar refugio contra la pared de la casa que tenía detrás de mí, estuve un rato ahí petrificado y respirando profundamente sin entender absolutamente nada de lo que había pasado.
Pensé que me quería llevar “puesto” —defensa propia—, ya tenía “instinto de supervivencia”.
Eso me marcó para siempre porque era la pregunta de rigor que me hacía permanentemente, ¿dónde había ocurrido ese hecho a tan temprana edad?…
Mucho tiempo después encuentro la explicación, que no voy a adelantar ahora porque está en la narrativa de la etapa “Juventud”.
Tengo que aclarar que la “terminología” que voy a emplear en el relato, va a ser la auténtica, la que utilizábamos todos los internados e incluso algunos superiores en ese momento, para no desvirtuar su esencia, por ello pido mil disculpas a los lectores si les resulta soez, grosero.
El lenguaje común entre los chicos internados era ese y yo no podía ser la excepción.
1) MI INFANCIA
EL ASILO LASALAS Y RIGLOS - MORENO
MIS COMIENZOS
Yo diría que mi vida real comienza a partir de los recuerdos que tengo de diversos sucesos y en forma sostenida, desde los dos años de edad, en ese entonces corría el año 1942, pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, a partir de ahí puedo narrar con muchos detalles cada momento de mi vida, no los voy a precisar a todos porque esto se haría demasiado extenso.
Estaba sentado en una camilla de una enfermería llorando como un marrano mientras una enfermera que me atendía gritaba:
—¡Callate, guacho de mierda, o te voy a poner un trapo en la jeta!…
Desde luego, yo todavía no sabía hablar muy bien, pero entendí perfectamente lo que decía, su asquerosa mirada lo expresaba todo. Le clavé mis ojos llenos de lágrimas de manera furibunda como queriendo retrucarle:
—¿Por qué no te vas al carajo?...
Esos términos yo aún no los conocía, pero esa era mi intención.
¿Qué había ocurrido?…
Luego me enteré que en el muslo superior de la pierna izquierda tenía un flemón que se estaba infectando por la enorme cantidad de tierra acumulada de tanto arrastrarme por todo el piso sucio.
Y veía cómo esta “desgraciada” me apretaba para sacar todo el pus que se había juntado, después agregaba agua oxigenada, tintura de iodo y crema cicatrizante, finalmente una gasa y venda alrededor de la pierna superior. Hoy todavía tengo la cicatriz y cuando la miro me recuerda ese momento.
Desde luego, las celadoras me llevaron varios días a la enfermería para curarme hasta que finalmente lo lograron.
Dos años de edad – Riglos - 1941
Desde chico fui muy travieso, como todos los de esa edad, me encontraba acompañado por otros compañeritos pequeños como yo, de dos a cuatro años a lo sumo, jugábamos a cualquier cosa, nos agarrábamos, nos peleábamos y muchas veces recibíamos cachetadas de las celadoras que nos decían:
—¡Portate bien, desgraciado!...
Curiosamente, por alguna razón, yo no extrañaba a mi mamá ni a mi papá, porque en realidad no tenía ni noción de dónde estaba. Es como si mi conciencia o mi mente tomaran como natural esa situación.
LA MÁQUINA DE VAPOR
Cuando tenía tres años, en las vacaciones de ese verano, junto con otros diez o quince chicos, muy tempranito, nos subieron a un colectivo de esa época, que era pequeño, más parecido a una combi de ahora y después de un largo recorrido nos encontramos en la estación Constitución.
Por supuesto, voy a adelantar algunos detalles, de los cuales me enteré mucho tiempo después, para que el lector pueda ubicarse en el tiempo y espacio del que estoy narrando.
Había estado internado en la Casa Expósitos, que supongo, era la antigua Casa Cuna, y dependía de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, desde ahí fuí trasladado al Instituto de Asistencia Infantil Mercedes de Lasalas y Riglos, más conocido como “El Asilo”, ubicado en la localidad de Moreno, provincia de Buenos Aires.