AGRADECIMIENTOS
Sin mi amigo el abogado, músico y en breve también novelista George Hedges, este libro no existiría. Gracias también a Christy Hedges.
John Kopf es una de las razones fundamentales por las que este libro llegó a la imprenta. John, durante muchos años fui un amigo que brilló por su ausencia y aun así me apoyaste en un momento especialmente delicado. Gracias por tus muchas ideas, por no hablar de tu diplomacia a la hora de entregar una citación judicial. Gracias también a Joni y Loretta Alice Kopf.
Charlie Beesley ha sido una figura importante en la vida de muchas personas —concretamente en la mía—, y siempre de manera desinteresada. Revisó el manuscrito miles de veces, aportó innumerables mejoras y, de paso, sacó lo mejor de mí, por lo que considero este libro tan mío como suyo. Por cierto, Charlie, el mono ya no está, pero Darin ahí sigue.
El corrector Bruce Tracy entró a formar parte de esta historia a última hora (es decir, a la primera última hora) y salvó el proyecto de la catástrofe al dotar de sentido a un manuscrito de más de mil páginas manteniendo intactas sus peculiaridades. Bruce dio la cara por Shakey, durante años. Ann Godoff, gracias por publicar este libro. Diana Frost: mi más sincero (aunque desabrido) agradecimiento. Es una broma privada.
Bill Bentley, jefe de prensa de Warner Bros./Reprise Records, fue el primero en ponerme en contacto con Neil Young y creyó en este proyecto cuando todo el mundo se reía de mí en mis narices. Es una rara avis en una compañía discográfica: un apasionado de la música y de sus artífices. Te lo debo todo, Bill.
Quisiera dar las gracias en especial a tres tíos que son de lo mejor del mundo: los ya desaparecidos David Briggs y Jack Nitzsche, y Frank «Poncho» Sampedro.
Joel Bernstein hizo lo indecible por ayudar en este proyecto, sin dejar de serle fiel a su jefe ni de protegerlo (por no hablar ya de sus archivos). Es una lástima que no pudiera revisar el manuscrito antes de su publicación para señalar posibles errores, pero como cantaba Joe Simon: «It be’s that way sometimes». Esperemos que la edición en 8 CD de los Archivos de Neil Young, obra de Joel, vea la luz algún día. Huelga decir que contaba con la aprobación de David Briggs.
Bruce Van Dalsem consiguió sortear las muchísimas complejidades de la publicación con una destreza digna de un orfebre, y sigo sin saber cómo lo hizo.
Gracias al enorme Henry Gradstein y también a Greg Bodell.
El agente literario Jeff Posternak aguantó hasta el final en esta carrera plagada de obstáculos sin dejar de supervisar cada detalle. Andrew Wylie llevó la batuta con mano de hierro. Un especial agradecimiento a Bridget Love (dondequiera que estés) por su infinita paciencia.
Hace mucho escribí una crónica sobre Gary Stewart, que evolucionó hasta convertirse en una epopeya más larga que la Biblia. Kit Rachlis se fijó en mi talento para la escritura cuando a todos los demás les traía sin cuidado y me enseñó (y mucho) a contar historias. Ningún escritor podría haber contado con un mentor mejor.
Yuval Taylor es un gran corrector que al principio de todo supo desentrañar las ideas que me rondaban por la cabeza. Su ayuda llegó en un momento crucial.
En los últimos años, he tenido la gran suerte de almorzar una vez por semana con Richard Meltzer. Estábamos en una hamburguesería pésima una tarde brumosa cuando Richard señaló una de las transcripciones de mis entrevistas y me hizo una sugerencia que cambiaría por completo el enfoque de mis dos últimos libros. Los inútiles que no dan para más le cuelgan la etiqueta de periodista musical, pero su talento va muchísimo más allá. Richard no hace concesiones y está muy por encima de cualquiera de sus coetáneos. Algún día se le reconocerá por lo que es: un auténtico fuera de serie.
Mi más sincero agradecimiento a Allison Brown, dondequiera que estés, por ponerme «A Man Needs a Maid» hace muchos años.
He contado con la ayuda desinteresada de muchísima gente del entorno de Neil Young. Hay quien ha preferido permanecer en el anonimato y quien ha hablado sin tapujos. Los entrevistados aparecen citados en el apartado «Fuentes». Quisiera dar las gracias en particular a: Zeke Young, Sandy Mazzeo, Ralph Molina, Billy Talbot, Ken Viola, Brian Stone y Charlie Green. Un agradecimiento personal a Dave McFarlin: es todo culpa tuya. Un agradecimiento especial a Leo Trombetta por todas sus ideas y por hacerme reír constantemente.
Gracias a los archivistas: Pete Long me ayudó con muchas consultas de última hora cuando yo ya era presa del pánico. Su obra Ghosts on the Road: Neil Young in Concert sigue siendo insuperable. Gracias igualmente a: Scott Oxman, Jef Michael Piehler, Bill Wilner, Neil Skok, David Koepp, Steve Espinola, Mike Thomas, Nathan Wirth, Steve Virone, Kristopher J. Sproul y Frank Zychowitz. Un agradecimiento especial a Dave Zimmer y al magnífico videoarchivista David Peck de Reelin’ in the Years Productions. A Colleen Jean Matan, por su amistad y su apoyo. Colleen, NPFH sí que significa algo.
Janet Wygal (alias la «Wygalator») y su equipo de correctores realizaron una excelente labor de pulido de un manuscrito que era una auténtica calamidad (un especial agradecimiento a Beth Thomas «la mal hablada»). También quisiera dar las gracias a Daniel Rembert por el magnífico diseño de la cubierta, y a Katie Zug, que se ocupó de manera encomiable de todos los detalles de producción y de hacer las averiguaciones relativas a los derechos de las fotografías.
Mi hermano, John McDonough, me fue de gran ayuda cuando más lo necesitaba. Quiero expresar mi agradecimiento a: Janet, Nancy, Megan y Kate McDonough; Mary Jo, Robert, Andy, Emilee y (el futuro) Lee Berner; y a Chris y Kelly Richards. Creo que mi entereza se la debo en gran parte a mi padre, Joe McDonough. Papá, ¡qué lástima que ya no puedas ver esto!
Gracias a todos los que siempre habéis estado ahí de un modo u otro: Elizabeth Main, Bruce Kitzmeyer, Eliza Paley, Craig Leibner, Krissy Boden, Leo Trombetta, Dale Lawrence, Sally Mayrose, Sarah Heldman, Kat Heldman, Joy Heldman, Nicki Laurin y, en particular, a mi ángel de la guarda, Neva Friedenn. Un agradecimiento muy especial a Bettina Briggs. Y, como siempre, a los incomparables Lux e Ivy.
Gracias también a: Wendy Swanson, Rudolph Grey, Kathy Kerr, Arvella Kinkaid, Dave Dunton, Jaan Uhelszki, Jonny Whiteside, Karen Schneider, Bill Rhodes, Jerry Morris, Kim Morgan, Amy Salit, Gregg Turkington, Link y Olive Wray, Jimmy Vapor, Maria Wirtanen, Gary Kincade, Barb Dehgan, Anna Hinterkopf, Isaac el camarero, Isaako Si’uleo, Jill Nees, Mark Linn y Christy Canyon. En Australia, gracias a: Kate, Carl, Sean y Debbie Wisdom; Bill, Eleanor y Graham Bowen; Kerry y Rita Wisdom; y al máximo experto cinéfilo Sam McBride. Mi agradecimiento a las familias Waser y Roberts, en particular a Lorraine y Ray Waser, leñador, granjero y buen amigo como hay pocos. Gracias, Stan Pachter, por todo, básicamente. Peluquería: Jerry Ripley, de Tonsorial Parlor. Eliza Wimberly, punto. In dreams.
En los años de gestación de este proyecto, Kent y Nancy Beyda no solo me aguantaron, también me dieron cobijo y alimento. Yo, entretanto, les desbaraté la vida y no sé cómo lo aguantaron, pero el caso es que siempre se volcaron en mí al máximo. Su hija, Emily, me arrancaba una sonrisa constantemente, incluso en los peores momentos. Emily, tus padres son auténticos mecenas de las Artes.
Un agradecimiento muy especial a la Magnífica Lucy Fur y a su fan de Shakey preferido, Mike «Mad Dog» Merrigan.
A Natalia Wisdom le ha tocado soportar unas cuantas pesadillas hippies en la última década larga. Contra todo pronóstico, consiguió que siguiéramos —yo y mis disparatados sueños— con vida. Natalia, soy consciente de lo mucho que has tenido que sacrificar para que pudiera llevar a buen puerto lo que me propuse en un principio. Ahora es el momento de hacer realidad alguno de tus sueños.