Luisa R. López Madueño - Stella: El camino del alma

S tella decidió festejar sus 40 años con otro retiro, de esos que tanto le gustaba hacer a su alma. Quería celebrar con uno de esos viajes que le llenaban todo el pecho de luz y que hacían su alma titilar desde sus más profundos adentros.

Amaba que el Año Nuevo fuera tan próximo a su cumpleaños, siempre celebraba en algún lugar especial, y esta vez consideraba que no podía dejar de festejar a lo grande, ya que veía este festejo como la mitad de su vida.

Hacía tiempo que un lugar le llamaba la atención a pesar de que los destinos fríos no eran sus favoritos. Se trataba de Finlandia, no sólo porque uno de sus parques nacionales, el Urho Kekkonen, es emblemático para los fineses y lo han denominado el hogar del Padre de la Navidad, sino también porque era uno de los mejores lugares para ver las estrellas y las auroras boreales.

Era más fuerte el llamado a retirarse y conectarse con el universo que los ­20 grados centígrados que amenazaban con arrancarle el pellejo.

Sus seres queridos ya no cuestionaban sus retiros espirituales y viajes en soledad, sabían bien que eran parte de sus más grandes pasiones, sin mencionar que cada que regresaba traía más aprendizajes a cuestas que siempre compartía con los demás.

Tan pronto como pasó la Navidad con sus seres queridos, voló un largo trayecto hasta el aeropuerto de Ivalo, en Finlandia, eligió hacer un tour por toda la región de la Laponia finesa, donde son famosos los espectáculos boreales. Stella presentía que encontraría algo en aquel hermoso lugar. Sin embargo, decidió que antes de llegar al hotel que se había reservado, daría un paseo por los alrededores dejando esa cereza del pastel para lo último del viaje. A pesar del intenso frío, la felicidad que brotaba de su corazón era más grande conforme se acercaba su estadía en un hotel muy peculiar, donde esperaba festejar, bajo las estrellas, su cumpleaños como otra vuelta a la gran estrella del señor Sol.

El recibimiento de los fineses era particularmente amable; aunque el ambiente era frío, sus corazones eran cálidos. Se sentía engalanada por lo exquisito de todo lo que le ofrecían. Se divirtió como niña en los recorridos que los hermosos perros husky le daban en trineo. No le hacía falta nada, se abrazaba a sí misma en la más absoluta plenitud y disfrute de su retiro a las estrellas. Y también, de vez en cuando, se le venía a la mente Manolo y lo mucho que le gustaría haber compartido con él esos maravillosos paisajes. Pero era inicio de año y él había lamentado mucho no poder encontrarse con ella por un proyecto especial que lo tenía ocupado.

Nada impidió su plenitud, Stella hizo recorridos por el hermoso parque nacional Urho Kekkonen. El contacto absoluto con la naturaleza la envolvía en las más intensas meditaciones, lo que la reconectaba con su alma.