Abraham Jorge Chinea - Adiós, amor
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- Libro:Adiós, amor
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2010
- Índice:3 / 5
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Adiós, amor: resumen, descripción y anotación
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Adiós, amor — leer online gratis el libro completo
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La riqueza de un hombre no se mide por el dinero que posee sino por los amigos que le acompañan en su camino. Es por eso que aquella manida frase dice que los amigos son un tesoro, y yo me siento afortunado por tenerlos a ellos.
Cuando las circunstancias no eran las mejores, su apoyo y sus consejos han estado ahí siempre que los he necesitado. También es cierto que son los más severos conmigo y mis circunstancias, y es esa sinceridad la que hace que los aprecie tanto. Además, los acontecimientos en su vida me han servido de excusa a la hora de ofrecerles algún que otro consejo.
Cada vez que escribía, borraba o modificaba algo de esta guía han estado dispuestos a servir de correctores y, en ocasiones, incluso censores, todo ello gratuitamente a pesar de ser un trabajo tedioso. Nombro especialmente a mis amigas, que han evaluado esta guía desde el otro punto de vista y han sido las más críticas con ella, como es obvio.
La familia, ese pilar inamovible que nos sostiene en momentos de incertidumbre. Afortunadamente cuando todo lo demás falla ellos siempre están ahí. También he recibido ayuda por su parte cuando he requerido un empujón en momentos críticos.
Además, me han ofrecido su visión particular sobre esta guía, aconsejándome para añadir, quitar o modificar. Mi madre, más moderada, y mi hermana, más incisiva, cada una a su manera, pero siendo una colaboración igualmente productiva.
Por todo esto y mucho más, tanto a mi familia como a mis amigos, les agradezco el esfuerzo recíproco de tener que soportarnos mutuamente.
En cuanto a las mujeres que han pasado por mi vida y que han sido importantes para mí en algún momento, sería una auténtica estupidez el agradecerles que me hayan obligado a soportar molestas situaciones o que me hayan hecho sentir fatal en otras tantas ocasiones. Simplemente tomo todos estos hechos como un producto de la causalidad, que no casualidad.
Sin embargo, de ellas he aprendido muchas cosas, de los buenos momentos que me han brindado y, en especial para la realización de esta guía, de los malos. Al fin y al cabo son parte de mi inspiración y no hay que negar su colaboración.
Además, me han servido para experimentar con ellas a pesar de no contar con su consentimiento. Bueno, al menos las rupturas me han servido para algo provechoso, ¿no?
ABRAHAM JORGE CHINEA (San Cristóbal de La Laguna, España, 1984). Individuo de pensamientos inquietos que orbitan la Fisioterapia, la música, la escritura, la fotografía, la ciencia, la tecnología, la metafísica… Jorge es apellido.
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Manuel y Penélope fueron amigos durante muchos años en el colegio, compañeros de clase sin mayor trascendencia. Bueno, ella poseía dos grandes cualidades que a él le parecían interesantes, pero nunca llegó a algo más que mirar y no tocar.
Un día, en la celebración del cumpleaños de una amiga común de su clase, se reunió un buen grupo de chicos y chicas para ir al cine y luego tomar algo, pero tenían que volver temprano a casa porque sólo tenían trece o catorce años, no fuese que sus padres les castigasen por llegar tarde.
Manuel no sabía que Penélope vivía tan cerca de su casa, a un par de calles de distancia, así que la acompañó como buen caballero hasta la puerta de su edificio. Por aquel entonces no tenía costumbre de saludarse ni despedirse con los compañeros de clase con besos, pero aquella era una ocasión excepcional así que, cuando fue momento de decir adiós, mientras se reducía la distancia entre ellos, casualmente la boca de Penélope contactó con la de Manuel.
No era esa su intención, él sólo pretendía darle un beso en la mejilla y había sido ella la que había girado su cara en el momento preciso. Fue un beso por sorpresa y Manuel pensó que ya que había sucedido pues quedaría muy descortés hacer más preguntas al respecto.
Debido a este extraño suceso ambos supusieron que era una declaración tácita de intenciones, así que decidieron que aquello era el inicio de una relación de novios. Pasaron las semanas y los meses y poco a poco Manuel fue aprendiendo los misterios de las féminas de mano de Penélope, su primera novia, algo más experimentada que él en esos menesteres puesto que, en el caso de ella, él no era su primer novio.
Ella hacía las veces de profesora particular y le decía cómo tenía que colocar la boca, qué hacer con su lengua o si debía tener cuidado con los dientes. Practicaban juntos la técnica para desabrochar su sujetador con sólo dos dedos y le enseñaba qué zonas de su cuerpo eran especialmente sensibles. A él le encantaba porque él, por su parte, dejaba que ella hiciera lo que quisiera.
A decir verdad, era una profesora particular muy buena en la teoría y muy capacitada en la práctica. Nada podría hacer pensar que la tormenta perfecta se estaba formando sobre su cabeza.
Un buen día, uno de los mejores amigos de Manuel, Gabriel, le dijo algo que le desconcertó profundamente. Penélope había estado flirteando con él y le había propuesto algo más que palabras pero, como buen amigo, Gabriel se había negado y se veía en la obligación de informarle. Desde aquel entonces siempre le agradecería a su amigo que le comunicase esta noticia.
Manuel siempre tuvo facilidad para analizar problemas, era muy bueno en Matemáticas, así que la solución se materializó rápidamente ante él. Al día siguiente fue a hablar con Penélope, le contó lo sucedido, ella lloró porque le había salido mal la jugada y su relación acabó, como era de esperar.
El único problema es que eran compañeros de clase y todavía quedaban unos cuantos cursos por delante hasta que dejaran el colegio y se marchase cada uno a un instituto distinto. Por parte de Manuel no existía ningún problema, él tenía bastante claro la clase de chica que era Penélope, pero ella no sabía lo que le venía encima.
Manuel, además de tener facilidad para resolver problemas, también era simpático y ocurrente, algo así como un cómico pero con toque intelectual. Cegado por el rencor que sentía, hacía comentarios hacia Penélope cada vez que le llegaba la inspiración, lo cual solía ocurrir muy a menudo. Clase tras clase, día tras día, mes tras mes, soltaba chistes acerca de la que antiguamente fuese su novia. Ella tenía que soportar los comentarios, además de las risas de sus compañeros de clase y algún que otro profesor.
Al final lo que era una venganza se convirtió en una costumbre que duró bastante tiempo hasta que Manuel perdió el interés y se olvidó. Aún así, todavía faltaban unos años para dejar el colegio. Pasó el tiempo, terminó su etapa escolar y cada uno tomó rumbos distintos.
Años después, con aquel rencor ya olvidado, un día coincidieron casualmente en la calle y se saludaron sin ningún tipo de resentimiento. Él pudo comprobar que las cualidades que ella poseía en aquellos años escolares no habían desaparecido sino que habían aumentado incluso más.
Pasaron un rato con la típica conversación que mantienes con alguien que hace mucho tiempo que no ves, salieron a flote los tiempos del colegio y con ellos la situación que se había propiciado después de su ruptura.
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