Andrés Corson
¿Cómo conqquistar el corazón de Dios?
Algo especial tuvo que haber hecho Job para conquistar el corazón de Dios a tal punto que el Señor le dijera al enemigo:
«¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal?» (Job 1.8).
Dios tiene emociones y siente dolor, pero también siente placer y a nosotros se nos ha dado el privilegio de tocar su corazón. Pero lo mejor de todo es que Dios es quien toma la iniciativa de buscarnos y conquistar nuestro corazón. Jeremías dijo:
«¡Me sedujiste, SEÑOR , y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste» (Jeremías 20.7).
Saber que yo podía conquistar el corazón de Dios y gozar de su favor se convirtió en uno de los propósitos de mi vida. Pero no solo yo quiero conquistarlo anhelo que también mi casa, nuestra iglesia y nuestra nación pueda conquistar su corazón.
David también conquistó el corazón de Dios y gracias a él, Dios hizo del monte de Sión el lugar de su morada.
«El SEÑOR ha escogido a Sión; su deseo es hacer de este monte su morada: “Éste será para siempre mi lugar de reposo; aquí pondré mi trono, porque así lo deseo”»
(Salmos 132.13–14).
Creo que cuando los cristianos nos reunimos a adorar, Dios está en medio de nosotros. Sin embargo, en algunos lugares Él está simplemente porque «le toca estar» ya que en un versículo prometió que donde estuvieran dos o tres reunidos en su nombre Él estaría en medio de ellos (Mateo 18.20), pero me lo imagino ahí todo aburrido, esperando que se acabe el culto. Sin embargo, hay otros lugares en donde Él realmente quiere estar, lugares donde se siente complacido, deseado y amado, donde siente placer y se siente tan en casa que hasta se quita los zapatos… y descansa. Y eso es lo que yo quiero que sea nuestra iglesia, un lugar en el que Dios quiera estar.
Pero, ¿qué tenemos que hacer para que eso suceda? ¿Qué tenemos que hacer para conquistar el corazón de Dios?
En este libro quiero decir todo lo que hemos aprendido al tratar de conquistar Su corazón y hacer que nuestra vida y nuestra iglesia sea el lugar en donde Dios quiera estar: El lugar de Su presencia.
N unca olvidaré el día en que me di cuenta que Dios tiene emociones, que siente el placer de ser amado, aunque también el dolor de ser rechazado. Fue una mañana común y corriente, pero dentro de los planes de Dios ese era el día en que Él tenía planeado cambiar mi vida para siempre. Hoy reconozco que fue una cita con mi destino porque ese día conocí el corazón de Dios. Tendría unos veinte años de edad y era un muchacho sediento de Dios. Todos los meses teníamos una reunión de oración con los otros pastores de la denominación a la cual yo pertenecía, pero ese día había un invitado especial que nos habló del amor de Dios y lo ilustró con la historia de Oseas. El libro de Oseas es uno de los cuadros más hermosos del amor de Dios porque Oseas tuvo que experimentar en carne propia el dolor que el pueblo de Israel le estaba ocasionando a Dios.
Dios le dijo:
«Ve y toma por esposa una prostituta, y ten con ella hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido por completo. ¡Se ha apartado del SEÑOR!» (Oseas 1.2).
Por eso Oseas fue a los tugurios de la ciudad a buscar a la mujer que llegaría a ser su esposa. Y tomó por esposa a Gómer, una prostituta, una mujer que no merecía ser amada. Pero Oseas, en obediencia a Dios, la sacó de la oscuridad, se la llevó a su casa, la limpió, la amó, le perdonó su pasado, le ofreció un futuro, le dijo que soñara, la embelleció con sus palabras y creyó en ella. Ese es el amor de Dios.
Yo me imagino a Oseas y Gómer soñando con el futuro: la casa que construirían, los hijos que tendrían, los viajes que harían, en fin, todas las cosas que hace una pareja de enamorados. También me imagino a las amigas de la familia criticando a Gómer por su pasado: «¡No sé que le ve Oseas a esa niña! Mire cómo se viste, mostrándolo todo… y escuchen su forma de hablar. Tan lindo que era Oseas, yo soñaba con que él se enamorara de mi sobrina, harían una pareja tan linda. Pero, bueno, ¿qué le vamos a hacer? No sé qué le pasó. Cada uno hace de su vida lo que quiere, el tiempo nos dirá si se equivocó o no».
Fruto de su amor, Gómer dio a luz un hijo a quien llamaron Jezrel. Durante los primeros años fueron una familia feliz… hasta que Gómer empezó a recordar y a añorar sus amores del pasado. El profeta ya no confiaba en su esposa, veía la coquetería con que trataba a los otros hombres. Gómer dio a luz una niña que llamaron Lorrujama porque Oseas no estaba seguro de ser su padre. El Señor le dijo: «Ponle por nombre: “Indigna de compasión”, porque no volveré a compadecerme del reino de Israel, sino que le negaré el perdón» (Oseas 1.6).
Cuando llegó el tercer hijo, a quien llamaron Loami, Oseas estaba convencido de que ese niño no era suyo y el Señor confirmó su sospecha cuando le dijo: «Ponle por nombre: “Pueblo ajeno”, porque ni ustedes son mi pueblo, ni yo soy su Dios» (Oseas 1.9).
Aunque Oseas seguía amando a su esposa, no podía consentir su pecado y la confrontó, esperando que se arrepintiera. Le dijo: «Gómer, yo siempre te he amado, te amé a pesar de tu pasado, te amé cuando nadie creía en ti y aunque me hayas traicionado aún te sigo amando, pero el amor es un compromiso mutuo que exige fidelidad. Por eso quiero que te alejes de tus amantes, quiero ser el único en tu corazón. Si te arrepientes, te voy a perdonar y seguirás siendo mi esposa».
Oseas esperaba arrepentimiento, pero su esposa no estaba dispuesta a dejar su pecado, así que abandonó a sus hijos y a su esposo para ir detrás de sus amantes. Él quería retenerla, pero el verdadero amor brinda libertad. En el libro de Oseas, Dios dice lo siguiente:
«¡Échenle en cara a su madre
que ni ella es mi esposa ni yo su esposo!
¡Que se quite del rostro el maquillaje de prostituta,
y de entre los pechos los adornos de ramera! […]
Su madre es una prostituta;
¡la que los concibió es una sinvergüenza!
Pues dijo: “Quiero ir tras mis amantes,
que me dan mi pan y mi agua,
mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas”»
(Oseas 2.2, 5).
Al igual que Oseas dejó que su esposa se fuera tras sus amantes, Dios también permite que los que no quieren dejar su pecado se vayan detrás de sus pasiones, de sus ídolos y de sus amantes. Pero lo hace para que reconozcan que Él es el único que realmente los ama, que las riquezas provienen de Él y que la verdadera felicidad solo está en Él.
Cuando alguien dice: «Quiero ir tras mis amantes porque son ellos los que me dan felicidad», el Señor dice:
«Por eso le cerraré el paso con espinos;
la encerraré para que no encuentre el camino.
Con ardor perseguirá a sus amantes,
y al no encontrarlos dirá:
“Prefiero volver con mi primer esposo,
porque antes me iba mejor que ahora”.
Ella no ha querido reconocer que soy yo quien le da el grano,
el vino nuevo y el aceite.
Yo le he multiplicado la plata y el oro,
¿y qué hizo con ellos? ¡Falsos dioses!
Por eso, llegado el momento le quitaré mi trigo y mi vino
nuevo.
La dejaré sin la lana y el lino que le di para cubrir su