DÍAZ GONZÁLEZ - SÓLO UNA NOCHE
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- Libro:SÓLO UNA NOCHE
- Autor:
- Editor:SAMSARA
- Genre:
- Año:2016
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SÓLO UNA NOCHE: resumen, descripción y anotación
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Sólo una Noche
SÓLO UNA NOCHE
Viviana Díaz González
SAMSARA
2015
Sólo una noche
Viviana Díaz González
Primera edición, julio 2015.
© Samsara Editorial, 2015.
© Viviana Díaz González, 2015.
Diseño:
© Sergio. A. Santiago Madariaga
maquinahamlet@gmail.com
Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total y
parcial sin autorización de la editorial.
Impreso en México / Printed in Mexico
ISBN 978-970-94-2944-2
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Escribir para mi siempre había sido un entretenimiento, no era un plan de vida, no era un oficio hasta que tuve la conciencia de entender que no era un simple pasatiempo si no que era algo que me llenaba por completo y me di cuenta de que podía hacer de este talento algo más que eso.
Tardé casi veinte años en tomármelo en serio, pero el día en que lo hice, comencé esta aventura que estoy segura durará el resto de mi vida.
Gracias a Dios
por brindarme la claridad mental para materializar tan difícil sueño de años atrás;
por haberme dado la firmeza, constancia y tenacidad persistente para concretar,
y por haberme guiado
con seguridad y confianza en mi misma en el trayecto de este recorrido que apenas comienza.
En todo encuentro erótico
hay un personaje invisible y siempre activo;
La imaginación,
Octavio Paz .
Capítulo 1
Escucho con atención el tono indicador de que el teléfono está llamando.
–¡Hola!
–Hola Allan, perdón que te moleste en el trabajo, pero, quiero pedirte que llegues temprano a la casa, necesitamos hablar sobre mi viaje a Nueva York.
–Amanda, no tengo tiempo; trataré de llegar temprano para que hablemos, ¡pero no te prometo nada! –Exhalo un poco de aire pensando en la obviedad de mi petición, que no la comprendería, pero quise intentarlo.
–Está bien Allan, ¡como quieras!, adiós. Cuelgo el teléfono enfurecida, sin embargo, no me sorprende su “poca disposición”.
Allan Beckett es mi marido desde casi una década, es cirujano plástico y pasa la mayor parte del tiempo en su consultorio, el que logró instalar después de varios años de trabajar como residente en el Centro Médico Pacífico de San Francisco, establecido en la clínica del Pacifico, justo aquí, en Pacific Heights, nuestro maravilloso vecindario.
Allan y yo tenemos un hijo: Alex, de nueve años. Alex y yo formamos una pequeñísima parte de la vida de Allan.
Mi marido es un buen hombre, ambicioso y perseverante, recuerdo la insistencia con la que me buscaba para invitarme a salir, tengo que darle el crédito por conquistarme en tiempo récord. Desde que lo conocí, su físico, sin duda, es motivo de las miradas femeninas, tanto de jovencitas como de señoras (incluyendo la mía). Es dos años más grande que yo, carismático, tiene el pelo castaño obscuro y los ojos marrones.
Recuerdo los primeros años de matrimonio en los que me hacía reír, ¡era muy simpático! Se preocupaba por hacerme feliz. Con el paso del tiempo se convirtió en un médico muy reconocido y empezó a volcar todo su tiempo y atención en su profesión, dejándome, junto con nuestro hijo, a la mitad del camino, aburrida y sin rumbo; sin embargo, consideré que esa era mi vida y que tenía que aceptarla.
No me consideraba infeliz, más bien, creí que era algo común en los matrimonios después de algunos años de casados y que así seguiría.
Mi prima, Eva, fue un parte aguas en ese momento de alegre resignación; su persuasión y entusiasmo me motivaron para que llevara a cabo mis sueños, uno de ellos se concretó como el pequeño pero reconocido y exitoso negocio de mi vida, que pude comenzar gracias a una mayúscula herencia que me dejó mi padre al morir, lo cual me resultó muy extraño, ya que vivíamos de una manera muy discreta y sencilla, con muy pocos lujos... ¡En fin!
“White Sparks Design & Decór” es una empresa especializada en la organización y decoración de eventos tanto comerciales, como personales; decidí llamarla de esa manera por mi apellido, S PARKS , lo que me recordaría constantemente que, además de ser la “Señora Beckett”, tengo mi propia identidad.
El negocio va bien, tengo poco personal y, por supuesto, Eva desempeña un papel importante: es mi mano derecha.
Requiere mucha dedicación. En realidad, es una terapia para mi, el tiempo que le dedico es el mismo que no tengo para dedicarle a mi hijo ya que por mis obligaciones, pasa la mayor parte del día en la escuela o tomando alguna clase por la tarde.
Todo esto me da vueltas en la cabeza mientras pienso en Nueva York.
Prosigo a terminar de guardar algunas pertenencias dentro de la maleta; miro el reloj y me doy cuenta que son las cinco treinta, tengo que recoger a Alex en treinta minutos, aún tengo algo de tiempo para echar un vistazo en mi guardarropa. Ojeo los vestidos para decidir cuáles son apropiados para mi labor como empresaria en Nueva York. Escojo algunos casuales (por si tengo alguna junta al mediodía) y unos de noche (por si tengo que asistir a un coctel o cena formal). Cuidadosamente los guardo dentro de mi porta trajes. Selecciono unos zapatos formales y otros informales para los eventos del día. Me gusta usar tacones ya que mi estatura es baja y así puedo estilizar mi figura. Los zapatos siempre han sido especiales. Toda mi vida he pensado que un buen par de zapatos puede resaltar hasta el más simple de los atuendos, convirtiéndolo en algo espectacular. Mi estilo de vestir es moderno, y no lo hago nada mal: puedo ir desde algo clásico y conservador, hasta algo muy original y diferente. Creo que también mi figura me lo permite. Tengo treinta y dos años. Mi cuerpo es delgado, mi cabello castaño claro un tanto alborotado y casi siempre cae sobre mis hombros formando una cascada en capas de diferentes largos. Mis pequeños ojos son ligeramente rasgados en color oliva, eso los hace un poco felinos.
Vuelvo a checar el reloj, cinco para las seis; lo bueno es que la escuela de Alex está a unos minutos de la casa.
Sobre la banca al pie de mi cama veo mi bolsa, la reviso buscando el celular y salgo de mi recamara hacia la escalera. Al bajar, de frente, se encuentra la entrada principal y del lado izquierdo hay una consola con varios portarretratos de mi hijo cuando era pequeño, una de el día de mi boda y una en donde estoy con Eva abrazada cuyo fondo tiene la decoración de un evento que presidimos en el Hotel Mandarín Oriental hace unos meses. Al lado hay una maceta de la cual emerge una fascinante planta que se caracteriza por poseer flores muy vistosas de delicioso aroma y un tallo central muy pronunciado: una hermosísima orquídea, mi favorita desde que tengo uso de razón. También, hay un par de libros de pasta dura, uno sobre el otro, a manera de ornato.
Cruzo el recibidor pasando los accesos que conducen hacia la sala, comedor y un cuarto familiar que lleva a la cocina. Tomo las llaves de mi coche que se encuentran sobre una pequeña charola.
Al salir por la puerta principal bajo una escalera mientras observo la calle mi Cayenne Hybrid color negro, un costoso regalo por parte de Allan, en mi pasado cumpleaños. El precio por haber llegado a más de media noche a mi cena, alegando la emergencia de una cirugía.
La hermosa vista desde Pacific Heights me deja sin aliento cada vez que la aprecio. Se alcanza a ver la bahía de San Francisco y desde otros puntos se puede apreciar el puente Golden Gate y la famosa prisión de Alcatraz. El vecindario, de estilo victoriano, fue el lugar perfecto para vivir después del nacimiento de Alex. Me encanta el aire que se respira y nos gusta pasear por sus calles, en donde se encuentran restaurantes, boutiques y pequeños comercios de todo tipo. Mi oficina también se encuentra dentro del área; realmente es muy cómodo tener todo cerca.
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