Gabriel Matute - La Habitación Amarilla: Crónica de un chef en ascenso (Spanish Edition)

Gabriel Matute

La Habitación Amarilla.

Crónicas de un Chef en Ascenso.

Título Original: La habitación amarilla.

Sub-Título: Crónicas de un chef en ascenso.

Código de Registro: 1707132946587

Última Edición: Diciembre-2016/Julio-2017

Autor, editor, maquetación y diseño de portada.

© Gabriel Matute

Fotografía.

©Ramasamy Chidambaram

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Agradecimientos.

A mi querida madre, quien supo desde el principio de esta aventura todo lo que podría pasarme, y aún así jamás dejo de alentarme a vivir mis experiencias, a mis amigos que con sus mensajes alegraron mis largas noches de tortura, a Lolo por contagiarme su energía positiva cada día que parecía ser negativo, a Héctor por ser siempre tan buen compañero y leal amigo, quiero agradecerles por hacerme creer que nada es imposible, y por aportar la clase de alegría que necesitamos para salir adelante cada día.

Gracias.

El siguiente escrito no es más que la recopilación cronológica de una experiencia vivida por el autor durante un momento determinado.

Durante toda mi vida nunca imaginé que un color cálido y apacible como el amarillo, se tornara frígido, húmedo y lúgubre.

El Ascenso.

T odo comenzó al llegar la navidad, la fecha en que muchos poseen caras sonrientes y billeteras repletas de dinero que casi no pueden ser cerradas, justo cuando los refrigeradores de cada hogar se encuentran colmados de todo tipo de alimentos raros y bebidas alcohólicas.

Diciembre, sí, esa fecha que denota felicidad en cada rincón, incluso en los sitios más pobres, ese mes significaría el final de un año exhaustivo, y el principio de una vida llena de éxitos, mi graduación estaba cada vez más cerca al igual que las muy anheladas vacaciones laborales, era hora de pensar en el futuro.

Pasadas un par de semanas todo marchaba bien, mi título de la Escuela de Gastronomía como Chef Internacional se encontraba en una pequeña repisa en mi habitación, diariamente lo veía y me daba un par de palmadas en la mejilla para asegurarme que era real, a tan solo dos décadas de mi existencia estaba capacitado profesionalmente, y podría ejercer mi carrera de acuerdo a mi experiencia.

En ese momento me encontraba trabajando en un comedor como cocinero, me inicié profesionalmente en ese lugar, escalando posiciones desde lo más bajo, hasta sentirme orgulloso y saber todo lo que podría lograr con un poco de motivación, pero mis deseos de superación me obligaron a tomar ciertas medidas y buscar opciones más complejas, pero antes de poder decidir algo recibo una noticia que cambiaría mi vida por completo, justo el último día de trabajo del año me informan que un modesto ascenso se avecinaba, seguiría en el mismo puesto, pero en un comedor mucho más grande, el único detalle sería que debía residir en otra ciudad, con la oportunidad de volver a casa cada fin de semana. Sin tener que pensarlo por más de un segundo accedí a tomar esa vacante, era todo lo que estaba esperando, y no hubo necesidad de discutirlo a profundidad, y al estar de acuerdo con el empleador nos retiramos sin más.

Al finalizar las vacaciones y a tan solo horas de viajar a mi nuevo destino, empaco todas mis pertenencias que pudieran ser de utilidad en mi nueva travesía, un par de botas de seguridad un tanto corroídas, ropa para usos diarios y profesional, un cuchillo de golpe parte de un obsequio navideño y un cuaderno para apuntar.

Durante toda esa noche no logre dormir pensando en que podría o no suceder en los próximos meses, había decidido trabajar por un corto período de tiempo para no alejarme tanto de mi familia, creo que por ese pensamiento todo se volvió en mi contra, cuando al fin pude conciliar el sueño, sonó mi despertador, me levanté un poco exaltado y eufórico, me alisté, tomé mis cosas y partí, era hora.

Primera Semana.

Lunes

Por tantas celebraciones decembrinas gasté gran parte de mis ahorros, en especial la noche anterior al viaje, ese día simplemente derroché dinero como nunca, la gula se apoderó de mí y no tuve más opción que saciar mi necesidad básica de comer. Algunos amigos y familiares decidimos ir a un pequeño establecimiento de comida rápida, al centro de la ciudad, el tiempo de servicio se extendió más de lo habitual, y todos nos sentíamos desesperados por poder mordisquear alguna clase de alimento, ordené una cantidad de cosas que hasta el más hambriento del grupo habría hecho perder el apetito, hamburguesas, pollo frito, papas a la francesa, gaseosa, y alguna ensalada para compensar los valores nutricionales, comí hasta atiborrarme, observé como mi dinero se esfumaba rápidamente frente a mí, y guarde solo unos cuantos billetes para que me acompañasen durante el viaje, cantidad que quizás con suerte lograría durar una semana, o un poco más si lograba ser mezquino.

Eran las cinco am, la terminal de autobuses era un lugar concurrido a pesar de la hora, en la fila para subir al bus me encontré a un buen amigo y colega, alguien con quien trabajé por bastante tiempo, y la persona que sería mi superior y compañero de habitación en el nuevo destino, abordé el bus con Héctor, no sentamos y charlamos por un par de horas, como si no nos hubiésemos visto en años. Durante el trayecto vi hermosos campos y praderas, montañas y playas, pero sobre todo vías muy transitadas, era la principal autopista del país, y todo fluía por esa vía tal sangre por las venas.

Al llegar a la ciudad destino me sentí un poco nervioso y deseoso de saber donde pasaría los próximos meses, el sitio no parecía ser la gran cosa, y de hecho, no lo era, simplemente parecía una casa común, de dos pisos, con vidrios oscuros y rejas protectoras en las puertas y ventanas, demostrando el nivel de inseguridad de la zona, al ingresar se notaba que la oficina principal pudo haber sido un cuarto con vista a la avenida, y que ahora estaba repleta de papeles, carpetas y folios administrativos sin ningún orden aparente. Sentada frente a su computador se encontraba Malena, la administradora del comedor, una mujer regordeta un tanto cascarrabias, quien se sorprendió al verme, pues nunca pensó que yo cumpliría con mi palabra, de inmediato se sobresalto e hizo un llamado telefónico al presidente de la cooperativa alimenticia, este al recibir la noticia notificó que estaba muy cerca de la zona y que en cuestión de minutos estaría allí con nosotros.

Al poco rato en la puerta de la oficina hacia presencia Vicario, el jefe y dueño de la concesión, un hombre un poco bajo, robusto y con unos bigotes poblados que luego transformó en candado, vistiendo su traje informal, nos hizo sentar y charlar por algunas horas, hasta que decidió salir a comprar lo necesario para iniciar la semana en uno de los tantos comedores que administraba, de camino al proveedor me dice que debo trabajar en un comedor que está lejos de la oficina, y no en la pequeña cocina aledaña al despacho administrativo de Malena, donde también se encuentra la habitación en la que permaneceré todo este tiempo, la habitación que aun no había visto y que generaba intriga, el sitio no parecía ser adecuado para un comedor, por lo que me hacía dudar en cuanto a cómo sería mi calidad de vida allí. Al cabo de unos veinte o treinta minutos llegamos a un establecimiento donde proveían todo tipo de insumos para restaurantes, cada uno tomo un enorme carro de compras y nos dispusimos a buscar lo necesario, seleccionábamos los ingredientes por cajas y sacos mayores a quince kilogramos, Héctor seleccionaba las verduras y vegetales, mientras yo buscaba las especias y condimentos, elegimos un sinfín de ingredientes, al sentir que teníamos todo nos alejamos al camión mientras Vicario pagaba, seguido de eso nos dirigimos al comedor en donde laboraríamos a partir del día siguiente, pude ver lo que sería mi nuevo ambiente de trabajo, conocí a un par de personas que se convertirían en compañeros laborales, descargamos y almacenamos toda la mercancía y volvimos a la oficina principal.