Para mis padres, Marilyn y Simon Spier, y para mi hermana, Tanya.
Para mis hijos, Eva, Isaac y Sarah.
Para mi esposa, Lory.
Vosotros sois todas mis razones.
Prólogo
Mucha gente piensa que el secreto para tener éxito como inversor reside en los números, es decir, en un análisis contable de las compañías que nos ayude a construir un modelo financiero complejo con el cual poder estimar a futuro cuánto valen las cosas. Siento informar al lector de que esto no es realmente cierto. La parte numérica es un elemento indispensable en el mundo de la inversión, pero no es más que eso, una herramienta que nos ayuda en la ardua tarea de encontrar negocios infravalorados para invertir en ellos con una visión a largo plazo.
La clave del éxito reside en el temperamento. ¿Seré capaz de invertir una parte importante de mis ahorros durante una crisis financiera cuando el mercado bursátil se esté desplomando? Si el precio de una compañía en la que acabo de invertir cae un cincuenta por ciento, ¿tendré el carácter y la fortaleza suficiente para comprar más? Cuando todos piensen que estoy equivocado, ¿seré capaz de aguantar el tipo y mantenerme firme en mis principios? Estas preguntas no son baladíes. Todo inversor, desde un principiante hasta el más experimentado, debería hacérselas cada cierto tiempo, ya que las respuestas que obtengamos nos indicarán si estamos capacitados para batir al mercado. Warren Buffett ha dicho en múltiples ocasiones que una persona con un coeficiente intelectual medio puede ser un gran inversor, siempre y cuando tenga el carácter adecuado. Su mentor, Benjamin Graham, padre del value investing (inversión en valor), nos enseñó que el principal enemigo del inversor es él mismo, refiriéndose a los numerosos sesgos emocionales a los que estamos expuestos y que nos pueden hacer perder mucho dinero.
En la presente obra, Guy Spier nos ayuda a dar respuesta a estas preguntas y muchas más. Haciendo acopio de gran sinceridad y humildad, el autor nos relata su personal aventura desde sus comienzos en la vorágine de Wall Street, hace más de dos décadas, hasta su apacible situación actual como gestor value de un fondo con sede en Zúrich. Existen muchos libros que presumen de enseñar al lector cómo convertirse en un mejor inversor, pero son pocos los que se centran en el aspecto humano de la inversión, e incluso menos los que lo hacen desde la experiencia de alguien tan exitoso como Guy Spier. Éste no es un libro de inversión al uso que trate sobre conceptos clásicos de valoración de empresas, sino que nos encontramos más bien ante una obra que casi se podría calificar de autoayuda, en la que se sientan unas bases para mejorar como inversor y, sobre todo, como persona.
A lo largo de la lectura encontramos cinco ideas clave que, en mi opinión, cabe destacar. En primer lugar, la importancia de conocerse a uno mismo. Spier nos recuerda que es esencial tratar de discernir lo que queremos y no queremos en la vida, tanto desde un plano puramente personal como desde una perspectiva profesional e inversora. Un buen ejercicio de introspección nos debería ayudar a detectar los sesgos emocionales que más nos afectan, para así desarrollar los mecanismos adecuados con los que sortearlos y evitar cometer errores de inversión que lastren nuestra rentabilidad. Íntimamente ligado a lo anterior, el autor nos describe la importancia de encontrar mentores, o roles a seguir, que nos permitan continuar con ese interminable proceso de mejora como inversor. Si existen personas que admiramos y han conseguido los mismos objetivos que nosotros ansiamos conseguir, ¿por qué no seguir sus pasos o incluso tratar de entablar una relación con dichas personas?
Spier introduce una tercera idea trascendental: es indispensable rodearse de las personas adecuadas a lo largo de nuestra vida. Este concepto no hay que entenderlo desde un prisma puramente egoísta, sino más bien al contrario, ya que rodearse de gente mejor que tú debería empujarte a mejorar como inversor y como persona para, eventualmente, ser capaz de devolver lo que has recibido a aquellos que más lo necesitan. Desde una perspectiva puramente inversora, resulta innegable que si nos juntamos con aquellos inversores que son mejores que nosotros no podemos hacer otra cosa que aprender de ellos y mejorar.
En el capítulo octavo, Spier destaca el valor que tiene crear un ambiente adecuado para el inversor, libre de distracciones innecesarias y del ruido del mercado. Al fin y al cabo, no parece ser una casualidad que Warren Buffett eligiese Omaha como sede de su famosísima Berkshire Hathaway, ni que sir John Templeton decidiese basar su fondo en Bahamas, ambos sitios muy alejados del glamur y de los peligros de Wall Street.
La última parte del libro, en especial los capítulos 10 y 11, presenta dos nociones clave para el inversor en valor. La primera de ellas consiste en el desarrollo de una serie de reglas que le den una mejor estructura a nuestro particular proceso inversor. Un proceso sólido es determinante para alcanzar unos buenos resultados a largo plazo, y Spier nos explica de forma sencilla cómo fortalecerlo. La segunda idea, quizá la más novedosa para muchos, gira en torno al concepto de checklist , o lista de comprobación, aplicada a nuestras inversiones. Prefiero no destapar el pastel, y sólo recomiendo que el lector exprima con ímpetu esta última parte del libro, ya que en ella encontrará lecciones para toda la vida.
Hay tanta información útil en la presente obra que lo más sensato es parar aquí y recomendar que se prosiga leyendo. Una vez terminada su lectura, quizá el lector decida emprender su propio viaje como inversor armado con los valiosos consejos y conocimientos que Guy Spier generosamente comparte con nosotros. Es preciso recordar que el camino que él describe no tiene por qué ser válido para todo el mundo, pero sí que establece una serie de premisas de utilidad casi universal. En mi opinión, si se usan tales premisas como guía, uno puede aumentar considerablemente sus opciones de tener éxito como inversor, y, en el camino, muy probablemente podrá mejorar como persona.