Introducción
Nunca pensé en escribir un libro, y menos aún sobre inversión, pero la vida a veces nos ofrece regalos que no hay que desaprovechar. Ya sé que es una obviedad, pero la realidad es que hay que convertir los problemas en oportunidades y, además, intentar hacerlo de forma natural, casi automática. En todos los ámbitos: en lo personal, en lo profesional —en nuestro entorno inversor aprovechando las turbulencias de los mercados—, y en el mundo que nos rodea.
Cuando leí al principio de mi carrera profesional Un paso por delante de Wall Street, de Peter Lynch, me pareció que explicaba tan clara y sencillamente cómo enfocar el proceso de inversión, que no era necesario añadir mucho más. Durante unos años me iba reafirmando en ello, pues a su libro se iban uniendo otros que lo complementaban perfectamente; especialmente los clásicos que iba descubriendo por el camino. Parecía que el campo estaba bien arado.
Sin embargo, de forma paulatina y a un ritmo inapreciable se iba produciendo un cambio, quizás por la experiencia, quizás por la arrogancia, y en los últimos tiempos me parecía que ninguno de ellos reflejaba exactamente ni los fundamentos de nuestra manera de invertir ni la forma de trabajar que tenemos. Por ejemplo, apenas se habla en esos libros de una visión correcta de la economía, del hombre que actúa, que en ciertos momentos puede resultar utilísima. Por tanto, se había instalado una sombra de duda en mi cabeza.
Coincidentemente, en octubre de 2010, me invitaron a dar una charla en el Value Investing Congress de Nueva York. Acepté, encantado de poder explicar nuestra aventura en la cuna de la inversión moderna. Para ello, sin embargo, tuve que esforzarme en analizar cuáles eran nuestras diferencias y similitudes respecto a otros inversores de valor, pues en Estados Unidos este tipo de inversión es habitual. Este esfuerzo confirmó esas diferencias y clarificó apreciablemente la explicación de nuestro proceso inversor. Muchos decimos que somos inversores de valor, pero ninguno hacemos exactamente lo mismo.
Las conclusiones de ese análisis, explicadas allí, son la base de nuestro trabajo, que, efectivamente, se diferencia del de los demás en algunos aspectos importantes. Los dos más relevantes quizás sean: mantener un esquema económico austriaco como marco de referencia y llevar al extremo la paciencia, uno de los rasgos esenciales para el proceso.
En todo caso, esa sombra de duda comentada respecto a un posible libro se hubiera quedado en eso, si las circunstancias no se hubieran impuesto, pues no hubiera tenido el tiempo necesario para sacarlo adelante. El trabajo de gestor de inversiones es un trabajo a tiempo completo, y el esfuerzo que habría exigido escribirlo lo hubiera tenido que detraer de mi familia, algo que nunca he estado dispuesto a hacer.
Desde el momento en que dispongo de ese tiempo, por la obligación de estar dos años sin gestionar, empiezo a recibir de amigos la sugerencia de hacerlo, y comienzo a pensarlo, más exactamente, a rumiarlo. No era un proyecto fácil, pues a la timidez hay que unir el hecho de que, aunque siempre he disfrutado y disfruto leyendo, me costaba la vida misma escribir.
A principios de 2015, sin embargo, recibí dos visitas en Londres que encendieron la chispa para empezarlo, aunque sin saber todavía si quería publicarlo. Es el primer libro, y el pudor es difícil de vencer.
La primera fue del hijo de un antiguo cliente, Ángel Pardo junior, filósofo, escritor e inversor. Comimos en una preciosa brasserie de Chelsea y cristalizó, no el amor del que hablaba Stendhal, sino la idea del libro y una relación en la distancia, pero intensa y esencial. Propuso que me dejara llevar, sin forzar la letra: empezar a escribir lo que se me pasara por la cabeza, dejando las ideas fluir, pues el libro, más adelante, se armaría solo.
Me gustó la idea, pues un libro de inversión no necesita principio ni fin, ni una tesis, ni siquiera un asesino. Y no sólo eso. A mí, que me cuesta escribir, me liberó de la esclavitud que supone ponerse enfrente de un folio o iPad en blanco: escribiría sobre lo que se me ocurriera, sin exigencias. Además, ya intuía que el «libro» me sería muy útil, aunque no lo publicara, pues, en cualquier caso, sería una recopilación de ideas, hechos olvidados, reacciones, etcétera, que me servirían para refrescar mi actitud ante la inversión.
Ángel ha sido clave en este proyecto, y me resulta complicado saldar la deuda contraída con él. No sólo encendió la mecha, sino que su ayuda en la sombra, sus consejos aquí y allá y sobre todo la certeza de saber que leería el manuscrito y opinaría sobre él ha sido una ayuda difícil de cuantificar. Sin la aprobación de mi mujer, que evidentemente fue la primera en leerlo, de Ángel y de mí mismo, el manuscrito no hubiera pasado de ser eso, un simple papel personal.
La segunda visita fue la del posible editor, Roger Domingo, de Ediciones Deusto (Grupo Planeta). Me lo presentó Daniel Lacalle, que ya había publicado varios libros con ellos con mucho éxito. No sólo me pareció la editorial más adecuada para el proyecto, sino que Roger tenía un enfoque de la inversión y de la economía parecido al mío, lo que mitigaría cualquier discrepancia. A ello hay que añadir el hecho de que aceptó que yo iba a escribir el libro que quisiera, tanto en su estructura como en su comercialización. Yo tendría las riendas del proyecto, incluso para no publicarlo, condición esencial para aceptar. Y no sólo eso, sino que me ofreció publicar la versión en inglés con John Wiley, que me parece también la editorial más adecuada, por su larga tradición en clásicos de inversión.
Gracias a ellos me dispongo a escribir y enseguida veo claro la estructura del libro, que ha resultado un homenaje a uno de los libros más importantes del economista austriaco (en todos los sentidos) Ludwig von Mises, Teoría e historia.
La primera parte del libro está dedicada a contar mi educación y trayectoria inversora. Qué fue lo que pasó y cómo reaccionamos mis compañeros y yo ante ello. Al fin y al cabo, he vivido el final del mayor ciclo alcista del siglo XX ; la tremenda burbuja tecnológica de principios del siglo XXI y su colapso; y junto a mis compañeros, la mayor burbuja crediticia e inmobiliaria de la historia de España y su posterior estallido junto con el resto de mercados, en medio de la mayor caída bursátil global desde los años treinta del siglo XX .
Ésa es la historia que, aunque tiene un valor relativo, pues en el fondo es una historia única, y no debe ser un precedente para cualquier otra, puede interesar a los que quieran aprender del pasado. A mí también me ha resultado muy útil recuperar hechos casi olvidados que me sirven como punto de inflexión veinte años después.
Con la perspectiva del tiempo quizás el mayor logro en toda esta historia fue sacar partido de los tremendos mercados alcistas de 1996, 1997, y comienzos de 1998, con una bolsa española que se triplica en 36 meses, obteniendo una rentabilidad similar a la del mercado, pero asumiendo un riesgo muy limitado (con altas dosis de tesorería, un 20 por ciento), que nos permitió evitar los problemas que nos dejó posteriormente la resaca de ese mercado tan alcista.
La segunda parte está dedicada a explicar los fundamentos de nuestro proceso inversor, la teoría, siguiendo el lenguaje de Von Mises. Después de mucho pensar el orden de los capítulos, el primer capítulo de esta parte, el cuarto, lo dedico a la economía: a la economía austriaca. No es habitual en un libro de inversión, y cronológicamente no es lo primero que me sucede personalmente, pero ahora que resumo estas ideas, siento que sí tiene lógica empezar por la base.
El edificio se empieza por los cimientos, y disponer del marco de referencia económico adecuado es siempre una ventaja. No siempre lo podremos utilizar en el proceso inversor, pero nos da la tranquilidad que supone conocer las posibles alternativas económicas futuras —a pesar de no saber casi nunca cuál de las alternativas se plasmará en la realidad—, y, a veces, sólo algunas veces, nos permite predecir lo que va a ocurrir.