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Este es un libro de Em Querido
Publicado por Levine Querido
Levine Querido es distribuido por Chronicle Books LLC
Copyright del texto © 2020 de Donna Barba Higuera
Copyright de la traducci ó n © 2021 de Libia Brenda
Todos los derechos est á n reservados
N ú mero de Control (Library of Congress): 2021932230
Hardcover ISBN 978-1-64614-032-9
Ebook ISBN 978-1-64614-103-6
Publicado en septiembre de 2021
PARA MI SOPHIA,
QUE HA SUPERADO CONFLICTOS
Y ADVERSIDADES (Y BAILES DE COUNTRY) CON GRACIA, AMABILIDAD Y BUEN HUMOR
CONTENIDO
CAPÍTULO 1
La costura de mis shorts se mete en la raya de mi trasero como una marmota asustada. Nota para m í misma: ‘acu é rdate de traer tus propios shorts para que nunca jam á s tengas que usar los shorts rasposos que presta la escuela’. Pero yo puedo con esto. Me subo las rodilleras, me ajusto las mu ñ equeras y me aprieto m á s la coleta con un buen jal ó n. Lista para el campo de batalla, mejor conocido como la clase de Educaci ó n F í sica de s é ptimo grado.
Con todo y media nalga de fuera, echo un vistazo alrededor de los vestidores, para asegurarme de que no haya moros en la costa. Con gesto casual, pongo un pie en el banco, sujeto discretamente mi ropa interior y le doy un jal ó n hacia abajo.
Samantha Pinkerton azota la puerta de su casillero con tanta fuerza que todas las chicas en el vestidor voltean a verla.
—¿Encontraste algo bueno ah í , Lupe? —dice, y se empieza a re í r.
La mitad del grupo lanza risitas al un í sono.
Yo le quiero contestar “S í , a tu mam á ”, pero logro detenerme justo en el ú ltimo segundo.
Samantha da un paso hacia m í y pone su nariz a unos cent í metros de la m í a.
—¿Ah, s í ? —le digo, en cambio. Esta vez, las palabras se me escapan antes de que pueda evitarlo.
Samantha arruga la cara y se rasca la sien, evidentemente confundida por mi extra ñ a respuesta. Mi mejor amiga, Andy, se encoge detr á s de ella. La ofensiva verbal no es uno de mis fuertes.
El silbato de la profesora Solden atraviesa el aire.
—¡Guadalupe Wong, Samantha Pinkerton! —grita la profesora de Educaci ó n F í sica, con los brazos cruzados sobre el pecho y bloqueando por completo la puerta de su oficina—. ¿Hay algo que quieran compartir con nosotras?
Aprieto los dientes y sacudo la cabeza. No puedo arriesgarme a que me bajen puntos, necesito una calificaci ó n excelente en esta clase.
La voz de Samantha es de repente tan dulce como la loci ó n frutal que usa.
—Solo estaba admirando los shorts de Lupe, profesora Solden.
—Bueno, pues adm í ralos despu é s de la clase —contesta la profesora, indic á ndole a Samantha que se ponga en fila.
Samantha me mira con los ojos entrecerrados, como si estuvi é ramos en una especie de duelo de miradas, pero no puedo enfocarme en otra cosa que no sea el dibujo del salm ó n con el pulgar hacia arriba que tiene en la camiseta. Al parecer, nadie le dijo al alumno que dise ñó la mascota de la escuela que Samuel Salm ó n deber í a tener aletas, no dedos. Samantha se pone en la fila justo detr á s de m í .
—¿Ah, s í ? —dice en voz baja, imit á ndome.
Gracias a Dios que Andy est á conmigo este trimestre.
—Ign ó rala —murmura Andy con calma desde su lugar en la fila, y me lanza una mirada—. Te puedo traer mis shorts de repuesto ma ñ ana.
La mam á de Andy probablemente insisti ó en que tuviera cuatro pares “para asegurar su é xito acad é mico” y para que vayan en conjunto con su nueva laptop y sus clases particulares.
Yo me trueno los nudillos.
—Nop. Ya lo resolv í . No voy a olvidar otra vez los m í os.
Nos quedamos en la fila y arrastramos los pies a la espera de entrar al gimnasio para jugar baloncesto, o voleibol, o lo que sea que nos toque hacer a esta hora. La profesora se aparece con una tele en una mesita con ruedas, que sac ó del cl ó set de equipamiento detr á s de los vestidores.
—Nadie se mueva ni hable —dice, y empuja el carrito hacia la puerta del gimnasio.
—Un momento, algo no est á bien —digo, al verla entrar al gimnasio sin una pelota.
La voz de Andy suena como si ella estuviera poniendo los ojos en blanco.
—Ya s é , ya s é …—dice, y pone la mano para que parezca la boca de un t í tere y habla imitando mi voz—. Los chicos con brazos largos deber í an usar shorts que les lleguen hasta las mu ñ ecas, en vez de hasta la punta de los dedos. No deber í a de ser responsabilidad de una chica preocuparse si su ropa distrae o no a los chicos …—Mueve la mano de tal modo que parece tener la boca muy abierta—. Yyyy deber í a de existir una casilla espec í fica debajo de ‘etnia’ para la gente de ascendencia mexichina o chinamex …
—¡Es que s í deber í a! —replico—. T ú tienes una casilla para ‘negra’. ¿Por qu é yo tengo que elegir entre las casillas ‘Una de estas opciones’ u ‘Otro’? ¿Por qu é alguien tendr í a que hacer eso?
Aunque la mayoría de mis causas nunca llegan más allá de una indignada carta al director. Andy se encoge de hombros.
—Pero no era de eso de lo que estaba hablando —contin ú o, mordi é ndome el labio inferior. Educaci ó n F í sica mixta es justo el tema que yo deber í a dominar. En todas las asignaciones excepto saltar la cuerda en segundo grado, he estado en el equipo de los ni ñ os—. ¿Qu é no viste esa tele? ¿Qu é tal si tenemos que aprender alg ú n deporte antiguo … como el de las miniraquetas de tenis y los conitos de pl á stico?
—Se llaman volantes —Andy se r í e, y sus rizos oscuros rebotan arriba y abajo.
—Muy chistosa, Andy. De verdad, necesito pasar esta asignatura con una A —le digo.
—Ya s é , y de verdad es as í como se llaman —me contesta—. Vamos, no te preocupes. T ú eres la mejor de esta clase, y sabes que puedes con cualquier cosa. Dentro de nada vas a estarle lanzando latas de ma í z, o como se diga, a Fu Li.
Hace poco le cont é a Andy que mi t í o me hizo una promesa. Si saco puras Aes, mi t í o H é ctor, quien trabaja para el equipo de los Marineros, me va a llevar a conocer a Fu Li Hern á ndez, el primer pitcher asi á tico-latino en las grandes ligas de beisbol. Y si Fu Li puede ser el primer chinomex en lanzar en las mayores, a lo mejor yo puedo ser la primera mexichina o chinamex en lanzar un juego sin hits.
¿Ya mencion é que el beisbol es la vida misma?
Me he esforzado mucho para volver al buen camino y tener Aes en todas mis otras clases. Me muerdo el interior de las mejillas pensando en que la profesora Solden y un nuevo juego podr í an poner en riesgo mi oportunidad de conocer a Fu Li. Adem á s de llegar a las grandes ligas alg ú n d í a, no creo que nunca antes haya deseado algo tanto en la vida.