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Robin Stevenson - Desolación

Aquí puedes leer online Robin Stevenson - Desolación texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Orca Book Publishers, Género: No ficción. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Desolación: resumen, descripción y anotación

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Desde que lo dejó su novia, Jayden ha estado evitando la escuela...y la vida en general. Cuando su excéntrico tío Mel lo invita a Australia porque necesita ayuda en su investigación de biología, Jayden piensa que no tiene nada que perder. Lo malo es que eso implica viajar al abrasador desierto en el interior despoblado de Australia con el cada vez más paranoico Mel y una hostil estudiante de biología llamada Natalie. Entonces los golpea el desastre y, a muchas millas de la civilización, Jayden y Nat tienen que luchar por sus vidas.
Since his girlfriend dumped him, Jayden has been avoiding school—and life in general. When his eccentric uncle Mel invites him to help with his biology research at an Australian university, he figures he has nothing to lose. Once he arrives, he discovers Mel is obsessed with finding a new species of lizard and is determined to be the first to discover it. Unfortunately, this means an expedition into the scorching desert heat of the Australian outback...with the increasingly paranoid Mel and an unfriendly biology student named Natalie. Then disaster strikes, and Jayden and Nat find themselves many miles from civilization fighting for their survival.

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Desolación

Robin Stevenson

Traducido por
Eva Quintana Crelis

Desolación - image 2

ORCA BOOK PUBLISHERS

D.R. © 2011 Robin Stevenson

Derechos reservados. Prohibida la reproducción o transmisión total o parcial
de esta obra por cualquier medio o método, o en cualquier forma electrónica o
mecánica, incluso fotocopia o sistema para recuperar información, conocido o por
conocerse, sin permiso escrito del editor.

Catalogación para publicación de la Biblioteca y Archivos de Canadá

Stevenson, Robin, 1968
Desolación [electronic resource] / Robin Stevenson.

(Orca soundings)

Translation of: Outback.
Electronic monograph.
Issued also in print format.
ISBN 978-1-4598-0306-0 (PDF).--ISBN 978-1-4598-0307-7 (EPUB)

I. Title. II. Series: Orca soundings (Online)
PS8637.T487O98418 2012 jC813’.6 C2012-902836-3

Publicado originalmente en Estados Unidos, 2012
Número de control de la Biblioteca del Congreso: 2012938342

Sinopsis: Perdido en el implacable desierto australiano,
Jayden se encuentra de repente luchando por sobrevivir.

Orca Book Publishers agradece el apoyo para sus programas
editoriales proveído por los siguientes organismos: el Gobierno de Canadá
a través de Fondo Canadiense del Libro y el Consejo Canadiense de las Artes,
y la Provincia de Columbia Británica a través del Consejo de las Artes
de Columbia Británica y el Crédito Fiscal para la Publicación de Libros.

Imagen de portada de Getty Images

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PO BOX 5626, Stn. BPO BOX 468
Victoria, BC CanadaCuster, WA USA
V8R 6S498240-0468

www.orcabook.com

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Para Cheryl y Kai,
mis fabulosos compañeros de viaje,
y para Ilse y Giles, que me llevaron
por primera vez al desierto
australiano. Todo mi amor.

Contents

Mi tío Mel piensa que se aprende a través de la experiencia. Cuando yo tenía cinco años, me lanzó por la borda de su barco. Se imaginó que nadar era algo instintivo y que podía ahorrarle a mamá el precio de las clases de natación. Resultó que no era así. Me tragué la mitad del lago hasta que al fin me sacó del agua. Supongo que su versión de los hechos fue un poco diferente de la mía, porque en lugar de enojarse, mamá pensó que me había salvado la vida.

Aunque Mel siempre se ha interesado por mi educación, me quedo sorprendido cuando mamá me dice que mi tío quiere invitarme a ir con él a Australia.

Más me sorprende que mamá piense que es una buena idea.

—¿En serio? —le pregunto con la boca abierta—. ¿Y la escuela?

Apenas se me escapan esas palabras de la boca, me arrepiento de haberlas dicho.

—Jayden, por favor —dice mamá frunciendo el ceño—. Este año has faltado a más clases de las que has tomado. Y eso sin contar las veces que te han suspendido.

Miro hacia afuera por la ventana. El cielo está gris. Una lluvia medio congelada está cayendo de lado y golpea el vidrio como si se tratara de mil dedos fantasmales. Odio la escuela: lees cosas, oyes a los demás hablar de cosas, escribes cosas… pero nunca puedes hacer nada de verdad. Antes iba solo para ver a Anna, pero desde que me botó ya no le veo el caso a ir a la escuela.

La verdad es que ya no le veo el caso a nada.

—Es que todo es tan… —digo al fin.

Mamá se saca un mechón de pelo rubio de los ojos con un soplido y se lo acomoda detrás de la oreja.

—Ya sé. Es por eso que pensé que este viaje podría ser una buena idea.

Me da más o menos lo mismo. Ir a Australia me suena como un enorme gasto de energía que definitivamente no tengo, pero, por otro lado, tal vez mamá no me quiera tener encima.

—En Australia va a ser verano —dice mamá—. Sol, playas. Nada de escuela.

Y no tener que ver a Anna por ahí con sus amigas, riéndose y pasándola muy bien sin mí.

—¿Cuándo se va Mel? —le pregunto.

—Ya está ahí. Hace como dos meses que trabaja en su investigación en la Universidad de Adelaida.

—No sé —le digo.

—Vamos, Jayden. Canguros, koalas, eucaliptos y cielo azul. Podrías llevar tu cámara y tomar preciosas fotos de la naturaleza.

—Supongo —digo. No he tomado fotos en meses.

Mamá lanza un suspiro.

—Piénsalo, ¿está bien?

—Quieres deshacerte de mí, ¿eh?

—le digo. Se supone que es una broma, pero suena muy mal: parezco enojado y amargado, en lugar de gracioso.

—No, Jay, claro que no. Es solo que… has estado muy triste durante meses: no vas a la escuela ni a ver a un médico y ni siquiera quieres hablar conmigo.

La miro, pero solo por un instante. Sus ojos verdes brillan por las lágrimas. Siento que me recorre una fuerte sensación de vergüenza, como si hubiera hecho algo horrible, como si hubiera metido la pata en grande, aunque no sé cómo.

—Bueno —le digo—. Me voy a Australia.

—¿Estás seguro? —vacila—. No te quiero presionar. Solo pensé que tal vez… bueno, que tal vez te haría bien.

Eso me parece medio imposible, pero la verdad es que a mí no se me ha ocurrido nada mejor.

—Está bien —le digo—. Iré.

—Tendrías que viajar en dos semanas —dice, ahora con voz más dudosa, como si no estuviera tan segura después de todo—. Mel dice que no le vendría mal que lo ayudaras con su investigación.

—¿De qué se trata?

—No sé. Algo de unos bichos. O tal vez dijo que eran ranas —dice, haciendo una mueca—. No estaba muy atenta. Ya sabes cómo puede ser Mel.

Sí que lo sé. Si te cruzaras con Mel por la calle, podrías pensar que es un loco sin hogar o algo así, porque va todo despeinado y hablando a mil por hora sobre cosas raras que suenan como salidas de una película clase B: enormes musarañas elefante de Tanzania, peces gelatinosos de seis pies de largo de Brasil, babosas fantasma de Gales.

Pero no es un tipo sin hogar ni nada parecido. Tiene un apartamento en Toronto, aunque rara vez para por ahí, y tiene un doctorado en biología.

A mamá siempre la ha impresionado. Pero la verdad es que sí está un poco loco.

Mel es medio hermano de mamá. Cuando yo tenía cinco años, mi abuelo murió. Pocas semanas después, mamá recibió un correo electrónico de un hombre que le explicó que era su hermano mayor. Resultó que el padre de mamá había embarazado a su novia en la secundaria y que lo había ocultado toda su vida. Cuando mamá se repuso del impacto, se puso feliz. Su madre había muerto y ella era hija única. Por más raro que sea Mel, es nuestro único pariente.

Y además, como mi papá nunca ha sido parte de nuestras vidas, mamá pensó que Mel podría ser un buen modelo paterno para mí. Una vez que tuvimos que hacer tarjetas para el Día del Padre en primer grado, yo hice una para Mel. Hasta lo llevé a la escuela el día de “mostrar y contar”. Mel llevó una tarántula para que el grupo la viera y cuando a un niño se le cayó de las manos, Mel se enojó en serio. Después de eso me prohibieron llevarlo a la escuela.

Como sea, en los últimos años no se ha aparecido mucho por aquí.

—Creo que tomaste la decisión correcta —me dice mamá mientras busca entre los documentos de su archivero. Encuentra mi pasaporte y lo abre—. Ajá, todavía es válido —dice y me lo da—. Va a ser toda una aventura, ¿verdad?

—Sí, claro.

Mamá me revuelve el cabello.

—Pero no vas a estar aquí para tu cumpleaños. Tus dulces dieciséis.

Lanzo un bufido. Son las chicas las que festejan los dulces dieciséis. Los chicos como yo… no sé. Unos dieciséis años flacos, tristes y llenos de granos.

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