A mi padre, Ferrán, y a mi madre, Isabel, por ser los pilares en los que me apoyo siempre. Gracias a ellos he conseguido ser lo que soy.
A mi hermana, Cristina, por ser mi confidente y amiga; palabra honesta y fuente de inspiración que me ha ayudado en el camino.
A Ginevra, por ser mi faro en la tormenta, mi brújula cuando estoy perdido, mi red de seguridad cuando me caigo y la mano que me empuja a salir de mi zona de confort.
Y a las leonas y los leones, que hacéis que todo el contenido que comparto en internet merezca la pena. Sin vosotros este libro no hubiese sido posible.
Prólogo
C uando Pau le robó al Mediterráneo un tenue beso de ceniza, empezó su nuevo camino por la vida. Él aún no lo sabía, pero el futuro le iba a deparar muchas sorpresas.
A lo largo de este pequeño recorrido por rincones de su vida, seguro que te podrás ver identificado. Pau nos traslada al viaje que es su día a día. La vida, como él mismo dice, no está llena solo de alegrías, pero ya que estamos en este mundo ¿por qué no vivirla apasionadamente?
En todo lo que hace, Pau pone mucha pasión. Esta fue la primera palabra que me vino a la mente después de leer el libro que tienes entre las manos. Él siente con pasión, debate con pasión, trabaja con pasión y vive con pasión.
Cada capítulo es una parada del trayecto que nos invita a recorrer. Pensarás que te lleva de la mano y sentirás haber estado a su lado cuando vivió cada momento. ¡Es un seductor!
Vas a descubrir un paseo zigzagueante, lleno de anécdotas y de situaciones que, vistas con la perspectiva que nos da el tiempo, te pueden hacer sonreír. Pero este libro está lleno, sobre todo, de guiños a la vida.
Es un viaje hacia el interior de nosotros mismos. Donde podremos descubrir aspectos y matices que nos habían pasado desapercibidos. No importa el destino. ¿Quién lo conoce? Importan los viajes que hacemos en la vida y Pau, a pesar de su corta edad, nos ayuda a recorrerlos. Os animo a subir a bordo.
No os defraudará.
Como padre, reconozco en este diario al Pau valiente y luchador que ha perseguido sus sueños y que seguro lo seguirá haciendo.
Deseo que disfrutéis de este libro tanto como yo. Merece la pena el viaje.
Ferrán Mateo
J ulio de 2009.
«Estimado señor Pau Mateo, sentimos informarle de que no ha sido aceptado en la [inserta aquí el nombre de cualquier facultad de Medicina de cualquier universidad pública española] y por lo tanto pasa usted a la lista de espera».
Ese fue mi primer encuentro directo con la medicina. Pero ¡eh! ¿Dónde he dejado mis modales? Haré contigo como hago con mis pacientes. Buenos días, soy el doctor Mateo y seré su médico hoy. Aunque, honestamente, me parece bastante impersonal. Ya que has decidido comprar mi libro y leer las cosas que tengo que contarte creo que lo más correcto es que nos tuteemos, o por lo menos yo voy a hacerlo, así que espero que pienses en mí como Pau. Lo que tienes ahora mismo en las manos es un amalgama de historias, anécdotas, algo de biografía personal y mucha logorrea (algo que, sinceramente, me define) para que podamos pasar unas cuantas mañanas, tardes, noches o trayectos en transporte público entretenidos. Así que, abróchate el cinturón porque vienen curvas.
Este manuscrito —vamos a darle una palabra más mística, porque te aseguro que para mí las líneas que vamos a compartir, yo tecleando y tú leyendo, lo merecen— es una máquina del tiempo. También es una bitácora y una libreta de apuntes de anatomía. Además, es un cuaderno donde apuntar las mnemotécnicas para preparar el examen MIR o un atrapa polvo de estantería. Es todo lo anterior. (El MIR es el examen que los médicos en España tienen que hacer para entrar en la residencia médica para especializarse, por lo tanto cuando uno pasa a ser llamado Médico Interno Residente, MIR).
Como solía decir Jack el Destripador: vamos por partes. Vamos a la parte en la que se empieza a gestar en mí el deseo de ser médico. Imagino que habrás oído a más de uno decir que sabía que quería ser médico desde pequeño, porque sus padres son médicos, porque le gustó de pequeño la serie de televisión Érase una vez el cuerpo humano o porque Anatomía de Grey o House M.D. fueron de sus series de televisión preferidas. Bueno, pues yo ni lo uno ni lo otro. Yo, de pequeño, quería ser basurero. Pero no uno cualquiera, quería ser el basurero que va montado en la parte de atrás del camión y que tiene que cargar los contenedores en un tiempo récord para no entorpecer el tráfico de los coches. Me acuerdo que cuando tenía cuatro años y estaba en casa de mi abuela en Barcelona no me podía ir a dormir hasta que el camión de la basura paraba casi delante de la ventana de mi habitación, descargaba el contenedor y los basureros en un salto acrobático aterrizaban en una pequeña plataforma de metal y se aferraban a una barra que salía del camión de la basura. Ese momento para mí era especial. Entre eso, el calor del verano en Barcelona y el hecho de que la casa de mi abuela estuviera en el primer piso de una calle bastante estrecha hacían de esa escena una orgía de olores que te puedes imaginar. Pero para mí era especial.
Pasados unos años decidí que quería ser químico. Aunque nací en Barcelona, crecí en Logroño, una ciudad increíble en el norte de España, donde he vivido toda la vida. Como capital de La Rioja que es, el vino forma parte de la cultura. De hecho, recuerdo que cuando estábamos en el colegio teníamos un tema en una asignatura que se llamaba Conocimiento del Medio que nos explicaban cómo se hacía el vino. Yo pensé: seré químico y después enólogo. Pero claro, después vino ella.
Y con ella no me refiero a un amor juvenil que desa ta pasiones y que hizo que me olvidara de todo lo demás. Bueno, quizá un poco sí. Ella fue la Biología. Pero no una Biología cualquiera, la Biología Humana. Empezamos a aprender en qué consistía la célula, los diferentes órganos humanos. Recuerdo que mirar por el microscopio unos portaobjetos (ya sabes, esos trocitos de cristal que se ponen en el microscopio), que pertenecían a la colección personal de la madre Celina (una monja que yo pensaba que tenía cien años) me hacía abstraerme de cualquier evento externo. El poder descubrir el mundo microscópico me fascinaba. Cuanto más aprendía sobre el cuerpo humano más crecía mi curiosidad. Estaba naciendo en mí una pasión (espóiler: sigue vigente) que me llevaría a recorrer miles de kilómetros para alcanzar mi sueño. Los otros temas de Biología me interesaban poco, lo que más me gustaba era la Biología Humana. Recuerdo que por aquel entonces apodé al cuerpo humano como la máquina perfecta.