Javier Cubedo González (Los Mochis, Sinaloa, 1975). Fue cinta negra de Tae Kwon Do y participó en múltiples torneos en México y Estados Unidos. Es certificado en Krav Maga (defensa personal israelí). Su pasión deportiva es el boxeo, con un récord amateur invicto de 55 peleas, 50 ganadas por nocaut. Convivió con boxeadores, preparadores físicos y entrenadores de renombre internacional, de los que aprendió las bases y metodologías para la preparación efectiva del boxeador. Se retiró invicto en el terreno profesional con el cinturón latino del prestigiado Consejo Mundial de Boxeo. Después de recorrer todos los ámbitos boxísticos: peleador, sparring de campeones del mundo, entrenador, mánager y promotor, se dio a la tarea de impulsar a nuevos talentos dentro de la empresa Julio César Chávez Factory.
Rodolfo Chávez González (Culiacán, Sinaloa, 1955). Primogénito de la familia Chávez González, de 11 hermanos, y primer boxeador de la dinastía Chávez; su ejemplo lo siguieron sus hermanos Rafael Borrego Chávez (q.e.p.d.), el gran campeón Julio César, y Roberto Chávez. Como boxeador aficionado se coronó campeón del legendario torneo de Los Guantes de Oro. Su récord profesional es de 112 peleas, de las cuales sólo perdió 9 y empató 2. Fue Julio César Chávez quien le pidió que se integrara a su equipo multidisciplinario y con esta decisión se convirtió en su acompañante incondicional y vivió a su lado grandes experiencias, para después ser entrenador de sus sobrinos Julio César Chávez Jr y Omar Chávez, con otro grupo de boxeadores amateur y profesionales.
Julio César Chávez González (Ciudad Obregón, Sonora, 1962). Considerado por los expertos como el mejor boxeador que ha dado México y uno de los mejores en la historia del boxeo, está incluido en el prestigioso Salón de la Fama Internacional de Boxeo. En su larga carrera de 25 años, El César del boxeo, como es llamado en todo el mundo, ganó cuatro títulos mundiales en tres diferentes divisiones; es el boxeador con más peleas de título mundial, con 37, y posee el récord de más defensas del título, con 29. Es el primer púgil mexicano con tres títulos mundiales en igual número de divisiones. Son célebres e inolvidables sus combates contra grandes peleadores como El Azabache Martínez (a quien venció para obtener su primer título mundial), Meldrick Taylor, El Macho Camacho, entre muchos otros peleadores. Su vida ha inspirado películas, series de televisión y numerosas crónicas periodísticas.
Julio César Chávez
La verdadera historia
Primera edición: julio, 2018
D. R. © 2018, Julio César Chávez, Rodolfo Chávez, Javier Cubedo
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ISBN: 978-607-317-107-6
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Julio César Chávez González: una vida excéntrica, llena de misterios, rodeada de grandes figuras que marcaron época.
Mientras México pasaba por momentos difíciles, “el sensacional y gran campeón mexicano” se convertía en una especie de héroe, en el que todos nuestros arquetipos se veían reflejados en sus triunfos consecutivos. Todos festejábamos sus inolvidables momentos de gloria.
Rodolfo Chávez González, el hermano mayor de Julio César, fue el que dio inicio a la aventura boxística de la familia y fue quien siempre lo acompañó en todo momento de su envidiable carrera.
Aquí la verdad de los mitos sobre la vida pública y privada de Julio César es revelada; en estas páginas se desnuda el alma del ídolo mexicano. Escrita de manera cruda y sin censura, esta biografía está realizada con el fin de que las próximas generaciones sean conocedoras de la verdad del boxeador más grande que dio México para el mundo.
Conozco a Rodolfo, buen amigo y quien me confió esta historia que ahora presentamos, hecha con su testimonio, con sus recuerdos y con muchas revelaciones que le hizo el gran campeón mexicano, Julio César Chávez, anécdotas y precisiones para este libro.
Por mi parte, me siento afortunado por haber convivido de cerca con el ángel que envuelve al carismático personaje. Un líder que cautivó a toda una nación. Rompiendo fronteras y paradigmas mientras su extraordinaria historia sigue dando de qué hablar.
JAVIER CUBEDO GONZÁLEZ
Cuando yo era sparring de Julio, cuando los dos practicábamos, aunque él tenía más de treinta peleas profesionales, sentía que lo dominaba, ya que lo consentía de cierta manera, no lo veía como un fuera de serie. Para mí sólo era el Cacho (así le decíamos en casa). Yo, con casi cien peleas profesionales venía de una derrota con un peleador muy duro: Ramón Avitia. Dos años más tarde se presentó la oportunidad de que Julio vengara mi derrota…
Zurdo Félix, primer entrenador de Julio César Chávez, nos dijo:
—Julio, salió un tiro para que te saques la espina y vengues a tu hermano.
—No —, le dije. Como hermano mayor de Julio César, creí que debía advertirle—. Está muy duro ese chavalo, no hay que agarrar esa pelea.
Pero Julio César dijo de inmediato:
—No, no, no, échamelo Zurdo, le voy a dar en su madre a ese cabrón.
Así era Julio mi hermano, un joven de mucho carácter que no le tenía miedo a nada ni a nadie… hasta ese momento. Aunque yo no estaba convencido de esa pelea, la tomamos y estuve en su esquina, muy nervioso por obvias razones.
Semanas más tarde, nos encontrábamos en el estadio Ángel Flores, empezando el primer round de la pelea; atacando con coraje desde un principio, como un perro rabioso al que le quitan la cadena para empezar a morder. Fue una pelea muy dura para los dos, de toma y daca. La afición de Culiacán que se daba cita en el recinto, estaba más que satisfecha por el espectáculo que estaban presenciando, ninguno de los dos peleadores retrocedían, por el contrario; para Julio no era una pelea más, quería vengarse por la derrota que su rival le había proporcionado a su hermano y demostrarme a mí y a él que era mejor. Así transcurrieron los rounds entre gritos de la afición y ese sonido que se produce entre boxeadores; como si golpearas una res con un bate de beisbol, acompañado de gemidos producidos por el esfuerzo de gladiadores. Así pasaron los rounds, hasta el sexto asalto, cuando Julio hizo desvanecer a su contrincante, dejándolo así, por más de un minuto tendido en la lona, mientras toda la afición lo felicitaba entre abrazos, palmadas y la algarabía que se produce en esos eventos. La verdad nunca esperé que ganara tan contundente; fue cuando pensé: “Algo trae este bato”, y desde ese momento dejó de ser un peleador común para mí.