Apocalipsis La Habana
(americans are coming)
Apocalipsis La Habana (americans are coming)
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Derechos reservados © 2017, respecto a la segunda edición en español, por:
© María Matienzo Puerto
© Editorial Guantanamera
ISBN: 9788417104566
ISBN eBook: 9781635031546
Producción editorial: Lantia Publishing S.L.
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Política
La Habana 'Maravillosa' que los habaneros no ven
6 de junio de 2016
La Habana recibirá el martes la placa de Ciudad Maravilla mientras sus habitantes se preguntan por qué. ¿Será por su gente? ¿Será por su arquitectura? ¿Será por las ruinas? Son los comentarios más frecuentes y, por lo general, van acompañados de un chasquido de lengua o una mueca de burla.
La categoría es resultado de un concurso de la fundación suiza New7Wonders, que entrega la placa. La Habana fue elegida en 2014, junto a La Paz (Bolivia), Beirut (Líbano), Doha (Katar), Durban (Sudáfrica), Kuala Lumpur (Malasia) y Vigan (Filipinas).
“Lo peor que tiene esta ciudad es la cantidad de gente que prefiere morderse la lengua antes que meterse en problemas”, dice Alicia, dolida por la peste y la gritería que no salen en las fotos.
“Las ves muy finas, muy pintadas y tiran, como si fueran camioneros, las latas y los papeles al piso. Si no hay cesto, métete la basura en la cartera como hago yo”, añade refiriéndose a las mujeres habaneras, pero el comportamiento caracteriza a los hombres también. “El culpable es el gobierno, pero la gente contribuye”.
“¿Normas de urbanidad? ¿Cómo se escribe eso? ¿Se comen?”, pregunta Manuel, que ha vivido siempre en Lawton, pero trabaja en La Habana Vieja. “Supongo que seamos una ciudad maravilla por lo ecléctico de la arquitectura”.
“Lo maravilloso de esta ciudad son las mujeres”, comenta un carpintero de la calle Galiano, aprovechando para piropear a una muchacha que pasa por su lado. Pero rápidamente cambia a la crítica: “La verdad es que si es maravillosa esta ciudad que está toda rota y sucia, no me imagino cómo debe ser una que no es maravillosa”.
Por suerte “la gente no ha perdido aún la necesidad de ayudar a los demás ―dice― aunque, ya sabes, es más la necesidad de ayudarte si eres extranjero o estás lindo”.
No obstante, recuerda que hace unos días hubo un fuego en la esquina de Ánimas y todos querían entrar a socorrer a los vecinos.
“En el Canal Habana salen artistas diciendo lo orgullosos que están de la ciudad, y yo los miro con un poco de asco”, dice Yosvany quien se presenta como el poeta de su barrio, aunque está vestido de albañil. “Tienen la oportunidad de criticar y no la usan. Yo también me siento orgulloso de ser habanero, pero coño, a veces tengo que concentrarme para lograrlo”.
“Entre la gente, que se ha vuelto un poco miserable, los baches, los fumigadores, la falta de agua, el calor, los mendigos, los policías, el hambre, tengo la sensación que todo lo bueno se ha ido o está por llegar, ¿quién sabe?”.
Un trabajador de ETECSA se pregunta cómo puede ser maravillosa una ciudad en la cual la basura se acumula en las esquinas diariamente, y en eso coincide con Marta quien ha viajado desde Estados Unidos después de diez años de ausencia.
“Me dijeron que las cosas habían cambiado y tenían razón, cada día a la gente le preocupa menos echar la basura en cualquier lugar y a cualquier hora como si fuera parte del ornato público”.
El trabajador de ETECSA lleva más de una semana trabajando en la misma esquina y ha visto, dice, una regularidad: “La gente tira de los balcones la jaba llena de basura con la esperanza de que caiga lejos de su casa, pero no necesariamente en el contenedor. Después vienen los buzos, que en su mayoría están locos, y rompen las jabas buscando lo mismo comida, botellas, latas que algo para vender. Y, por último, los perros callejeros, que terminan de regar la basura. A veces coinciden todos”,
Daniel, un centrohabanero de “pura cepa”, cuenta que hace unos días pasó del piropo al regaño con una muchacha “hermosísima”, pero “sucita”.
“Pasó, tiró la lata de refresco en la esquina y, cuando se lo dije con amor, me respondió: 'Yo la tiro donde quiera si, total, esta ciudad está en candela'. Mira, me indigné”, relató.
Daniel, al igual que otros, considera que si la ciudad está sucia también se debe a la indolencia de los cubanos que emigran de provincia.
“Vas a sus provincias y todo está más que limpio, nadie se atreve a tirar un papel en el piso, lo hacen aquí porque no les duele. Y eso pasa hasta con los dirigentes, que los traen de allá y que gastan el dinero que debe invertirse en la ciudad en cualquier cosa, menos en limpiarla un poco”.
“Somos una mina de oro y no lo sabemos”, considera Hilda, cuentapropista que ha tenido la oportunidad de asistir a una feria Vintage en una ciudad cercana a Barcelona. “Aquí tenemos la materia prima, todo está viejo, pues aprovechémoslo. Vamos a revivir los 50, no porque no nos quede más remedio, sino porque fue la última etapa de esplendor que ha tenido Cuba. Lo demás ha sido pura decadencia”.
“Todos quieren venir antes de que lleguen los americanos”, dice otra cuentapropista de La Habana Vieja, que vende libros y objetos viejos. “Es cómo venir al parque jurásico del socialismo, y me imagino que lo maravilloso está no solo en los almendrones, sino en descubrir cuál ha sido la fórmula de un grupo humano para sobrevivir después de la hecatombe revolucionaria. Somos la humanidad después de la apocalipsis o de la tercera guerra mundial”.
Se ríe porque cree que con lo que dice se puede hacer una novela de ciencia ficción. “Es en esencia lo que es esta ciudad: una fábula. Un lugar donde aún se llenan fosforeras como si no fueran objetos desechables, o se reparan espejuelos en una mesita hecha de cartón con un cartel escrito a mano. En pleno siglo XXI, tiene que causar curiosidad”.
Luis quiso fundar en algún momento, junto a su primo residente en Islandia, una agencia de turismo de la decadencia. Adriana está segura de que La Habana se está convirtiendo en un parque temático. Samuel piensa que no hay mejor lugar para disfrutar de lo sórdido que unas ruinas y gente “espontánea, dispuesta a darlo todo a cambio de muy poco”. Ailín cree que simplemente estamos de moda, aunque la mayoría prefiera huir en cuanto se le da la oportunidad.
Los habaneros están orgullosos de su ciudad de una manera abstracta. Muy pocos logran apreciar la arquitectura que hay debajo de varias capas de polvo o el trabajo de herrería escondido por el óxido que ha provocado el salitre.
Nancy, traductora e interprete por cuenta propia, se esfuerza por ver la belleza de la ciudad y resume lo que otros prefieren callar: “Esto es otro logro de la Revolución, que seamos capaces de no sentir nada con respecto a la ciudad o a la patria, que para el caso es lo mismo, porque Cuba es La Habana y, lo demás, áreas verdes”.
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