Alfonso Merlos - Cristina Cifuentes
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- Libro:Cristina Cifuentes
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2016
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Cristina Cifuentes: resumen, descripción y anotación
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A Marisa,
entre todas mis fantasías,
verte sonreír a mi lado es mi favorita.
Sin unos ideales éticos el periodismo puede ser divertido y tener cierto éxito pero pierde su espléndida posibilidad de ser un servicio público, incluso corre el riesgo de convertirse en un peligro para la comunidad. Es lo que sostenía Joseph Pulitzer, que equiparaba la tarea del periodista de difundir la verdad a través de un trabajo inteligente y concienzudo con la función del sol de difundir la luz.
Desde esa convicción de honestidad y coraje comenzaron a escribirse las páginas de esta sui generis biografía política, concebida como un trabajo colectivo, convertida en un crisol en el que se plasman, sintetizan y analizan visiones abiertamente humanas y contrapuestas sobre una mujer apasionada y apasionante.
No puedo más que agradecer su disposición magnífica para confesarse a todos los políticos con los que he tenido ocasión de entrevistarme en hoteles o terrazas o despachos para iluminar el personaje y el partido. A aquellos cuyos nombres y apellidos quedan reflejados y a otros (la mayoría) que por prudencia o discreción han optado por permanecer en el anonimato. Sus aportaciones a través de fructíferas conversaciones han sido vitales y esclarecedoras.
Me ha interesado acercarme a la reflexión detenida y casi íntima de colegas que disponen de un alto grado de conocimiento sobre la reciente intrahistoria del PP, algunos de cuyos nombres no quedan constancia. Otros —buenos amigos— hablan a quemarropa, como Graciano Palomo, Antonio Martín Beaumont, Pablo Iglesias, Carmen Macías, Marta Palacio, Federico Quevedo o mi tocayo Rojo.
Han sido numerosos los profesionales especializados y los compañeros de la biografiada en los últimos años que han aportado su granito de arena para completar, arista a arista, su perfil. A esa misión han ayudado, por otra parte, Fran Carrillo (la comunicación), Narciso Michavila (la sociología), Juanma Fernández (la televisión) Paloma Ramón (la morfopsicología), Óscar Elía (la ideología) o Paco Cecilio y Mapy Lorenzo (el estilismo).
Es de ley mencionar a quienes me socorrieron cuando en pleno proceso creativo, con más de doscientas páginas redactadas, descubrí con estupor el disco duro de mi portátil enteramente destruido o pulverizado, si es que hay alguna diferencia. Acudí en busca de un servicio de elite para la recuperación de datos, y me topé con César Cabanas y César García Jaramillo, de On Retrieval. La resolución del destrozo informático (una avería que se me antojaba irreversible y fatal) se aproximó al milagro y evitó el retraso en la entrega del original.
Una porción altísima del esfuerzo constante y metódico de documentación, edición y tratamiento de informaciones y entrevistas obedece al talento y el rigor de Jesús Espinosa y Pablo Valentín Gamazo, dos jóvenes con una proyección formidable en el campo del periodismo escrito y audiovisual.
A Ymelda Navajo le debo la iniciativa y el impulso para recorrer esta travesía en la que, honradamente, ha valido la pena embarcarse. También sus observaciones precisas, su intuición y su sagacidad para enfocar meses de documentación, trabajo de campo y escritura.
No puedo estar sino satisfecho del soporte que desde La Esfera de los Libros me ha proporcionado en primera persona Berenice Galaz, y con ella un magnífico equipo editorial.
Tampoco debo olvidarme, por último, de las episódicas y electrizantes sobremesas con José Luis Páramo. Su observación sobre la historia pasada y reciente de España, sobre el PP en el que militó y en el que dejó de militar, han sido el candil indispensable y preciso para situar la cartografía del centroderecha en el presente y vislumbrar su hoja de ruta en el futuro.
VOLVER A NACER
O EL VÓMITO DE LOS CONDENADOS
El ser humano atacado cuando se debate entre la vida y la muerte. Agredido y zarandeado, sin piedad y sin alma. A la extrema izquierda se le hace la boca agua. A la social y a la política. «Cuando se juegan la vida, saben que su garantía es la sanidad pública, cuando se trata de hacer negocio con los demás la privatizan». Es el tuit del entonces diputado Gaspar Llamazares. Un acto de villanía sin precedentes y rebosante de inoportunidad.
Trabajadores del hospital La Paz en manifestación, pidiendo que Cifuentes se traslade a un centro privado. Una vergüenza inenarrable. Formando un corro y coreando lemas. Las redes sociales hierven hora tras hora. La mala baba corre a raudales. Emerge la alegría por una desgracia. La raza humana en su peor expresión. Se pasa de las amenazas al deseo de muerte. Pocos de quienes vomitan sus mensajes lo hacen con nombres y apellidos. Es la regla en el imperio del anonimato, que es en tantos casos el de la cobardía.
La reacción de cariño y afecto es una ola que apaga el gamberrismo y la delincuencia en la selva de los medios sociales. Se insta a la retirada o el perdón por tanto comentario miserable e impropio, demasiados de cargos políticos, de primera o de cuarta división. Se asiste al festival de los instintos más bajos mientras una mujer, tras un fatal accidente de moto, comienza un calvario de final impredecible en la unidad de cuidados intensivos.
De Jackass a los bucaneros… pasando por ETA
«Vendemos la sanidad privada como la mejor alternativa… pero luego nos vamos cagando hostias a la pública», «no enferméis por encima de vuestras posibilidades», «Cristi NAZIfuentes», «¿tiraste de la palanca? ¿Hablas de política en la plaza? No me gustas, joven judío-flauta. Eres mi enemigo y voy a por ti. Mis tropas UIP ya están de camino a tu casa para detenerte». La diferencia entre el humor negro y la incitación al odio contra las personas es más nítida de lo que puede parecer. De la broma inaceptable a la cárcel por violentar el Código Penal hay algo más que un paso, y que dos.
La política cercana que se ha arrimado a los jóvenes —ideologías al margen—, vapuleada con saña y ferocidad. En su teclado solo estaban las palabras «rojo de mierda», «vete a Cuba», «ETA», «Paracuellos», «bloquear», «reportar». La náusea y la esvástica nazi, fotomontaje tras fotomontaje, cambiada por la gaviota.
Todo con la muerte intentando llevársela por delante. Está entrenada. Ya ha tenido que toparse de frente con un grupo de alborotadores antirecortes que la han increpado y escupido. La manada en una gimnasia de bestias que se ejercita mes tras mes en el portal de su domicilio particular. El nacimiento del abominable escrache, y una hija que se ve obligada a cancelar sus cuentas en las redes sociales por las agresiones incontenibles y sistemáticas de los bárbaros.
«¿Se sabe si el coche que embistió a Cristina Cifuentes era de Bilbao o llevaba algún CD de Mikel Erentxun? Por si ha sido la ETA lo digo…», «Cristina Cifuentes ha demostrado tener buen gusto eligiendo un BMW para accidentarse», «Cristina Cifuentes se pierde el Gran Premio de la República Checa y es duda para Silverstone», «a la señora Cristina Cifuentes le deberían decir hoy que no hay calmantes en el hospital por los recortes. Que tome su propia medicina», «nazis neoliberales que se escandalizan por los tuits irónicos acerca de Cristina Cifuentes. Ellos tan “compasivos” con los curritos en paro», «/hola soy Cristina Cifuentes y esto es Jackass!!», «Cristina Cifuentes tomando de su propia medicina, nunca mejor dicho», «Cristina Cifuentes… no problem… mala hierba nunca muere…».
Dos circunstancias confluyen. La primera, un Partido Popular contra el que se ha ejecutado de facto una estrategia de cordón sanitario que viene de tiempos de Zapatero, incluso si se hila fino de González. La segunda, una mujer de rompe y rasga que, desde sus principios y valores, ha plantado durante intensísimos meses frente a una masa amorfa autodenominada «los indignados» que, con el tiempo, desembocará en los círculos podemitas.
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