LAS ETAPAS DE la vida son ciclos que empiezan y terminan en momentos determinados. Los cierres de ciclo dan comienzo a los inicios de otros ciclos nuevos en nuestro continuo trayecto por la vida. A pesar de que la vida en nuestra condición actual es una y tiene un principio al nacer y un final al trascender, está compuesta de un gran número de eventos especiales que la hacen una vida única, especial y excepcional. Precisamente por eso es imposible escribir un manual que sirva como guía de vida a la población en general. Todos somos diferentes a pesar de parecer similares y cada uno de nosotros venimos a llevar a cabo una misión única e individual que nos ayudará a crecer espiritualmente. Ese crecimiento no se lleva a cabo de la noche al día ya que la vida misma es un proceso constante y continuo de aprendizaje.
A pesar de que los caminos son diferentes para todos, existe una variable principal que es común: la fe. Fe no como principio dogmático sino como sinónimo de creencia, convicción y confianza. Fe en uno mismo. Fe en la humanidad. Fe en el universo. Fe en el Ser Superior.
Con este libro he tratado de explicar a través de mis experiencias personales cómo es que con fe pude transformar mi vida y empezar a vivir desde una perspectiva diferente: un lugar más placentero en donde la confianza en mí misma, la aceptación de mi ser y las decisiones propias me rigen. Con fe pude comenzar de nuevo a pesar de que en ocasiones sentí que los obstáculos que se me presentaban eran realmente difíciles. Con fe aprendí a transformar la adversidad en oportunidad y a darme cuenta del verdadero privilegio que es la vida. Con Fe en mí misma he aprendido a derribar las barreras internas de ideas aprendidas y a lograr una seguridad que da valor e integridad a mi vida. Con fe estoy aprendiendo a balancear mi vida enriqueciéndome aun mientras cultivo mi parte creativa.
Tú también puedes hacerlo. Lo único que necesitas es crear conciencia de que tu vida te pertenece a ti y únicamente tú darás cuenta por ella al final de tu trayecto.
CON FE puedes lograr lo que te propones. CON FE se vive a plenitud.
MI “NUEVA VIDA” comenzó casi a los cuarenta años de edad y después de una fuerte sacudida en donde me di cuenta por primera vez de la fragilidad de la vida. Hasta ese entonces había tenido una vida interesante, profesionalmente exitosa con sus altos y bajos, más o menos estable y, en general, lo que caracterizaría como la vida típica de quien vive por vivir.
Mi infancia la pasé en la Ciudad de México, lugar en donde nací, y nunca me cambié de casa hasta que cumplí los dieciocho años de edad y repentinamente mis padres decidieron mudarse a los Estados Unidos. La transición inicial fue difícil pues había crecido muy sobreprotegida y, a pesar de mi edad, era muy inocente y sabía poco de la vida. Me casé por primera vez más bien por complacer a mi familia que por amor, aunque también porque se me habían comenzado a “alborotar las hormonas” y “debía casarme virgen”. Los años transcurrieron y con ellos nuevos trabajos, nuevas ciudades, nuevos retos profesionales, dos hijos maravillosos y dos ex maridos. Viví experiencias de todo tipo, algunas de las cuales hablaré más adelante.
Pero en febrero de 2001 mi vida cambió radicalmente.
FUI DIAGNOSTICADA CON cáncer de seno en estado tres, es decir, avanzado. Nunca me hubiera imaginado que a los treinta y ocho años de edad iba a enfrentarme de golpe con la realidad de que mi vida podría llegar a su fin mucho antes de lo que había supuesto. Estaba atravesando un par de años difíciles, por un nuevo divorcio, un nuevo estado de “madre soltera” con dos hijos pequeños que dependían totalmente de mí y un trabajo inestable, entre otras cosas, pero me sentía llena de vida y mirándome ante el espejo me parecía estarlo. En mi familia no habíamos tenido casos de cáncer de seno así que ni remotamente podría haberme imaginado que mientras yo me preocupaba por triunfar para poder salir adelante con mis hijos, mi cuerpo estaba siendo invadido por ese tirano llamado cáncer que cada día, sin yo saberlo, me acercaba más a la muerte.
Los dos años previos a mi diagnóstico habían sido particularmente duros tanto física como emocionalmente, ya que fueron años de nuevos comienzos y los nuevos comienzos por exitantes que parezcan representan cambios. Me había divorciado del padre de mis hijos después de diez años de relación (los cuales pasaron como si hubieran sido diez minutos ¡pero debajo del agua!), y me había mudado de San Antonio, TX, a Miami, FL, con los niños en busca de una “nueva vida”. Había trabajado incansablemente para podernos mantener pues mi situación económica era precaria. Estaba tan enfocada en salir adelante profesionalmente hablando que prácticamente se me había olvidado gozar la vida. A pesar de mis grandes esfuerzos para mejorar nuestra situación económica, no era fácil empezar otra vez prácticamente sin nada y con dos hijos pequeños que dependían de mí en todo sentido. En Miami no teníamos familia y estabamos empezando a conocer amigos tanto por medio de mis trabajos como por la escuela de mis hijos. A veces me sentía muy sola y agobiada por tanta responsabilidad pero estaba tranquila con mi decisión de vivir lejos de mi ex marido con mis hijos, pues es mejor estar sola que vivir con alguien y sentirse abandonada. Por eso mismo estaba totalmente enfocada en trabajar primeramente para mantener la casa, y segundo para empezar a ascender económicamente hablando pues habíamos comenzado nuestra nueva vida únicamente con lo básico.
Mi prioridad siempre han sido mis hijos y, al quedarme a cargo de su custodia, le di otro giro a mi carrera profesional y en lugar de regresar a la televisión como presentadora de noticias decidí empezar a trabajar conduciendo programas infantiles para poder pasar más tiempo con ellos. Aunque los niños iban a la escuela durante el día, cuando salían los llevaba a los estudios de grabación conmigo en donde pasábamos el resto del día. Primero hacía una pausa en mi trabajo para ayudarlos con sus tareas de la escuela y darles de comer. Después todos juntos “trabajábamos” en las grabaciones o en las ediciones del programa. Durante meses tuve la misma rutina: levantarme muy temprano, preparar el desayuno, arreglarme y alistar a los niños, llevarlos a la escuela, seguir a la productora, trabajar todo el día y volver a la casa ya entrada la noche y dicho sea de paso, agotada. Para “maximizar” mis horas de trabajo adapté una de las oficinas como cuarto de “juegos” para mis hijos, así que si llegaba la noche y yo aún no había terminado de trabajar, ellos podían recostarse en el sofá cama que les había puesto ahí. Estaba tan ocupada que sentía que no me alcanzaban las horas del día lo cual me inquietaba y me producía mucho estrés. Además de trabajar tiempo completo en la productora era madre soltera y ama de casa así que tenía que ingeniármelas como podía para cumplir con todas mis “obligaciones” cada día. Dejé de hacer las cosas que tanto me gustaban como tocar la guitarra, escribir poemas, componer canciones, leer libros, escuchar música, contemplar el paisaje y darme baños en la tina. Mi vida se había convertido en un traqueteo que no cesaba jamás. Vivía tan angustiada por ganar lo suficiente para pagar las cuentas y mejorar nuestra “calidad” de vida que no me había dado cuenta de que estaba tan ocupada “viviendo” que se me estaba olvidando vivir.