Annotation
¿Ensayo de andar por casa o manual de negocios? Ni una cosa ni otra. 'Buenos días pereza' pretende decir por fin la verdad, toda la verdad, no la que algunos quieren hacernos creer. Aquí está: hoy en día ya nadie cree en la empresa. Por mucho que se esconda, la desmotivación es propia de todos los trabajadores del mundo, que, como bufones de una máquina absurda y grotesca, sólo desean una cosa: cobrar su sueldo a fin de mes. Si la realidad es ésta ¿qué hay que hacer? Sobre todo, NADA, afirma este libro. Seamos individualistas e ineficaces y hagamos lo mínimo posible, mientras aguardamos la buena nueva: que todo este sistema se hunda. 'Buenos días pereza' sólo tiene un objetivo activo: desmoralizarnos, en el sentido de que no tengamos ningún escrúpulo con la empresa. Nos ayuda a utilizarla, ya que hasta ahora ha sido ella la que se ha aprovechado de nosotros. Y nos explica cómo se puede minar el sistema desde el interior sin que se note. Cínico y provocador, este libro describe la realidad actual del mundo laboral y establece una estrategia de supervivencia en un mundo, el de la empresa, absurdo y despiadado.
BUENOS DÍAS, PEREZA
¿Ensayo de andar por casa o manual de negocios? Ni una cosa ni otra. 'Buenos días pereza' pretende decir por fin la verdad, toda la verdad, no la que algunos quieren hacernos creer. Aquí está: hoy en día ya nadie cree en la empresa. Por mucho que se esconda, la desmotivación es propia de todos los trabajadores del mundo, que, como bufones de una máquina absurda y grotesca, sólo desean una cosa: cobrar su sueldo a fin de mes. Si la realidad es ésta ¿qué hay que hacer? Sobre todo, NADA, afirma este libro. Seamos individualistas e ineficaces y hagamos lo mínimo posible, mientras aguardamos la buena nueva: que todo este sistema se hunda. 'Buenos días pereza' sólo tiene un objetivo activo: desmoralizarnos, en el sentido de que no tengamos ningún escrúpulo con la empresa. Nos ayuda a utilizarla, ya que hasta ahora ha sido ella la que se ha aprovechado de nosotros. Y nos explica cómo se puede minar el sistema desde el interior sin que se note. Cínico y provocador, este libro describe la realidad actual del mundo laboral y establece una estrategia de supervivencia en un mundo, el de la empresa, absurdo y despiadado.
Corinne Maier
Buenos días pereza
Estrategias para sobrevivir en el trabajo
Título Original: Bonjour paresse
Corinne Maier, noviembre de 2004.
Traductor: Zoraida de Torres Burgos
Ediciones Península
Colección: Atalaya
ISBN: 9788483076453
La expresión l'entreprise [la empresa] no es bonita. Comienza con lente [liendre],el huevo del piojo. Termina con prise [conquista], como si hubiera algo sometido, como si se decretara una ocupación. Y entre una y otra cosa, ese re que no suena como una risa sino como un rot [eructo]. En resumen, la empresa está sometida a la ocupación de los parásitos.
ROLAND BARTHES
«Pastiche», 1963, inédito
Introducción
LA EMPRESA NO ES UN HUMANISMO
«Nunca trabajes», decía Guy Debord, el filósofo situacionista. Es un proyecto maravilloso, pero difícil de llevar a la práctica. Por eso tantas personas están contratadas por alguna compañía; durante mucho tiempo, la empresa, sobre todo la gran empresa, ha sido una generosa creadora de empleo. Curiosamente, el universo empresarial nos sigue pareciendo misterioso: ¿será quizás un asunto tabú? Hablemos de la empresa, por una vez sin falsos pretextos y sin retórica hueca.
¡Oídme bien, ejecutivos medios de las grandes sociedades! Este libro provocador pretende «desmoralizaros», en el sentido de haceros perder la moral. Os ayudará a utilizar en vuestro provecho la empresa que os emplea, a diferencia de lo que ocurría hasta ahora, que era ella la que se aprovechaba de vosotros. Os explicará por qué trabajar lo menos posible redunda en vuestro interés y cómo se puede minar el sistema desde en interior sin que se note.
¿Es cínico Buenos días, pereza? Sí, lo es deliberadamente, pero no olvidemos que la empresa no es un humanismo, No nos desea ningún bien y no respeta los valores que predica, como demuestran los escándalos financieros que inundan las noticias y los numerosos «planes sociales» que entran en vigor para mitigar los efectos de despidos masivos. El mundo empresarial no es cosa de risa, excepto cuando alguien, como es muestro caso, opta por reírse de él.
¿ES EL DESENCANTO LA SOLUCIÓN DE LA EMPRESA?
Millones de personas trabajan contratadas por empresas, pero su universo es opaco. Sucede que quienes más hablan de la empresa, y me refiero a los profesores universitarios.
Sin embargo, ha habido algunas voces que se han atrevido a hablar de la empresa tal como es realmente. Abrió la vía el género de la novela romántica, que no vaciló en utilizar como telón de fondo las pasillos enmoquetados de Arthur Andersen (que quebró en 2002) o la Toru Gan (que parece inderribable), el rascacielos del distrito parisino de La Défense. La cosa tiene mérito, teniendo en cuenta lo difícil que resulta imaginar a Romeo y Julieta hablando de cash flow o de management, cerrando expedientes, ideando joint-ventures, calculando sinergias o trazando organigramas. Lo cierto es que la empresa no suele ser escenario de pasiones nobles como el coraje, la generosidad o la entrega abnegada al bien público. No nos hace soñar. Y sin embargo... Si la empresa no es el principal lugar que reúne a las personas que dedican su energía a hacer cosas de verdad, ¿por qué tantos licenciados universitarios ponen su talento al servicio de una compañía, preferiblemente grande?
Yo misma, cuando empecé a trabajar, pensaba que el mundo empresarial iba viento en popa y aunaba en un mismo movimiento los valores de la ascensión social y el espíritu libertario de Mayo del 68. Pero no tardé en desilusionarme. Ya llevo muchos años en este entorno y he tenido tiempo de comprender que nos habían mentido. He visto que el universo de la empresa no tiene nada de «jijí jajá»: además de ser aburrido, es potencialmente cruel. Su verdadero rostro se hizo visible en el momento en que estalló la burbuja de Internet y los periódicos hicieron su agosto con las noticias de escándalos financieros. La caída de las cotizaciones de Vivendi, France Télécom, Alcatel y otras compañías echó sal en las heridas porque arruinó el patrimonio de miles de accionistas asalariados, que hasta entonces habían confiado cándidamente en el agresivo discurso de sus jefes. Pero lo peor fue la catástrofe de 2003, que puso de manifiesto la cara negra de la empresa y que provocó que se multiplicaran los planes de despido: STMicroelectronics, Alcatel, Matra, Schnider Electric...
La empresa está acabada. Hay que rendirse a la evidencia: ya no es el lugar del éxito. El ascensor social está bloqueado. Los títulos académicos ya no proporcionan tanta seguridad como antes, las jubilaciones se encuentran amenazadas y la carrera profesional ha dejado de estar garantizada. Queda lejos la década de los sesenta, con su entusiasmo por el progreso y sus carreras aseguradas. Soplan otros vientos y, para huir de ellos, miles de universitarios sobradamente preparados empiezan a mendigar oscuros empleos de chupatintas en la Administración.
De hecho, el mundo empresarial ya no ofrece demasiadas posibilidades de proyectarse hacia el futuro: a las generaciones que vienen detrás nuestro se les exigirán todavía más títulos para ocupar puestos aún menos valorados y llevar a cabo tareas menos motivadoras. Tengo un hijo y una hija y ya se lo he advertido: «Niños, cuando seáis mayores, nunca trabajéis para una empresa. ¡Nunca! ¡Nos daríais un disgusto muy grande a vuestro padre y a mí».