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M i padre fue un hombre bueno en medio de las personas malas que son parte de este mundo y también de algunas organizaciones. Fue un joven predicador que tuvo pasión por Dios, fue un amoroso pastor, amante de la gente, de su esposa y de sus once hijos. Cuando miro su vida y la mía, creo que él podría decir que en mí se está repitiendo gran parte de su historia. Nuestras vidas han sido muy similares y se sigue dando este mismo proceso.
En pocas ocasiones encontramos a personas cuyas vidas tienen algunas similitudes con las nuestras. En algunos casos, pareciera que nuestra historia se repitiera; y debido a que la historia de uno es impactante, y ha permitido convertirnos en una persona feliz, uno anhela de todo corazón que esa historia se vuelva a repetir.
Algunos de ustedes ya conocen que soy un hijo de pastor que nació en la vida de la iglesia y ha permanecido en ella toda su vida. Muchos de ustedes conocen mi pasión por Dios, por la vida de la congregación y por el estudio de la Palabra de Dios.
También les puedo decir con dolor que he cometido fallas y pecados en mi vida; pero ellos no han impedido mi continuo crecimiento en la vida cristiana y en mi liderazgo. Les puedo decir con gran orgullo que por la gracia de Dios he sido maestro de niños, un buen estudiante, respetuoso de mis padres, predicador desde los quince años y una ayuda para el ministerio de mi padre, el Pastor Lino Hormachea Rojas, durante los veintiún años que tuve el privilegio de vivir a su lado.
He sido un predicador del evangelio en los pueblos y ciudades de mi país. He predicado a pie por las calles de mi ciudad, y realizado giras de evangelización como un ciclista de la iglesia; y tengo la alegría de observar la vida de otros miembros de mi familia en que esta hermosa historia de amor por Dios y dedicación se está repitiendo. A esos dos miembros de mi familia dedico este libro.
Cómo ser padres buenos en un mundo malo lo he dedicado a mi hermano Raúl, un padre que eligió ser bueno, y a mi sobrino, su hijo Diego Andrés, quien ha elegido vivir como un hijo bueno. Mi hermano y su hijo no son perfectos, pero han elegido vivir una buena vida en un mundo malo.
Mi hermano Raúl no sólo es el padre de Diego, sino también su pastor. Raúl también ha sido maestro de niños, director de jóvenes, predicador a pie y en bicicleta, y hoy es un joven pastor que tiene pasión por Dios, amor por su esposa y por su hija e hijo.
Dieguito, mi sobrino, a sus quince años, no sólo es un buen hijo que ha rechazado las cosas malas de este mundo malo. Él no sólo ha rechazado las relaciones sexuales prematrimoniales, las drogas y toda dependencia, sino que por los consejos de su padre, y los valores bíblicos aprendidos, ha decidido vivir una vida de excelencia. Dieguito aprendió de su padre, y ha decidido ser un buen predicador; y tal como yo, tal como su padre, no sólo ha predicado a pie y en bicicleta en lugares diferentes, sino que también vive honrando a Dios, siendo un buen mayordomo de su vida y honrando a sus padres, pues es un alumno sobresaliente.
En el año 2007, Dieguito obtuvo el más alto promedio de calificaciones escolares que se puede obtener en Chile. Su nota promedio fue un excelente siete; y además, fue elegido el mejor compañero del segundo año medio del Colegio Rubén Castro en la ciudad de Viña del Mar. Por ser un padre bueno y por ser un hijo bueno en un mundo malo, dedico este libro al bebe de nuestro familia, mi hermanito menor, el pastor Raúl Hormachea, y a mi sobrinito Dieguito, quien por su pasión por Dios y compasión por la familia, no sólo va camino a ser un excelente líder cristiano, sino también, un padre bueno en un mundo malo.
U n sincero agradecimiento a Ricardo y Elenita Broach quienes nacieron en Estados Unidos, pero se convirtieron en ecuatorianos de corazón. Ellos dedicaron su vida a servir como misioneros en Radio HCJB, la voz de los Andes. Ricardo partió de este mundo dejando un ejemplo digno de ser imitado y Elenita sigue sirviendo con amor a pesar de que podría estar disfrutando un merecido retiro.
En el año 1974 llegamos jovencitos a Ecuador y cuando necesitábamos padres buenos que nos amaran, Ricardo y Elenita nos aceptaron como hijos a mi esposa Nancy y a mí. Fue hermoso y constructivo tener no sólo su cariño, sino también, su amor y comprensión.
Gracias Ricardo, seguramente ya conociste a mi padre pues están juntos allá donde algún día cuando dejemos de ministrar y amar a las personas en este mundo, nosotros también estaremos.
En los momentos de conflictos con mis hijos y cuando no comprendía que Dios no nos ordena tener hijos buenos, sino ser padres buenos a pesar de las malas elecciones de nuestros hijos, ustedes estuvieron junto a nosotros. Gracias Elenita porque cuando otros nos condenaron por los errores y pecados de mis hijos, ustedes nos amaron y nos apoyaron. Gracias por tantos momentos de amistad y alegría, por compartir juntos nuestro ministerio y porque juntos formamos un gran equipo que por muchos años bendijo a muchos ecuatorianos. Cuando dejamos a nuestros padres en Chile, ustedes se convirtieron en padres buenos que nos ayudaron a ser personas buenas. Los amamos.
N o hay forma de asegurarle que aunque enseñe a sus hijos todos los principios bíblicos y los más altos valores morales, ellos van a decidirse a vivir en forma correcta. Lo que sí se le puede garantizar que si hace lo correcto y es un padre bueno y sus hijos eligen lo malo, usted tendrá la paz de haber hecho lo correcto.
Cada libro que escribo me presenta un serio desafío. Quiero ser honesto, profundamente bíblico, sencillo y práctico. Éste que usted tiene en sus manos no es la excepción. En él compartiré algunos principios esenciales basados en los valores cristianos que profeso. Debo decirle que estos principios funcionan. Seguro y comprobado. He escuchado muchos testimonios que indican que han servido y otra gran prueba de su efectividad es que la constante lucha por aplicar estas verdades a mi vida me ha convertido en un hombre feliz. Mi experiencia confirma que estos principios, al ser aplicados sabiamente, permitirán al padre y a sus hijos no solamente tener una conversación verdadera, sino también les otorgará el potencial de aprender a vivir una vida de amor y respeto basada en una alta moralidad.