Annotation
Ninguna persona, joven: o adulta, puede prescindir de las relaciones sociales que la vida cotidiana nos impone: saludar, hablar por teléfono, escribir cartas, atender a nuestros invitados... y las mí1 y una situaciones de la convivencia.— Para todas esas situaciones existen unas reglas de urbanidad que es imprescindible conocer ' y practicar. Los buenos modales interesan a todos porque reflejan la educación de las personas.Por encima de cualquier convencionalismo, son detalles de cortesía que facilitan la convivencia y hacen más agradable el trato con quienes nos rodean.El autor de este libro ofrece de manera breve y sencilla, una valiosa ayuda para saber estar, con naturalidad, cualquier situación y momento.
Rafael Gómez Pérez
EL ABC DE LAS BUENAS COSTUMBRES
Directora Editorial: Isabel Merino
1994 by EDITORIAL EL DRAC, S.L.
Andrés Mellado 9, Madrid.
O 1994 by Rafael Gómez Pérez
ISBN: 84-88893-03-5
Depósito legal: M. 29.204— 1994
Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Huertas, S. A.
Impreso en España— Printed in Spain
Introducción
Este es un libro que no te va a defraudar. Adquirir buenas costumbres es ser más y mejor, cosa que nunca está de sobra en los tiempos que corren, cuando hay tanto paro.
¿Que qué es una buena costumbre? Un modo de hacer permanente que permite realizar lo que se quiere y, además, quedar bien. En serio, una buena costumbre es aquello que todos queremos que los demás tengan con nosotros.
Una familia, un grupo de amigos, una empresa, una sociedad donde hay mucha gente con buenas costumbres es una familia, un grupo de amigos, una empresa, una sociedad en la que da gusto estar.
A continuación puedes ver unas veinte buenas costumbres.
Perdérselas sería una lástima. Conseguirlas es un éxito.
Jugar y ganar.
1. Trabajar bien
"Días de trabajo, únicos en los que he vivido". Esta frase de Alfred de Musset, escritor romántico, ha sido muy citada. Como esta otra, de Karl Marx: "El trabajo es el hombre".
Eran cosas sabidas desde antiguo. En la Biblia, en el primer libro, se dice que Dios creó al hombre y lo puso en el jardín del Edén, "para que trabajara". No para el ocio, ni para la vagancia. Para el trabajo.
En el libro de Job, también de la Biblia, se dice, según una antigua traducción, que "el hombre nace para trabajar como el ave para volar'.
El trabajo es algo propio del hombre. Ni los ángeles ni los animales necesitan trabajar. Los ángeles porque son puro espíritu; los animales porque no tienen espíritu racional, no pueden elegir trabajar. El hombre sí puede no trabajar.
De hecho, cuánta gente hay que no trabaja. No porque estén en paro, sino porque, aun teniendo ocupación, no se ocupan de verdad.
Trabajo y libertad
Si el trabajo fuera una necesidad, no habría vagos. Pero el número de los vagos es mucho más numeroso que el de los tontos, y eso demuestra que el trabajo ha de ser libre y elegido.
Trabajo es sinónimo de esfuerzo, de control, de dominio sobre las técnicas. Pero nada de eso está reñido con la libertad. Ahí está, por ejemplo, la ejecución de una obra sinfónica, con un amplio conjunto de instrumentos. Para que suene bien, todo ha de estar trabajado, trabado, ensayado, repetido muchas veces hasta coger el pliegue de cada detalle. Para que pueda sonar como lo más espiritual ha de ser perfecto en lo material.
Tenía razón Strawinski, uno de los grandes músicos del siglo xx, al escribir: "El arte, cuanto más controlado, limitado y trabajado, más libre es".
La sociedad de hoy, como la de otros tiempos, no es capaz de asegurar que cada persona trabaje en aquello para lo que está más dotada y prefiere. Ni siquiera asegura un trabajo, cualquier trabajo. Y es que la Tierra no ha sido nunca ni será un paraíso. Hay que hacer de la necesidad virtud. Por eso, este es un buen consejo, que merece la pena retener: "si no trabajas en lo que te gusta, procura que te guste aquello en lo que trabajas".
Hay una cierta inercia en todo trabajo. Casi nada gusta al principio. Casi todo necesita una "entrada", que suele ser difícil, repetitiva y aburrida. Pasa mucho con el trabajo de leer. Casi nunca un libro "te coge" desde la primera página.
Pero si se aguanta el esfuerzo inicial, muchos libros te "agarran" y no te "sueltan". El trabajo puesto al principio se convierte en otro tipo de trabajo: gustoso y agradecido.
No es un castigo
En una zarzuela se canta eso de "¡Ay, ay, ay, ay! ¡Qué trabajos nos manda el Señor, levantarse y volverse a agachar...!"
Existe por ahí la idea de que el trabajo es una especie de castigo. Gente que no cree en nada piensa, sin embargo, que lo de la Biblia, lo que Dios dice al hombre, "trabajarás con el sudor de tu frente", es una condena, un castigo.
Los hombres pueden convertir el trabajo en castigo (los trabajos forzados, los trabajos en condiciones inhumanas e indignas del hombre, los trabajos injustamente remunerados...), pero el trabajo en sí mismo no es un castigo. Suelen ser duras las condiciones del trabajo, pero cuando el trabajo es realizado en un buen clima se convierte en la verdadera vida humana.
El cansancio viene del trabajo, sea éste manual o mental, aunque los dos están muy relacionados. Pero el cansancio y la dificultad no son signos de castigo. En el deporte hecho por gusto hay dificultad y hay cansancio, y no se entiende como castigo sino como diversión.
El trabajo bien realizado es satisfacción y gozo.
Vagancia crónica
El mayor enemigo del trabajo es esa resistencia a "ponerse", a empezar, a salir de la inercia. Cuanto más se cede a la vagancia más crónica se vuelve. Y más cuesta empezar.
No es cosa de hoy. Hesíodo, poeta griego del siglo VIII antes de Cristo, escribe el libro Los trabajos y los días, en parte para animar a su hermano a que se deje de riñas inútiles, que no busque la discusión y la pelea y se dedique a trabajar. Hesíodo es muy claro y conocía ya bien el paño: cuanto menos se trabaje, peor parecerá lo ajeno, más se pensará que uno o una es maltratado o maltratada.
Es curioso: el que no trabaja suele además, pensar, que las cosas se le tienen que dar gratis. Y es que la vagancia crónica crea una mentalidad deformada, la consolidación de la pérdida de tiempo (ver Aprovechar el tiempo).
Condiciones del buen trabajo
Cualquier trabajo supone un cierto conocimiento del funcionamiento de los recursos naturales y de las posibilidades de las personas. Las cosas —cosas en un sentido muy amplio— pueden ser naturales (elementos químicos, piedras, plantas, animales) y artificiales: los objetos fabricados por el hombre o los servicios inventados por él. Y cualquier trabajo implica un conocimiento de las personas, porque son las únicas que trabajan en el sentido propio.
Los trabajos son más difíciles y complejos según la complejidad de las leyes de funcionamiento de las cosas y de las personas. No es lo mismo el trabajo de arreglar un enchufe que el de reparar una avería de un ordenador. No es lo mismo curar un callo que operar de cataratas. No es lo mismo escribir un recibo que un poema destinado a durar siglos y siglos.
Los trabajos se distinguen por esa dificultad o complejidad. Pero mayor complejidad no significa mayor dignidad.
No es más digno el trabajo de un cirujano que el de un camillero. No es más digno el trabajo de un diputado que el de un conserje del Congreso. La dignidad es algo que merece o no la persona, sea quien sea, trabaje en lo que trabaje.