ÍNDICE
Capítulo 2
Las raíces del flamboyán
Capítulo 3
El sonido del gong
Capítulo 4
Más rápido que la luz
Capítulo 5
La ortografía de la vida
Capítulo 6
Una triste cita
Capítulo 7
Aquí y ahora
Sugerencias para padres, maestros
y terapeutas emocionales
De todas las historias del mundo, para mí
la más hermosa es la de los Tres Reyes Magos.
Uno de ellos me ha traído inspiración: Bernardo.
Eduardo me trajo la alegría de su amor y el tercero,
Luis Alberto, su sabiduría.
Luis, mi amor,
tu bondad es la estrella que nos guía a todos.
Mami,
me lleno la boca de decir tu nombre
y saber que conoces esta historia.
C ada vez que alguien me pregunta para qué escribo libros si los libros están a punto de morir, le doy las gracias. Sin darse cuenta, esa persona está asegurando que, de alguna manera, los libros son algo vivo. Eso es lo primero en lo que pienso cuando leo a Gaby Pérez Islas, Gaby Tanatóloga, ya que con ella, las palabras de repente brincan de un lugar a otro sin avisarnos y ¡tómala!, nos dan una sacudida al corazón o nos cierran de repente la garganta. Libros así son los que valen la pena leerse, pues nos recuerdan que detrás de las páginas está alguien capaz de poner por escrito lo que nosotros ya sabíamos, o intuíamos, pero que no habíamos articulado. Los libros siempre serán una maravillosa opción para conocer nuevas y diferentes formas de pensar que pueden ayudarnos a ver la vida diferente.
¿Cuántas veces nos hemos topado con un libro que asegura que nos va a cambiar la vida? Lo que yo siempre digo es: ¡Cuidado con todo lo que se anuncie como una aspiradora! En cambio, libros como los de Gaby Pérez Islas —este ya es el cuarto— no pretenden darnos soluciones mágicas para todo, sino regalarnos un nuevo vocabulario para que nosotros completemos nuestros propios enunciados. Eso ocurre en Cómo curar un corazón roto (2011), Elige no tener miedo (2013) —que presentamos juntos en la FIL Monterrey—, y Viajar por la vida (2015), obras que al final de cada capítulo dejaban un espacio de reflexión para que el lector sacara la pluma y completara los ejercicios. Sólo así, parecía decirnos Gaby, se cierra ese círculo tan íntimo que es la lectura sobre la vida propia. Sus libros, conferencias, participaciones en radio y sus conocidos “Tanatotips” en YouTube son una plática uno a uno con Gaby que, desde su escritorio, nos habla sobre “la vida”. ¡La vida es para los vivos!
Admiro a mi amiga Gaby Pérez Islas por esa capacidad que tiene para hablar de temas trascendentes de una manera coloquial, con valor y una facilidad que solamente puede ser expresada cuando se habla desde el alma, desde el corazón. Gaby se atrevió a hacer algo distinto. En esta ocasión nos presenta La niña a la que se le vino el mundo encima ; ahora el libro es un cuento largo o una novela corta. En este caso no hay líneas en blanco, sino puntos suspensivos. Ahora nos toca a nosotros averiguar de qué se trata esta historia; qué nos dice, aunque no seamos niños, porque a todos en algún punto se nos ha venido el mundo encima.
Sería un gravísimo error si les contara de qué se trata la historia, pero también sería imperdonable que no les dijera que me atrapó desde el primer momento, me llevó en una montaña rusa y, cuando me bajé, quise volver a subirme aunque tuviera que repetir la fila. Solamente voy a decir que ésta es quizá una de las mejores maneras para acercarse a la Tanatología, esa palabra que a todos nos mueve un poco el tapete.
¿A qué nos referimos cuando decimos Tanatología? Gaby Pérez Islas lo ha explicado muchas veces: aunque la palabra venga del griego y parece que habla sobre la muerte, las palabras se mueven y son caprichosas. La Tanatología ni es griega ni habla de la muerte, sino de la vida. De cómo vivir nuestra vida de una manera más plena, cómo soltar los obstáculos que entorpecen nuestro camino en lugar de ayudarnos a construirlo, cómo enfrentarnos al dolor y a las pérdidas y cómo responder cuando de repente se nos viene el mundo encima.
El mejor ejemplo está en Karen, la protagonista de este libro maravilloso, quien nos demuestra que, con la actitud correcta, hasta una niña es capaz de sostener el peso del planeta y, después, tenerlo en la palma de su mano.
Lector: te quiero invitar a que vivas esta gran aventura y que disfrutes un excelente libro que te cautivará de principio a fin.
Dr. César Lozano
Escritor, conferencista, conductor
de radio y televisión.
E stás a punto de comenzar a leer una historia que inicia en el papel y acabará inserta en tu vida. Te pido como narradora que te dejes envolver por estos eventos mágicos, que despiertes a esa niña o a ese joven que aún vive en ti y te permitas sentir de nuevo. Lo que aquí encontrarás lo has buscado siempre.
Siempre es una palabra de siete letras pero muy, muy larga. Tan larga, que nadie alcanza a verla por completo. Otras palabras, como adiós y perdón, son mucho más cortas y más fáciles de visualizar.
Karen, la protagonista de esta historia, es una niña de tan sólo 14 años con un don muy especial. Ella puede ver palabras; pero no las escritas en un texto, como cualquiera: ella las ve impresas en la cara de las personas, en los hechos mismos o en las cosas. Si conoce a un adulto y lee en su cara Desconfía , no se acerca. Si se topa con un perrito callejero y lee en él No me toques , hace caso de esa advertencia y lo deja pasar sin una caricia.
Esta extraña habilidad la descubrió en su vida tan pronto como conoció el mundo de las letras. En la escuela apenas le enseñaban a delinear los trazos de las vocales y ella ya podía verlas escritas en las cosas. E en un escalera, A en su abrigo, O en un osito de peluche y así con todo. La vida empezó a tornarse un extenso y divertido libro que ella podía descifrar con bastante facilidad.
Como pasa con los atributos especiales, quien los posee piensa que todos pueden hacer lo mismo. Ella creía que sus compañeros veían las mismas letras y luego palabras escritas por todos lados. No había manera de sentirse sola cuando en su cama leía Paz, y en su almohada, Dulces sueños . Pero poco a poco fue dándose cuenta de que a los demás no les ocurría esto y, ante la cara de extrañeza de sus amigas cuando ella les hacía ver el maravilloso letrero que ciertas maestras tenían sobre la cabeza, Karen dejó de contarlo y sacrificó la emoción de compartirlo a cambio de algo que también le resultaba muy importante: pertenecer al grupo. Esto lo hacen muchos jóvenes, niños o niñas que esconden lo extraordinarios que son para parecerse a los demás y camuflarse entre los colores grises del grupo social. El precio de esconder quién eres es muy alto; se paga con soledad, con incomprensión y con muchos nudos en la garganta formados de palabras que se ahogan por no poder salir.
Karen, que era una niña de una alegría contagiosa e irresistible, poco a poco fue resbalándose en un mundo de silencio y duda. Ya no sabía si cuando leía un libro las palabras ahí expuestas eran las accesibles a todos o eran sólo los mensajes que ella intuía. Se volvió callada y más introvertida, pero sus padres no le dieron importancia, pues atravesaba por esa etapa que es conocida como la adolescencia y durante la cual toda muestra de rareza resulta normal.
Les contaré un poco más acerca de la familia de Karen. Los Kratz vivían en Hoy, un pueblo que se había ganado el título oficial de mágico: un lugar pintoresco que recibía dinero del gobierno para que conservara sus calles y monumentos históricos. Las casitas eran todas de un solo nivel. No había edificios y se tenían que respetar los colores asignados para dar uniformidad y colorido a las calles.