Introducción
Están clavadas dos tardes. Que no te la den con queso en economía
¿Serviría de algo si, a estas alturas, afirmara que nunca dije que enseñaría economía a José Luís Rodríguez Zapatero ZP en dos tardes? De aquella conversación entre ZP y yo, captada por unos micrófonos supuestamente apagados pero, en realidad, encendidos, lo que menos me preocupó, entonces, era lo de las dos tardes. De hecho, en la crónica de El Mundo que citaré, se hace referencia a que bromeábamos «sobre la polémica relativa al fichaje de Miguel Sebastián como asesor económico del Partido Socialista». De eso iba la cosa.
Primero, el contexto. Era finales de septiembre del año 2003 y acudíamos a una charla con el Grupo Parlamentario Socialista tras una reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE bastante «conflictiva». Tanto, que yo no quería asistir y sólo lo hice cuando ZP pasó por mi despacho de la tercera planta de Ferraz para obligarme a acompañarle en su coche. El motivo de la discusión había sido, era y fue todavía luego, su decisión de apartarme de la dirección de la parte económica del programa electoral para encargársela a Miguel Sebastián, que formaba parte de los grupos de trabajo organizados desde mi Secretaría de Economía y Empleo de la CEF y que acababa de ser despedido de su puesto de jefe de Estudios del BBVA.
Este asunto significaba una desautorización a mi labor como responsable de Economía del PSOE y su portavoz parlamentario, que yo consideré totalmente injustificada, hasta el punto que presenté mi dimisión al Secretario General sin que éste la aceptara, pidiéndome, además, que siguiera ayudando desde mi puesto, cosa que hice.
La tensión entre ambos era máxima en ese momento, razón por la cual, cuando nos dijeron que se había oído parte de la conversación privada que mantuvimos, yo me quedé muy preocupado, pero en absoluto por lo de las «dos tardes», que me parecía una anécdota menor, sino por lo que dije sobre ese asunto y, sobre todo, por lo que pude haber dicho en el contexto de cinco días de debates entre ambos sobre la cuestión.
Segundo, lo dicho. Se trataba de una exposición a los diputados y senadores socialistas en la que anticipábamos nuestra alternativa presupuestaria, días antes de que el gobierno de Aznar hiciera pública la suya. Recuerdo que lo habíamos preparado con un grupo reducido de economistas que nos ayudaban porque ya se había tomado la decisión de que el debate presupuestario lo haría el propio Zapatero.
Según consta en El Mundo del 24 de septiembre de 2003 bajo el titular «Jordi Sevilla corrige a Zapatero en una conversación privada captada por los micrófonos de la prensa», en otros medios de comunicación y en la propia cinta televisiva, la conversación textual fue la siguiente:
Jordi: Esto es fácil, a no ser que quieras hacer una tesis doctoral .
Zapatero: Sí, pero es complicado.
Jordi: Se te nota todavía un poco inseguro, has cometido un par de errores. Has dicho que aumenta la progresividad en lo del sistema fiscal y lo que aumenta es la regresividad, pero son chorradas...
Zapatero: Bueno, pero da lo mismo.
Jordi: Lo que te quiero decir, lo que tú necesitas saber para esto son dos tardes .
Zapatero: ¿Sabes qué es lo peor?, que me gusta.
Jordi: Prefiero que me sustituyas tú que Miguel [el ex directivo del BBVA Miguel Sebastián, cuyo «fichaje» ha mermado las competencias del responsable económico del partido].
Zapatero: Qué cosas dices.
Tercero, la interpretación. Es obvio que ni le digo que yo le daré dos tardes de clase de economía ni, mucho menos, que toda la economía se puede aprender en dos tardes. Dejando al margen lo obvio, que la expresión «dos tardes» no se puede interpretar en sentido literal sino como metáfora, parece evidente que hablábamos de la preparación para el debate presupuestario que iba a tener lugar unas semanas después: «lo que tú necesitas saber para esto ».
Trabajamos algo más que «dos tardes» en la preparación de ese debate presupuestario, el primero que hacía ZP. Creo que lo ganó frente al ministro Montoro. Estábamos en la oposición y a cinco años de la crisis económica.
Demasiadas veces me he encontrado, en la política y fuera de ella, con gente inteligente que había desarrollado una aversión inexplicable a los asuntos económicos, que les parecían esotéricos e incomprensibles. Demasiadas veces me he encontrado a economistas que se aprovechaban de esa situación, aparentando una dificultad elevada en los asuntos económicos, lo que unido a un lenguaje críptico les convertía, a ellos, en imprescindibles como asesores del político.
Eso, en momentos en que la actividad económica, la política económica y las decisiones económicas son fundamentales, siempre me ha molestado porque creo que, en esencia, los conocimientos necesarios para adoptar medidas políticas sobre asuntos económicos en la vida pública o para entenderlos están al alcance de cualquier persona interesada. Quizá sea por mi experiencia como divulgador, pero estoy convencido de que se pueden hacer entendible asuntos económicos, supuestamente complejos, a una persona interesada y con formación media. Al menos los relacionados con la actividad política normal (que tienen mucho que ver con la política a secas), ya que otra cosa distinta es lo exigible para hacer una carrera académica, como queda dicho en la conversación.
La anécdota de las «dos tardes» me ha acompañado desde entonces hasta el punto de que decidí sacarme la espina escribiendo este libro, que pretende ser una breve introducción básica a la economía. Cito como antecedente La economía en una lección, del economista liberal Henry Hazlitt o, en otro ámbito, el Curso de filosofía en seis horas y cuarto , del escritor polaco W. Gombrowicz.
El lector interesado encontrará aquí una visión de la economía distinta de otras obras de moda. Hay quien concibe la economía como una rama de la psicología que estudia el comportamiento humano en situaciones especiales donde tiene que elegir entre alternativas bajo determinados supuestos. No creo que la economía tenga por objeto estudiar la conducta humana individual. Es más, trasladar al conjunto de la acción humana (casarse, tener hijos o delinquir) los supuestos y métodos aplicados al «homo economicus» me parece divertido, pero absurdo y peligroso. Como confundir ciudadano con consumidor o votante con contribuyente. La economía es un compendio sistemático de saberes sobre cómo funciona la sociedad en su conjunto, que es más que la suma de sus individuos, en un aspecto esencial como es la producción y distribución de bienes y servicios necesarios para satisfacer necesidades humanas.
Hay otros que concebimos la economía como el análisis del comportamiento de las sociedades ante el problema básico de su supervivencia desde el punto de vista de la producción y reproducción de bienes y servicios. Se trata, por tanto, de una ciencia social que no puede abordarse con rigor desde un individualismo metodológico que sólo queda como resto en algunos manuales de economía herederos, además del intento efectuado por algunos economistas en el siglo XIX por emular la teoría del equilibrio universal de Newton (antes de Einstein) o suplantar una versión descafeinada de la selección natural de Darwin o aferrarse a una supuesta psicología humana (teoría de la demanda), que ningún psicólogo reconocería hoy como correcta.
Resulta sorprendente, desde ese sabor antiguo que destila una parte de la fundamentación científica de la economía académica, que se siga insistiendo en que la economía estudia la conducta humana partiendo del principio esencial de la escasez cuando, en la mayoría de los casos, dicha escasez es sólo temporal, ya que la mayor parte de los bienes y servicios se pueden producir, y de eso va la economía. ¿Son escasos los coches, los tomates o los ingenieros? Sólo en un momento concreto pueden serlo, porque hablamos de bienes que son reproducibles. Sin embargo, donde se encuentra la verdadera escasez, en los recursos naturales no reproducibles, se pretende aplicar la misma lógica de los precios y el mercado que para aquellos productos que sí son reproducibles.