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Estrategias específicas de intervención en el ámbito emocional
INTRODUCCIÓN
Son muchas las estrategias o habilidades emocionales que podemos poner en marcha para tratar de ayudar a nuestros hijos. En este último capítulo del libro trataremos de especificar algunas de las más efectivas, aunque algunas de ellas ya se han comentado en páginas anteriores. Vayamos con ellas.
HAZTE CARGO DEL MUNDO EMOCIONAL DE TUS HIJOS
Como venimos comentado y explicando a lo largo de todo el libro, para poder cumplir correctamente con nuestra función y labor de padres y madres se hace imprescindible que nos hagamos responsables de sus mundos emocionales, es decir, de todos aquellos aspectos que les preocupen, les susciten miedo, les entristezcan: aquellas situaciones que los enojen, etcétera. En definitiva, todas aquellas situaciones y emociones que los superen y que no sepan gestionar deben atenderse y entenderse por nuestra parte. Me gusta explicar siempre esta idea con la imagen de la mitología griega de Atlas soportando el mundo.
DEJA QUE EL HEMISFERIO DERECHO TOME LAS RIENDAS
Como continuación al punto anterior, para que yo me pueda hacer cargo del mundo emocional de mis hijos, se hace imprescindible que hablemos el mismo idioma. En el mundo emocional sólo se habla de emociones, no de razones o pensamientos (por lo menos, en un primer momento). Para ello, lo que debo hacer cada vez que mi hijo esté desregulado emocionalmente es activar el hemisferio derecho, es decir, el hemisferio emocional. Sólo voy a comprenderlo y atenderlo bien si soy capaz de entender su idioma, es decir, si activo el hemisferio que mi hijo tiene “encendido”.
LEGITIMAR SUS EMOCIONES
Se nos antoja fundamental y básico poder legitimar, validar o aceptar las emociones. Como explicábamos en el capítulo sobre neuroeducación, las emociones nacen en el sistema límbico, metafóricamente llamado cerebro emocional. Si recuerdan, ese cerebro es automático, involuntario e inconsciente, lo que nos revela que no decidimos qué emociones queremos experimentar, por lo menos directamente. Por ese motivo, decimos que las emociones deben aceptarse y legitimarse siempre. De lo que me puedo hacer responsable es del correcto manejo de mis emociones e impulsos, cosa que hace la corteza prefrontal, pero nunca seré responsable de que surja una emoción u otra (sistema límbico).
NO RACIONALIZAR LAS EMOCIONES
Comentábamos que cuando una emoción se hace cargo del control de nuestra conducta, debemos tratar de entenderla desde el cerebro emocional para poder hablar un mismo idioma. Si tratamos de comprender una emoción desde la razón, estaremos activando el hemisferio izquierdo en vez del derecho. Decíamos que los padres y maestros que tienden a activar su hemisferio izquierdo (racional) ante la expresión de las emociones de sus hijos o alumnos son padres y maestros evitativos, ya que descartan el mundo emocional de sus hijos. Por ello, cuando nuestro hijo nos manifieste su miedo, rabia o alegría, debemos tratar de no racionalizar sus emociones (hemisferio izquierdo), sino tratar de comprenderlas desde el hemisferio emocional (derecho).
FOMENTA Y PERMITE LAS EMOCIONES DE DEFENSA
Las emociones desagradables o negativas tienen muy mala prensa. Aun así, tan necesario es ocuparnos de ese tipo de emociones como de las agradables. Emociones como la tristeza, la rabia, el miedo, el asco o el aburrimiento han de regularse igualmente, pues son parte de la vida. Habitualmente suelo comentar que los niños deben sufrir moderadamente con mamá y papá, porque ¿qué lugar mejor que con sus padres para aprender a regular sus emociones?
Una de las estrategias que suelo utilizar para aprender a gestionar el aburrimiento es lo que denomino la técnica del sillón. Al igual que aprendemos un idioma a base de practicarlo y aprendemos a montar en bicicleta montando en ella, a aburrirse se aprende aburriéndose. Lo que acostumbro hacer con mis pacientes que tienen dificultades para aburrirse es lo siguiente: les digo que tienen que buscar cinco minutos al día para sentarse en un sillón y permanecer ahí sin hacer nada. Cuando digo sin hacer nada, es nada. No pueden estar hablando con su madre o pareja, no pueden estar con el celular, ni escuchando música... en definitiva, uno aprende a aburrirse aburriéndose.
NOMBRAR PARA DOMINAR
Un estrategia muy efectiva y concreta es nombrar o etiquetar para dominar. Los diferentes estudios científicos han demostrado que, cuando una persona está desregulada emocionalmente, si alguien le dice la emoción que está experimentando, poco a poco se observará una disminución de la activación de la amígdala. Es tremendamente eficaz, aunque a veces es más rápida que otras. Ya sabemos que cada niño y cada persona tienen su tiempo.
Imaginemos que nuestro hijo sale del colegio llorando por una discusión que ha tenido con uno de sus mejores amigos. En el momento en que somos capaces, como figuras de apego, de decirle y nombrarle al niño la emoción o las emociones que está experimentando, conseguiremos que, poco a poco, dicha activación amigdalar vaya volviendo a su normalidad (homeostasis). No es lo mismo decirle: “Hijo, te sientes mal” que decirle “Hijo, te sientes triste por la discusión que has tenido con Álex”.
ANTE EMOCIONES EXPLOSIVAS, HIPOACTIVA LA AMÍGDALA
Decíamos antes que una de las cosas que podemos hacer ante una emoción intensa es procurar reducir la activación de la amígdala mediante la etiquetación de la emoción que nuestro hijo esté experimentando. Pues bien, no es la única manera de reducir la hiperactivación amigdalar. Existen otras muchas maneras de poder controlar y gestionar de manera adecuada la amígdala. Veámoslas de manera resumida:
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Ponerte en marcha: cuando estamos muy activos, el movimiento consigue reducir dicha activación.
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Practicar técnicas de relajación y respiración.
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Gritar: siempre que se pueda, claro.
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Desviar la atención a otra cosa: es importante no abusar de esta estrategia.
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Salir de la situación o alejarte de la persona que te ha generado dicha emoción; por lo menos, hasta que estés más tranquilo y puedas volver.
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Abrazar: cualquier actividad que active el hemisferio derecho, como son los abrazos, el tacto, el cariño, un guiño de ojo, etcétera. Siempre que conectamos nuestro hemisferio emocional conseguimos apaciguar la activación de la amígdala.
POTENCIA LA MADUREZ DE TU HIJO
Empecemos por hacernos una pregunta: ¿qué define la madurez de una persona? ¿Quizá su independencia? ¿La resolución de conflictos? ¿La capacidad de regular sus emociones?
Pues, según nuestra experiencia, la madurez se define con tres características o pilares fundamentales:
Tolerancia a la frustración: es muy necesario e importante que nuestros hijos aprendan a gestionar determinadas situaciones frustrantes.
Capacidad de elaborar duelos: el duelo es un periodo de inactivación y reflexión que aparece cuando sufrimos una pérdida (no sólo se da ante la muerte).
Estrategias para enfrentarse al miedo: ya hemos comentado que el miedo nos aporta información muy valiosa para adaptarnos a los diferentes entornos. Es necesario tener recursos y estrategias para enfrentarnos a nuestros miedos.
SITÚATE POR DEBAJO DE SUS OJOS
Una de las estrategias más sencillas para conseguir calmar a nuestros hijos cada vez que experimentan una emoción fuerte consiste en agacharnos para ponernos a su altura. Es una estrategia muy sencilla y muy efectiva. No sólo la llevamos a cabo los seres humanos, sino que el resto de los mamíferos también la practican, con resultados muy positivos. El hecho de que nos agachemos y nos pongamos a su altura hace que el niño sienta que queremos cooperar con él en vez de competir.