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Castoriadis Cornelius - Valor Igualdad Justicia Politica

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Castoriadis Cornelius Valor Igualdad Justicia Politica

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Valor, igualdad, justicia, política:

De Marx a Aristóteles y de Aristóteles a nosotros [1]

“…Las contradicciones contenidas por la forma equivalente requiere una consideración más profunda con respecto a sus particularidades…

La primera particularidad que nos impresiona cuando reflexionamos sobre la forma equivalente es esta, que el valor de uso se convierte en la forma de presentación [Erscheinungsform] de su opuesto.

La forma equivalente posee entonces una segunda particularidad: en ella, el trabajo concreto se convierte en la forma de presentación de su opuesto, el trabajo humano abstracto…

Pero porque este trabajo concreto, sastrería, cuenta exclusivamente como expresión de labor humano indiferenciado, posee la característica de ser idéntico con otros tipos de trabajo, como el trabajo encarnado en el lienzo. Consecuentemente, como en todo otro trabajo productor de mercancía es el trabajo de individuos privados, de cualquier manera es trabajo en su forma social directa. Es precisamente por esta razón que se presenta a nosotros en la forma de un producto que es directamente intercambiable con otras mercancías. Así la forma equivalente tiene una tercera particularidad: el trabajo privado toma la forma de su opuesto, esto es el trabajo en su forma social directa.

Las dos particularidades de la forma equivalente que hemos desarrollado se harán incluso más claras si volvemos al gran investigador que fue el primero en analizar la forma del valor como muchas otras formas del pensamiento, la sociedad y la naturaleza.Nos referimos a Aristóteles .

Ante todo, Aristóteles dice claramente que la forma–dinero de la mercancía no hace más que desarrollar la forma simple del valor, o lo que es lo mismo, la expresión del valor de una mercancía en otra cualquiera. He aquí sus palabras:

« 5 lechos = 1 casa »

« no se distingue » de

« lechos = tanto o cuánto dinero »

Aristóteles advierte, además, que la relación de valor en que esta expresión de valor se contiene es, a su vez, una relación condicionada, pues la casa se equipara cualitativamente a los lechos, y si no mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos corporalmente distintos no podrían relacionarse entre sí como magnitudes conmensurables. « El cambio –dice Aristóteles– no podría existir sin la igualdad, ni ésta sin la conmensurabilidad » . Más al llegar aquí, se detiene y renuncia a seguir analizando la forma del valor. « Pero en rigor – añade – es imposible que objetos tan distintos sean conmensurables » , es decir, cualitativamente iguales. Esta equiparación tiene que ser necesariamente algo ajeno a la verdadera naturaleza de las cosas, y por tanto un simple « recurso para salir del paso ante las necesidades de la práctica » .

El propio Aristóteles nos dice, pues, en qué tropieza al llevar adelante su análisis: tropieza en la carencia de un concepto del valor. ¿Dónde está lo igual, la sustancia común que representa la casa res-pecto a los lechos, en la expresión de valor de éstos? Semejante sustancia « no puede existir, en rigor » , dice Aristóteles. ¿Por qué?

La casa representa respecto a los lechos un algo igual en la medida en que representa aquello que hay realmente de igual en ambos objetos , a saber: trabajo humano.

Aristóteles no podía descifrar por sí mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las mercancías todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual, y por tanto como equivalentes, porque la sociedad griega estaba basada en el trabajo de los esclavos y tenía, por tanto, como base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y equiparación de valor de todos los trabajos, en cuanto son y por el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, sólo podía ser descubierto a partir del momento en que la idea de la igualdad humana poseyese ya la firmeza de un prejuicio popular. Y para esto era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la forma–mercancía es la forma general que revisten los productos del trabajo, en que, por tanto, la relación social preponderante es la relación de unos hombres con otros como poseedores de mercancías. Lo que acredita precisamente el genio de Aristóteles es el haber descubierto en la expresión de valor de las mercancías una relación de igualdad. Fue la limitación histórica de la sociedad de su tiempo, la que le impidió desentrañar en qué consistía. “en rigor”, esta relación de igualdad …” [2].

Marx esta seguro , lo sabemos, de haber descifrado “en verdad ” e l secreto de la expresión de valor . Está seguro de haber encontrado “aquello que es igual” [3] en la base de las proporciones cuantitativas del intercambio de objetos, y también de no estar restringido por la limitación histórica de su sociedad. El fragmento citado es testigo suficiente del espíritu de su solución y del método seguido, ambos impresionantemente presentes a lo largo del primer capítulo de El Capital . ¿Cómo podría haber intercambio de objeto en proporciones determinadas y estables? ¿Cómo podría uno escribir aX=bY si no hay entre X e Y, los dos objetos intercambiados, algo común y si esta cosa no ha estado presente , contenida en la misma cantidad? Esta cosa es una “sustancia común”; el intercambio como intercambio cuantitativamente determinado presupone una “igualdad/identidad esencial” entre los objetos intercambiados, una esencial homogeneidad. Debe haber una Sustancia/esencia común, aquí y allá, y por supuesto esencialmente cuantificable –y entonces uno podría intercambiar cinco camas por una casa, y entonces la expresión “X metros de lienzo, Y onzas de oro” tiene algún sentido. Esta Sustancia/Esencia es, y no puede sino ser, la única cosa que los objetos intercambiados poseen en común cuando uno abstrae de ellos sus diferencias sensibles [4] . Lo que estos objetos poseen en común fuera de su utilidad o valor de uso – todo el mundo sabe que después de Marx las relaciones de intercambio están basadas en determinaciones cuantitativas- es su existencia como “productos de labor humano”. Entonces el trabajo que contienen [5] es esta Sustancia/Esencia común, y es una cantidad de esta Sustancia/Esencia “condensada”, “congelada” en cada objeto lo que determina la proporción de su intercambio. Pero ¿cuál trabajo y cuál cantidad? En su realidad actual como “trabajo concreto” (del tejedor o el albañil), el trabajo es heterogéneo, y la cantidad de trabajo contenida en un metro de ropa producido por una m á quina es diferente de la cantidad de trabajo contenida en un metro de ropa de lana en un viejo telar. Entonces debe estar– y no puede sino ser - la cuestión de otro trabajo, uno que a decir verdad nadie ha visto o realizado (y que, como la mercancía, es “imposible de asir”, por lo cual no sabemos “dónde tenerla”): trabajo simple, abstracto , socialmente necesario. La forma del valor resta por analizar [6].


Marx: la sustancia común

El primer capítulo de El capital es metafísico. La cuestión presentada por la economía política clásica, por qué los objetos son intercambiados conforme a una proporción y no a otra, es reformulada por Marx a su propio modo, en una formulación que ya contiene o predetermina la respuesta. “ ¿ cuál es la identidad/igualdad [ das Gleiche ], o sea la sustancia común [ die gemeinschaftlichenSubstanz ] que representa la casa para la cama en la expresión del valor de la cama ?”. L a reformulación tiene su propia característica única, el valor-trabajo de la economía política clásica de Smith a Ricardo no invoca la categoría de sustancia, y si uno encuentra la palabra allí será ciertamente solo una costumbre inocente. Que las mercancías son intercambiadas en relación al costo de trabajo de producción, eso es lo que la economía clásica quiere decir: si uno propusiera intercambiar un producto que me cuesta diez horas de trabajo contra uno de sus productos que sólo costara nueve, rechazaría la propuesta. Y por medio de la competición la relación de los respectivos “medios” temporales de trabajo regular á n la relación de cantidades intercambiadas [7] . Así , el valor-trabajo ante las inmensas (e inabordables) complicaciones que crean las diferencias de trabajos individuales, “capital”, “tierra”, “tiempo”, etc. es una cuestión de sentido común e incluso una simple tautología: ¿Quién daría diez para tener nueve?

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