Título original: Essentialism. The Disciplined Pursuit of Less
Publicado originalmente por Crown Business, Nueva York.
D.R. © 2014, Greg McKeown
D. R. © 2014, derechos de edición mundiales en lengua castellana:
Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., una empresa de
Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V.
Av. Río Mixcoac 274, col. Acacias, C.P. 03240
México, D.F.
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright , bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.
Conversión libro electrónico: Information Consulting Group de México, S. A. de C. V.
C APÍTULO 1
El esencialista
L A SABIDURÍA DE LA VIDA CONSISTE EN ELIMINAR
LO QUE NO ES ESENCIAL
—Lin Yutang
Sam Elliot es un talentoso ejecutivo en Silicon Valley que se encontró rebasado al límite después de que la empresa donde trabajaba fue adquirida por un negocio burocrático más grande.
Tenía la firme intención de ser un buen ciudadano en su nuevo papel, de modo que dijo que sí a muchas peticiones sin pensarlo bien. Pero, como resultado, se pasaba el día entero corriendo de una junta y de una conferencia vía telefónica a otra intentando complacer a todo el mundo y hacerlo todo. Su estrés se elevaba a medida que la calidad de su trabajo disminuía. Era como si estuviera dedicado exclusivamente a actividades menores y, en consecuencia, su trabajo se volvió insatisfactorio para él y frustrante para las personas que tanto se esforzaba por complacer.
A la mitad de su frustración, la empresa le ofreció una jubilación anticipada. Pero apenas hacía unos años que había cumplido cincuenta y no tenía interés en jubilarse. Pensó en comenzar una empresa de consultoría para hacer lo que ya estaba haciendo. Incluso pensó en vender sus servicios a su antiguo empleador en calidad de asesor. Sin embargo, ninguna de esas opciones parecía muy atractiva. Así es que fue a hablar con un mentor que le dio un consejo sorprendente: “Quédate, pero haz lo que harías como asesor y nada más. Y no se lo digas a nadie”. En otras palabras, su mentor le estaba aconsejando que hiciera las cosas que para él fueran esenciales... y que ignorara todo lo demás que se le pidiera.
¡El ejecutivo siguió el consejo! Hizo el compromiso diario de ir eliminando las complicaciones. Comenzó a decir que no.
Al principio fue tentativo. Evaluaría las solicitudes con base en el tímido criterio: “¿En realidad puedo cumplir esta solicitud considerando el tiempo y los recursos de que dispongo?” Si la respuesta era no , entonces rechazaría la solicitud. Le sorprendió gratamente descubrir que, aunque al principio las personas se veían un poco decepcionadas, parecían respetar su honestidad.
Motivado por estas pequeñas victorias, fue un poco más allá. Entonces, cuando le solicitaran algo, haría una pausa y evaluaría la solicitud conforme a un criterio más estricto: “¿Esto es lo más importante que debería estar haciendo con mi tiempo y mis recursos en este momento?”
Si no podía responder con un sí rotundo, entonces rechazaría la solicitud. Y, una vez más, para su deleite, aunque sus colegas en un principio parecían decepcionados, pronto comenzaron a respetarlo más por su negativa.
Animado, empezó a aplicar este criterio a todo, no sólo a las solicitudes directas. En el pasado siempre solía ofrecerse como voluntario para presentaciones o tareas que surgían a último minuto; ahora había encontrado una manera de no apuntarse para esas cosas. Antes solía ser uno de los primeros en apresurarse a responder a una cadena de correos electrónicos, ahora se mantenía al margen y dejaba que otros respondieran. Dejó de estar en conferencias telefónicas que le resultaban interesantes unos pocos minutos. Dejó de asistir a la reunión semanal de recapitulación porque no necesitaba esa información. Dejó de asistir a juntas de su calendario si no tenía una contribución directa que hacer. Me explicó: “El simple hecho de estar invitado no parecía una razón lo suficientemente importante para asistir.”
Al principio se sentía algo autocomplaciente. Pero, al ser selectivo, logró obtener espacio y en ese espacio encontró libertad creativa. Podía concentrar sus esfuerzos en un proyecto a la vez. Podía planear a fondo. Podía anticipar los obstáculos y empezar a eliminarlos. En vez de acelerarse tratando de hacerlo todo, podía lograr hacer las cosas adecuadas. Su nuevo compromiso de hacer sólo las cosas verdaderamente importantes —y eliminar todo lo demás— restauró la calidad de su trabajo. En vez de hacer apenas un milímetro de progreso en un millón de direcciones, comenzó a generar un fuerte impulso hacia lograr las cosas que eran en realidad vitales.
Así siguió varios meses. De inmediato descubrió que no sólo aprovechaba más su día en el trabajo, sino que en las tardes tenía más tiempo en casa. “¡Recuperé mi vida familiar! Puedo irme a casa a una hora decente”, dijo. Ahora, en vez de ser un esclavo de su teléfono, lo apaga. Va al gimnasio. Sale a comer con su esposa.
Para su gran sorpresa, su experimento no tuvo repercusiones negativas. Su jefe no lo reprendió. Sus colegas no se molestaron con él. Al contrario, como se quedó únicamente con proyectos que le resultaban significativos y que eran valiosos para la empresa, comenzaron a respetar y valorar su trabajo más que nunca. Su trabajo volvió a ser gratificante. El puntaje de su evaluación de desempeño aumentó. ¡Terminó con uno de los bonos más grandes de su carrera!
En este ejemplo se encuentra la proposición básica del Esencialismo: sólo cuando te das permiso de dejar de hacerlo todo, de dejar de decirles que sí a todos, puedes hacer tu mayor contribución a las cosas que realmente importan.
¿Qué hay de ti? ¿Cuántas veces has lamentado haberte comprometido con algo y te has preguntado: “¿Por qué dije que sí a esto?” ¿Qué tan a menudo dices que sí sólo para complacer? ¿O para evitar problemas? ¿O simplemente porque decir sí se ha convertido en tu respuesta por default ?
Ahora, déjame preguntarte lo siguiente: ¿alguna vez te has encontrado rebasado al límite? ¿Alguna vez te has sentido al mismo tiempo excedido de trabajo y subutilizado? ¿Alguna vez te has encontrado dedicado a actividades menores? ¿Alguna vez te has sentido ocupado sin ser productivo? ¿Como si siempre estuvieras en movimiento, pero sin llegar a ninguna parte?
Si respondiste que sí a alguna de las preguntas anteriores, la salida es el camino del esencialista.
El camino del esencialista
Dieter Rams fue el diseñador principal de Braun durante muchos años. A él lo guía la idea de que casi todo es ruido. Cree que muy pocas cosas son esenciales. Su trabajo consiste en filtrar ese ruido hasta obtener la esencia. Por ejemplo, siendo un joven de veinticuatro años, en la empresa le pidieron que colaborara en el diseño de una grabadora. En esa época, la norma era cubrir la tornamesa con una tapa de madera o incuso incorporar la grabadora a un mueble para la sala. Sin embargo, él y su equipo eliminaron lo innecesario y diseñaron una grabadora con una cubierta de plástico transparente en la parte superior y nada más. Era la primera vez que se usaba un diseño así y era tan revolucionario que a la gente le preocupaba que llevara a la empresa a la bancarrota porque nadie iba a querer comprarlo. Se necesitó valor, como siempre sucede, para eliminar lo que no es esencial. Para la década de los sesenta, esta estética comenzó a tomar empuje. Con el tiempo, se convirtió en el diseño que seguía cualquier otra grabadora.