Prólogo
Me decidí a escribir este libro en la primavera de 2008 cuando España se sumergía a toda velocidad en una grave crisis económica y social, y el Gobierno español seguía instalado en el negacionismo de la crisis.
Fui muy consciente de que, para el momento en el que este libro viera finalmente la luz, la situación económica en España se habría agravado y la pesadilla del paro masivo habría vuelto a castigar a la sociedad española. Fui asimismo consciente de que la crisis económica y el incremento del paro acabarían por deteriorar el sistema bancario español. Y fui también consciente de que, ante la crisis, los gobernantes se escudarían, como en anteriores ocasiones, en la excusa de su carácter global para eludir su responsabilidad por las consecuencias de sus malas políticas.
Pero lo que más me movió a escribir este libro fue evitar que la sociedad española se instalara en el pesimismo, en el nada se puede hacer para salir de la crisis. Efectivamente, la cantinela hoy de moda repite, cada día de forma más machacona, que habrá que esperar a que sean otros quienes tiren de la economía global para que podamos salir de la crisis.
Es curioso que los mismos que negaron la mera posibilidad de que España pudiera entrar en crisis hayan sido después quienes más empeño han puesto en buscar culpables externos y en pretender que todo es una suerte de tsunami exterior que nos empobrecerá sin que podamos hacer nada para evitarlo, o siquiera para limitar sus efectos adversos. Tan falsa era su pretensión negacionista de hace muy poco como cierta es su intención actual de eludir cualquier responsabilidad tanto en el alcance y profundidad de la crisis como, de cara al futuro, en las medidas que deberían tomarse para superarla cuanto antes y de la mejor manera posible.
Es evidente que hay una crisis global que, como tal, golpea a todos. Pero es igual de evidente que, siendo global, golpea a España de manera especialmente grave debido a factores internos que son inocultables y que amplían la profundidad y el alcance de la crisis. En este libro analizo la crisis en España, reflexiono sobre los factores propios que la agravan, que son políticos, sociales y morales, y propongo un renovado proyecto para España que incluye una Agenda Nacional de Reformas para superar la crisis.
He escrito este libro desde tres convicciones personales. La primera es que toda crisis es, en última instancia, una crisis política. Me parece que ya es evidente que la crisis está golpeando con tanta dureza a España porque, cuando llegó, nuestro país ya sufría un fuerte deterioro político, social y también de valores. Estoy firmemente convencido de que como la crisis es, al final, política, la solución también deberá ser política. Es decir, sólo con un ambicioso proyecto reformista y con la determinación de poner en marcha las medidas necesarias que convoquen a toda la sociedad en un objetivo de futuro, será posible superar la crisis y retomar la senda de la prosperidad y progreso para España.
Mi segunda convicción es que necesitamos que todos los españoles recuperen la voluntad de unir sus esfuerzos para volver a poner a España en marcha. La crisis es, y va a ser, de tal profundidad que se necesitará un gran esfuerzo colectivo y el sacrificio de todos para superarla.
Me parece que es evidente que uno de los principales problemas que hoy tiene España es que el impulso político nacido históricamente durante la Transición democrática se ha agotado. Necesitamos recuperarlo. Aquél fue un impulso político que convocó a todos los españoles, como nación, para que España pudiera ser un país normal, una democracia parlamentaria, un régimen político abierto y perfectamente comparable a los de cualquier democracia consolidada, con una economía de libre mercado que también pudiera competir en el mundo. Necesitamos recuperar un impulso político que convoque a todos y que pueda ser compartido por una amplia mayoría.
Lo necesitamos porque es indispensable poner en marcha una ambiciosa Agenda Nacional de Reformas para que España supere la crisis y vuelva a tener una economía competitiva y pujante. Como es indispensable, nos hará falta aglutinar los mayores apoyos posibles y ser muy conscientes de que, en todo caso, las reformas son imprescindibles.
Mi tercera convicción es que podemos superar la crisis. Estoy seguro de ello porque confío en mi país y en su capacidad. Estoy convencido de que podemos conseguirlo porque vi muy de cerca —me atrevo a decir que, en alguna medida, fui protagonista— cómo España superó la gravísima crisis de los años noventa. Estoy convencido porque sé que los españoles responden con trabajo y generosidad cuando se les convoca a un objetivo nacional que merece la pena.
El problema es que en los últimos años hemos equivocado el rumbo, perdido el tiempo y hasta retrocedido. Y ahora el deterioro económico y social marca la urgencia de las reformas. Será más difícil, pero no es imposible. Mi confianza está bien fundamentada, entre otras cosas porque se apoya en la experiencia y en los hechos. Sé que los españoles podemos superar situaciones muy difíciles porque lo hemos hecho en el pasado. Sé de la capacidad de trabajo, de superación y de mejora de los españoles porque he tenido el honor, durante ocho años, de liderar esta nación como presidente del Gobierno.
He escrito este libro como una apelación a la esperanza y a la responsabilidad. Harán falta líderes capaces de transformar las propuestas de reforma en políticas reformistas y de convocar a una amplia mayoría de los españoles para que esas políticas tengan el respaldo y la aceptación necesarias para que funcionen. Confío en que mis reflexiones puedan ayudar, siquiera mínimamente, en esta imprescindible tarea.
PRIMERA PARTE
La crisis de la economía mundial
CAPÍTULO 1
La crisis financiera internacional: ¿qué ha ocurrido?
Agosto de 2007: estalla la crisis financiera
Tras casi treinta años de intenso crecimiento económico mundial y los cinco mejores años de prosperidad para todo el planeta desde la segunda guerra mundial, en el verano de 2007 la economía mundial entró en crisis.
Lo que comenzó como una crisis financiera, que estalló en el mes de agosto de 2007, en poco tiempo se convirtió en una aguda crisis del conjunto de la economía mundial, extendida a todos los países. Se trata de la crisis más grave de los últimos veinticinco años, que en España amenaza con convertirse en la crisis más dura de los últimos setenta y cinco.
En menos de dos años, la economía mundial ha pasado de crecer el 5 por ciento anual (en 2007) a registrar tasas de crecimiento muy próximas a cero o incluso negativas (en 2009). En España el deterioro económico ha sido más rápido y más profundo.
En estos dos años, todas las economías del mundo han visto frenado bruscamente su crecimiento, pero hay grandes diferencias entre cómo está golpeando la crisis a unos países y otros. La crisis no está afectando a todos por igual, ni mucho menos. España es, lamentablemente, uno de los países peor parados.
Las economías de los países más prósperos y desarrollados son las que en una primera fase se han visto azotadas por la crisis con mayor virulencia. La economía norteamericana y prácticamente todas las economías europeas han caído hasta entrar en recesión o, lo que es lo mismo, se han sumergido en una profunda crisis que se traduce en caídas de la renta y el empleo. La consecuencia social más dramática de esta crisis es el crecimiento del paro y el rebrote de la pobreza. La crisis está siendo particularmente dura y profunda en España que, por desgracia, está a la cabeza del crecimiento del paro de todas las economías desarrolladas. España va a pasar de crecer más del 3 por ciento en 2007 a caer, si se cumplen las previsiones de los analistas, un 3 por ciento en 2009, algo desconocido en casi ocho décadas.