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Gregorio Hernández Jiménez - Pensiones públicas, la esclavitud de nuestra época

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Gregorio Hernández Jiménez Pensiones públicas, la esclavitud de nuestra época

Pensiones públicas, la esclavitud de nuestra época: resumen, descripción y anotación

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«Un trabajador que depende del Gobierno para su retiro será más obediente y servil ante ese Gobierno». Otto von Bismarck, creador de los actuales sistemas de pensiones públicas que siguen el típico esquema de las estafas piramidales. El problema real de las pensiones públicas no es si algún día, dentro de unas décadas, dejarán de pagarse totalmente o no. El problema real de las pensiones públicas es que ya llevan décadas destrozándole la vida a toda la población. Pensionistas y no pensionistas. Viejos y jóvenes. Empleados y empresarios. Parados y estudiantes.

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«Un trabajador que depende del Gobierno para su retiro será más obediente y servil ante ese Gobierno». Otto von Bismarck, creador de los actuales sistemas de pensiones públicas que siguen el típico esquema de las estafas piramidales.

El problema real de las pensiones públicas no es si algún día, dentro de unas décadas, dejarán de pagarse totalmente o no. El problema real de las pensiones públicas es que ya llevan décadas destrozándole la vida a toda la población. Pensionistas y no pensionistas. Viejos y jóvenes. Empleados y empresarios. Parados y estudiantes.

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Gregorio Hernández Jiménez

Pensiones públicas, la esclavitud de nuestra época

Así empobrecen a la población para controlarla y manipularla

ePub r1.0

Falco 22.05.18

Título original: Pensiones públicas, la esclavitud de nuestra época

Gregorio Hernández Jiménez, 2014

Ilustraciones: Juan Jiménez

Editor digital: Falco

ePub base r1.2

A mi padre por haberme enseñado a sumar restar multiplicar y dividir con las - photo 3

A mi padre, por haberme enseñado a sumar, restar, multiplicar y dividir con las cotizaciones y los dividendos.

A mi madre y mis dos hermanos, por su apoyo en todo momento.

A mi tío Juan, autor del dibujo de la portada.

A todos los foreros y visitantes de www.invertirenbolsa.info, porque sin ellos no existiría este libro.

GREGORIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ

El principal objetivo de las pensiones públicas es evitar que los ciudadanos sean libres e independientes

«Un trabajador que depende del Gobierno para su retiro será más obediente y servil ante ese Gobierno». Otto von Bismarck, creador de los actuales sistemas de pensiones públicas que siguen el típico esquema de las estafas piramidales.

Creo que no es posible definir mejor los actuales sistemas públicos de pensiones en menos palabras que como lo hizo su creador, Otto von Bismarck.

Generalmente, cuando se habla de los actuales sistemas públicos de pensiones que siguen el esquema típico de las estafas piramidales, defensores y detractores de estos sistemas se enzarzan en largas discusiones acerca de si el sistema es sostenible o no lo es. Es un tema importante, y evidentemente no son sostenibles, pero en realidad eso es solo un «detalle» de un problema mucho mayor, y de mucho mayor alcance del que imagina la mayor parte de la población.

Los sistemas públicos de pensiones que siguen el esquema típico de las estafas piramidales no son una idea bienintencionada que al cabo de un tiempo ha empezado a fallar por determinadas circunstancias.

El objetivo real y principal de estos sistemas es evitar que la mayor parte de la población acumule un patrimonio, patrimonio que disfrutaría, le daría libertad, y que finalmente pasaría la siguiente generación.

¿Por qué querría alguien hacer algo así, tan diabólico?

El mayor negocio del mundo no son las drogas, ni la prostitución ni el tráfico de armas. El mayor negocio del mundo es el Estado del «Bienestar». Para comprobarlo, solo tiene que ver las inmensas cantidades de dinero que los Estados quitan a sus ciudadanos a través de los impuestos. De todos los impuestos. El Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Impuesto de Sociedades (IS), el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), el Impuesto sobre Hidrocarburos, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica («Impuesto de Circulación»), el Impuesto sobre el Incremento de Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana («Plusvalía municipal»), etc. Hay cientos, quizá miles de impuestos y tasas en cualquier país. Es casi imposible hacer una lista exhaustiva de todos ellos.

El resultado de todo esto es que a los ciudadanos y a las empresas solo les queda una mínima parte de la riqueza que generan. El resto de la riqueza generada va directa al Estado del «Bienestar».

¿Y por qué los ciudadanos se dejan quitar la mayor parte de la riqueza que generan, e incluso muchos de ellos están agradecidos de que esto sea así?

Se supone, al menos así se lo ha hecho creer a una gran parte de la población los principales beneficiarios del Estado del «Bienestar», que es por su bien. Porque si no fuera así, la vida de la mayoría de las personas sería un infierno, ya que por sí mismas, se supone, no son capaces de cubrirse las necesidades más básicas.

Estas ideas tan nefastas y perjudiciales han triunfado porque «suenan» muy bien. Es decir, si aceptamos que la mayor parte de la población son seres inútiles e indefensos, incapaces de valerse por sí mismos, entonces el Estado del «Bienestar» es una gran idea. En una situación así, solo cabrían dos escenarios posibles:

  1. O unas pocas personas, muy listas y muy buenas, controlan y dirigen la vida del resto de la población.
  2. O la mayor parte de la población morirá por las calles como animales malheridos e indefensos.

Es evidente, dando por buena esta hipótesis, que hay que ser muy mala persona para dejar que la mayor parte de la población muera por los rincones como si fueran perros abandonados.

¿Y cuáles son las necesidades más básicas que cubre el Estado del «Bienestar»?

Casi todo el mundo estará de acuerdo en que esas necesidades más básicas y fundamentales son la sanidad, la educación y la jubilación.

Pero a pesar de que la mayor parte de la gente crea eso, no es cierto. El alimento y la ropa son necesidades mucho más básicas que la sanidad y la educación.

Hay gente que está sana, y puede pasarse muchos años sin ir al médico. Incluso hay gente que es educada en su casa, lo que actualmente se denomina Homeschooling, y alcanza un nivel cultural y un nivel de ingresos muy superiores a la media.

Pero nadie puede vivir sin comer a diario, y sin abrigarse.

Es más, la comida es más cara que la sanidad, porque comer se come todos los días, y al médico se va de vez en cuando. En 2014 hay seguros médicos privados en España por 40-60 euros al mes, que cubren toda la asistencia sanitaria, incluyendo cirugía, estancia en el hospital, etc. Comer por 40 euros al mes es imposible en España en la actualidad, comiendo al menos 3 veces al día, todos los días, y sin perjudicar seriamente la salud.

Entonces, ¿por qué el Estado del «Bienestar» no cubre la alimentación y el vestido?

Si partimos de la base de que la mayor parte de la gente son seres indefensos e inútiles, lo lógico es que el Estado del «Bienestar» les vista y les dé de comer, que son necesidades más básicas (y más caras, en el caso de la comida) que la educación y la sanidad. ¿Por qué no hay miles de supermercados públicos que sea obligatorio mantener con los impuestos? ¿Y miles de tiendas de ropa públicas que también haya que mantener obligatoriamente con los impuestos?

El hecho cierto es que en aquellos países en los que el Estado se encarga de dar de comer y de vestir a los ciudadanos, la gente se muere de hambre y de frío, como sucede en Corea del Norte y sucedía en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por poner solo dos ejemplos entre muchos que, por desgracia, ha habido y sigue habiendo.

Luego vemos que los ciudadanos, al menos, son capaces de alimentarse y de vestirse sin necesidad de que el Estado del «Bienestar» les obligue a mantener servicios públicos para vestirlos y darles de comer.

La realidad es que es totalmente falso que los ciudadanos no podrían tener una buena sanidad, una buena educación y una buena jubilación si no existiera el Estado del «Bienestar».

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