JIDDU KRISHNAMURTI nació en Madanapalle (India), el 12 de Mayo de 1895, en el seno de una familia de brahmanes.
Fue un filósofo y escritor, conocido por su renovación de las enseñanzas tradicionales indias a un lenguaje filosófico plenamente integrado con la tradición occidental.
A una edad muy temprana, un líder de la Sociedad Teosófica Mundial, Annie Besant, vio en él al gran instructor espiritual, la encarnación actual del Señor Maitreya.
En 1911, a fin de facilitar su advenimiento, se fundó la Orden de la Estrella de Oriente. En 1929 Krishnamurti disolvió la secta y recorrió el mundo con la pretensión de liberar a los hombres de todo temor y de toda limitación, de toda religión y de toda doctrina mediante la introspección individual en busca de capas inexploradas de la conciencia.
Autor de numerosas obras, desde 1969 dirigió en California una asociación que lleva su nombre y, en la escuela del Valle Feliz, potenció una pedagogía basada en la interiorización personal y en la convivencia.
Falleció el 17 de Febrero de 1986 en Ojai, California (Estados Unidos).
Bangalore, 15 de agosto de 1948
Bangalore, 15 de agosto de 1948
L A VIDA ES UN proceso de movimiento constante en relación, y, sin comprender esa relación, crearemos confusión, lucha y esfuerzo estéril. Es importante, entonces, comprender qué entendemos por relación, porque la sociedad está estructurada a base de relación y no puede haber aislamiento. No hay tal cosa como vivir en aislamiento. Lo que está aislado muere pronto.
Nuestro problema, pues, es qué entendemos por relación. Al comprender la relación, que es la conducta entre los seres humanos por próximos o distantes que se encuentren unos de otros, comenzaremos a comprender todo el proceso de la existencia y el conflicto entre la independencia y la esclavitud. Debemos examinar, pues, muy cuidadosamente lo que entendemos por relación. ¿No es la relación, al presente, un proceso de aislamiento y, por lo tanto, un conflicto constante? La relación entre uno y otro, entre uno y su esposa, entre uno y la sociedad, es el producto de ese aislamiento. Por aislamiento entiendo buscar todo el tiempo la seguridad, la gratificación y el placer.
Después de todo, lo que busca cada uno de nosotros en su relación con otro es gratificación; y donde hay búsqueda de bienestar, de seguridad, ya sea en una nación o en un individuo, tiene que haber aislamiento; y lo que está aislado invita al conflicto. Cualquier cosa que resiste, por fuerza tiene que producir conflicto entre ella misma y aquello a lo cual resiste; y puesto que nuestra relación es, en su mayor parte, una forma de resistencia, creamos una sociedad que inevitablemente engendra aislamiento y, por ende, conflicto dentro y fuera de ese aislamiento. Tenemos que examinar, pues, la relación tal como opera realmente en nuestras vidas. Lo que soy —mis acciones, mis pensamientos, mis sentimientos, mis motivos, mis intenciones— produce entre mí mismo y otro esa relación a la cual llamamos sociedad. Sin esta relación entre dos personas, no hay sociedad; y antes de que podamos hablar acerca de la independencia nacional, antes de ondear la bandera y todas esas cosas, debemos comprender nuestra relación de unos con otros.
Si examinamos nuestra vida, nuestra relación con el otro, veremos que es un proceso de aislamiento. De hecho, no nos interesa el otro; aunque hablemos muchísimo al respecto, no estamos realmente interesados en el otro. Permanecemos relacionados con alguien sólo mientras esa relación nos gratifica, nos brinda un refugio, nos satisface. Pero en el momento en que esa relación se ve perturbada por algo que nos incomoda, la descartamos. En otras palabras, la relación existe en tanto nos sentimos gratificados. Esto puede sonar cruel, pero si de verdad examinan atentamente sus vidas, verán que es un hecho; eludir ese hecho es vivir en la ignorancia, lo cual jamás puede producir una verdadera relación.
De modo que si observamos nuestras vidas y examinamos la relación, vemos que es un proceso de erigir resistencias contra otro, un muro por encima del cual miramos y observamos al otro; pero siempre conservamos el muro y permanecemos detrás de él, ya sea que se trate de un muro psicológico, material, económico o nacional. Mientras vivimos aislados detrás de un muro, no hay relación alguna con otro. Vivimos encerrados porque es mucho más gratificante, porque pensamos que es mucho más seguro. El mundo es tan desgarrador —hay tanto dolor, tanta aflicción, guerra, destrucción, desdicha— que queremos escapar y vivir dentro de nuestros propios muros de seguridad psicológica. Para la mayoría de nosotros la relación es, entonces, un verdadero proceso de aislamiento y, obviamente, una relación semejante constituye una sociedad que también es aisladora. Exactamente eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. Ustedes permanecen aislados y extienden la mano por encima del muro, llamando a eso internacionalismo, fraternidad o lo que gusten, pero de hecho continúan con sus gobiernos soberanos y sus ejércitos. O sea, piensan que, aferrándose a sus propias limitaciones, pueden crear la unidad mundial, la paz mundial, lo cual es imposible. En tanto tenga una frontera, ya sea nacional, económica, religiosa o social, es un hecho obvio que no puede haber paz en el mundo.
Ahora bien, el proceso de aislamiento es un proceso de búsqueda de poder, y si uno está buscando poder individualmente o para un grupo racial o nacional, tiene que haber aislamiento, porque el deseo mismo de poder, de posición, es separatismo. Después de todo, es lo que desea cada uno de nosotros, ¿no es así? Desea una posición de poder desde la cual pueda ejercer dominio, ya sea en el hogar, en la oficina o un régimen burocrático. Cada uno busca el poder y, buscando el poder, establecerá una sociedad basada en el poder, poder militar, industrial, económico, etc., lo cual también es obvio. ¿Acaso el deseo de poder no es aislador por su propia naturaleza? Pienso que es muy importante comprender esto, porque el hombre que desea un mundo en paz, un mundo donde no haya guerras, ni destrucción espantosa, ni miseria catastrófica a una escala inmensurable, ese hombre tiene que comprender esta cuestión fundamental. En tanto cada uno de ustedes, el individuo, busque el poder por grande o pequeño que fuere, ya sea como primer ministro, gobernador, abogado, o meramente como marido o esposa en el hogar —es decir, en tanto sienta el deseo de ejercer dominio, coacción, poder, influencia—, está sin duda obligado a crear una sociedad que es el resultado de un proceso aislador; porque el poder, por su propia naturaleza, es aislador, separativo.
Un hombre afectuoso, bondadoso, no tiene el sentido del poder; por lo tanto, un hombre así no está atado a ninguna nacionalidad, a ninguna bandera. No tiene bandera. Pero el hombre que busca el poder en cualquiera de sus formas, ya sea derivada de la burocracia o de una proyección de él mismo a la que llama Dios, sigue atrapado en un proceso aislador. Si lo examinan muy cuidadosamente, verán que el deseo de poder es, en esencia, un proceso de encierro. Cada cual busca su propia posición, su propia seguridad, y mientras exista ese motivo, la sociedad ha de edificarse sobre un proceso de aislamiento. Donde hay búsqueda de poder, hay un proceso de aislamiento, y lo que está aislado debe, por fuerza, crear conflicto. Eso es, exactamente, lo que ocurre en todo el mundo. Cada grupo está buscando el poder y, de tal modo, se está aislando a sí mismo. Éste es el proceso del nacionalismo, del patriotismo, el cual conduce finalmente a la guerra y a la destrucción.
Ahora bien, sin relación no hay posibilidad de existencia en la vida; y en tanto la relación esté basada en el poder, en la dominación, tiene que haber un proceso de aislamiento, el cual lleva inevitablemente al conflicto. No existe eso de vivir en el aislamiento. Ningún país, ningún pueblo, ningún individuo puede vivir en aislamiento; sin embargo, a causa de que están ustedes buscando el poder en tantas formas diferentes, engendran aislamiento. El nacionalista es una calamidad, porque mediante su mismo espíritu nacionalista y patriótico, está creando un muro de aislamiento. Se halla tan identificado con su país, que construye un muro contra otro país. ¿Y qué sucede cuando construimos un muro contra alguna cosa? Esa cosa está golpeando constantemente contra nuestro muro. Cuando resistimos algo, esa resistencia misma indica que estamos en conflicto con lo otro. De modo que el nacionalismo, que es un proceso de aislamiento, que es el resultado de la búsqueda de poder, no puede producir paz en el mundo. El que es nacionalista y habla de hermandad, está mintiendo. Vive en un estado de contradicción.