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A Moisés, Paquita y su generación, por todo lo que lograron.
A Hernán, Emma y Jorge, con el deseo de que vivan su juventud en un país próspero, sostenible y solidario.
A mis compañeros y compañeras de Red2Red, que trabajan día a día para construirlo.
Prólogo
Decía Josep Roth que ninguna patria política da a sus hijos tantos rasgos comunes como una época a los suyos. Que frente a la idea del espacio como elemento fundamental del condicionamiento principal de los seres humanos, es el tiempo el gran constructor de rasgos comunes para todos aquellos que lo habitan. Que nuestra patria, nuestra verdadera patria —si ésta es la que explica el sentido de aquello a lo que pertenecemos—, es nuestra época. Es cierto que no resulta tan sencillo verla, captarla y mucho menos sentirla, que todo eso se hace mucho más fácil frente a un territorio determinado, a un espacio, a la ubicación exacta que nos da el nacimiento. Pero si pertenecemos a algo, decía Roth, pertenecemos sobre todo a una época, al tiempo que nos ha tocado vivir. Es él quien conforma de manera central el conjunto de rasgos comunes, características, circunstancias, condiciones e incluso mentalidades que definen a quienes lo habitan. Si esto era cierto en la Alemania de los primeros años treinta, cuando Roth expuso esta idea en los artículos posteriormente recopilados bajo el título La filial del infierno en la tierra, múltiples factores hacen que hoy lo sea mucho más.
Nací en 1976, formo parte de la misma generación que el autor de este libro. Nos une la pertenencia a una misma época, a un mismo marco de tiempo que conforma muchas de las características de nuestra vida. Ambos nos hemos formado con más influencias generacionales de los movimientos «altermundistas» de finales de los noventa que, por ejemplo, las del Mayo del 68. Ambos miramos con los mismos ojos de quienes contemplan el ataque a las torres gemelas de Nueva York como un cambio de época, ambos estuvimos juntos en las manifestaciones que recorrieron España contra la guerra de Irak, en las mismas lágrimas por los atentados del 11-M en Madrid, en la misma emoción contenida de memoria y felicidad ante el anuncio del fin del terrorismo por parte de ETA el 20 de octubre de 2011. Juntos hemos compartido las mismas esperanzas con la agenda de desarrollo del milenio y los objetivos de Monterrey en la lucha contra la pobreza. Ambos hemos compartido también similares decepciones por la incapacidad de la comunidad internacional de completar sus objetivos. Con los mismos ojos asistimos al enorme accidente de tráfico financiero de la última gran crisis económica global y con la misma mirada recordamos los años de denuncia de aquel cierto pesimismo de la voluntad para evitarlo por parte de las principales potencias de los países más desarrollados. Ambos somos parte de eso que el propio autor denomina generación X y que ya con hijos pequeños, ha visto el impacto brutal que la actual crisis ha tenido en las certezas lentamente construidas sobre las fortalezas de la Unión Europea y sobre la realidad de nuestro país.
No está hoy nuestra preocupación principal en la denuncia de los hechos pasados, las decisiones erróneas por parte de gobiernos o entidades supranacionales, las decisiones no tomadas, las oportunidades perdidas. No está tampoco nuestro ánimo en la elaboración de una enmienda a la totalidad del sistema, en la denuncia fácil, en la pretensión de verdades absolutas donde algunos aparentan encontrarse cómodos. No formamos parte de ola alguna de posmodernidad líquida. Tampoco nos encontramos cómodos en la búsqueda de simplificaciones o fórmulas mágicas, ni en la cálida inconsciencia de la enorme complejidad del tiempo que nos ha tocado vivir. Es más bien la conciencia del tamaño de los desafíos que tenemos como país la que nos lleva de forma rápida hacia la templanza en los diagnósticos. Y es, sobre todo, la sospecha de la magnitud de las dificultades la que nos alerta de la importancia de la cautela y el matiz a la hora de la construcción de una idea de país para las próximas décadas.
No encontrarán en este libro ni grandes proclamas teológicas ni grandes verdades anunciadas con bombo y platillo, envueltas en el celofán del orgullo del autor. No encontrarán sino la cautela que más luce, la que nace de un conocimiento profundo de la realidad global que nos ha tocado vivir, envuelta en una valentía derivada del compromiso cívico de uno de los mejores exponentes de mi generación en España, el autor de este libro, José Moisés Martín.
Subyace a lo largo de toda la obra un mismo conjunto de preguntas que tantas veces muchos de nosotros hemos sentido también nuestras. ¿Están las potencialidades/posibilidades de España a la altura de sus desafíos? En mi opinión, sí lo están. ¿Están sus fortalezas por encima de sus debilidades? Creo, honestamente, que también lo están. ¿Está nuestro país en condiciones de incorporar una mayor conciencia de una realidad global cambiante y cada vez más exigente para iniciar un camino de profundas transformaciones y convertirse en un país mejor en las próximas décadas? Está por ver, pero sabemos que sin ella será difícil encontrar los catalizadores para el cambio, o los cambios que España necesita para protagonizar y no arrastrarse languideciendo por el tramo central del siglo XXI .
Desde ese punto de vista, comparto con el autor que nuestro país necesita elaborar y consensuar (sí, consensuar), los objetivos principales de un proyecto de país que se concentre en los elementos fundamentales que le permitan poder alcanzar algunas metas estratégicas. ¿Podemos alcanzar un acuerdo sobre algunos conceptos básicos que definan la arquitectura de ese proyecto de país? ¿Pueden conceptos como competitividad, sostenibilidad, cohesión social y convivencia cívica ser guías compartidas por una amplia mayoría para iniciar una ruta juntos hacia un mismo objetivo de país? Quiero pensar que sí, que a nuestra generación le toca definir un horizonte hacia el que avanzar y que difícilmente podrá evitar articularlo al margen de esos grandes pilares. Quiero pensar que pronto será alcanzable un nivel de consenso suficiente como para avanzar a mayor velocidad de crucero sobre la base de esas piedras angulares. A partir de ahí, ya tendremos tiempo de discutir cuáles son los pasos concretos que hay que seguir, las medidas que hay que tomar y las políticas que hay que aplicar para avanzar por una vía más rápida en esa dirección. Pero España, como proyecto, no puede ser configurado sin atender a algunos aspectos fundamentales que están íntimamente ligados a, quizá entre otros, esos conceptos centrales. La realidad de nuestro país hoy nos da algunas claves del punto del que partimos.
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