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Mariana Mazzucato (PhD) es catedrática de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres (UCL), donde fundó y dirige el Institute for Innovation and Public Purpose ( IIPP ). Ha sido galardonada con diferentes premios internacionales, que incluyen el John von Neumann Award de 2020, el All European Academies Madame de Staël Prize for Cultural Values de 2019 y el Leontief Prize for Advancing the Frontiers of Economic Thought de 2018. Considerada como uno de los tres pensadores más importantes en temas de innovación según The New Republic, una de las cincuenta personas más creativas en temas empresariales según Fast Company y uno de los veinticinco líderes que diseñan el futuro del capitalismo según WIRED , es autora de los aclamados libros El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado (2013/2019), El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global (2018/2019) y Misión economía. Una carrera espacial para cambiar el capitalismo (2021). Asesora a políticos de todo el mundo sobre crecimiento inteligente, inclusivo y sostenible. Actualmente es miembro, entre otras instituciones, del Consejo de Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud ( OMS ), del Consejo Asesor Económico del presidente de Sudáfrica, del Consejo de Asesores Económicos del Gobierno escocés y de la Junta Consultiva de Alto Nivel sobre Asuntos Económicos y Sociales ( HLAB ) de la Organización de las Naciones Unidas ( ONU ).
El colapso del PIB mundial, el bloqueo de la producción y el comercio, infinidad de personas sumidas en la pobreza y el desempleo. Este es el resultado de la pandemia de la COVID-19 desde el punto de vista económico.
El desafío al que se enfrentan los gobiernos de todo el mundo es enorme: la necesidad de aplicar medidas de apoyo a los ciudadanos y de ayuda a las empresas con dificultades, el refuerzo de los servicios sanitarios, un nivel de colaboración entre naciones sin precedentes, desde la carrera por las vacunas hasta la gestión de las pruebas de detección y el rastreo de los contagios. Por desgracia, durante el último medio siglo, el mensaje político predominante en muchos países ha sido que los gobiernos no pueden –y, por tanto, no deben– gobernar. Desde hace tiempo, políticos, dirigentes empresariales y expertos se dejan guiar por una ideología que se centra en medidas estáticas de eficiencia para justificar los recortes de gastos, las privatizaciones y la subcontratación. Esta es la razón por la que los gobiernos disponen ahora de menos herramientas para responder a la crisis. Y esta es precisamente la lección de la COVID-19 : la facultad de un Estado para gestionar una crisis de gran envergadura depende de lo que haya invertido en la capacidad de gobernar, hacer y gestionar, es decir, en dar forma a mercados que produzcan un crecimiento sostenible e inclusivo orientado al interés general.
Edición al cuidado de María Cifuentes
Título de la edición original: Don’t Let a Crisis Go to Waste: Lessons from Covid-19
Traducción del inglés: Ramón González Férriz
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: mayo de 2021
© Mariana Mazzucato, 2020
Reservados todos los derechos
© de la traducción: Ramón González Férriz, 2021
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2021
Imagen de portada: Estudio Pep Carrió, 2021
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN : 978-84-18526-88-6
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Índice
I
LA TRIPLE CRISIS
II
ESTRUCTURAR EL PRESENTE
CON UN HORIZONTE A LARGO PLAZO
III
CREAR UN SISTEMA SANITARIO
INNOVADOR Y SIMBIÓTICO
IV
UN MUNDO POSPANDEMIA
MÁS VERDE
V
UNA IDEA DIFERENTE
DE FUTURO
I
LA TRIPLE CRISIS
La crisis de la COVID-19 es una oportunidad para cambiar el capitalismo
El mundo se encuentra en estado crítico. La pandemia de COVID-19 se está propagando con rapidez entre los países, a una escala y con una severidad inéditas desde la devastadora gripe española de 1918. A menos que se lleve a cabo una acción global coordinada para contenerla, el contagio pronto será también económico y financiero.
La magnitud de la crisis requiere que los gobiernos intervengan. Los estados están inyectando estímulos en la economía al tiempo que intentan desesperadamente ralentizar la propagación de la enfermedad, proteger a la población vulnerable y contribuir a crear nuevas terapias y vacunas. La escala y la intensidad de estas intervenciones recuerdan a las de un conflicto militar: es una guerra contra la propagación del virus y el colapso económico.
Y, sin embargo, hay un problema. La intervención exige un marco muy distinto del que han escogido los gobiernos. A partir de la década de 1980, a estos se les ha dicho que se queden en un segundo plano y dejen que sean las empresas las que dirijan y creen riqueza, y que solo intervengan para arreglar los problemas cuando estos surgen. El resultado es que los gobiernos no siempre están adecuadamente preparados y equipados para enfrentarse a crisis como la de la COVID-19 o la emergencia climática. Al asumir que deben esperar hasta que se produzca un inmenso shock sistémico antes de decidirse a actuar, los gobiernos no hacen los preparativos suficientes sobre la marcha.
En el proceso, se debilitan instituciones clave en la prestación de servicios públicos y, en términos más generales, los bienes públicos, como el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido ( NHS , por sus siglas en inglés), en el que desde el año 2015 se han producido recortes en la sanidad pública por un total de un millón de libras.
El destacado papel de las empresas en la vida pública también ha provocado una pérdida de confianza en lo que el Gobierno puede lograr por sí solo. A su vez, esto ha dado pie a muchas asociaciones público-privadas problemáticas, que priorizan los intereses de las empresas por encima del bien público. Por ejemplo, está bien documentado que con frecuencia las asociaciones público-privadas en investigación y desarrollo favorecen los «éxitos de ventas» a expensas de medicamentos con menor atractivo comercial pero que son muy importantes para la salud pública, como los antibióticos y las vacunas contra numerosas enfermedades que pueden dar lugar a brotes.
Además, las sociedades donde la desigualdad es cada vez mayor carecen de una red de seguridad y protección para la gente trabajadora, en especial para quienes trabajan en la economía gig (literalmente, economía «de bolos») sin protección social.
Pero ahora tenemos la oportunidad de utilizar esta crisis para entender cómo hacer un capitalismo distinto. Lo cual implica repensar para qué sirven los gobiernos: en lugar de limitarse a corregir los fallos de mercado cuando estos surgen, deberían pasar a conformar y crear activamente mercados que generen un crecimiento sostenible e inclusivo. También deberían garantizar que las asociaciones con empresas que reciben financiación pública están motivadas por el interés público, no por los beneficios.
En primer lugar, los gobiernos deben invertir en instituciones –y en algunos casos crearlas– que ayuden a impedir crisis, y que nos den capacidad para gestionarlas mejor cuando estas se produzcan. El presupuesto de emergencia de 12.000 millones de libras del Gobierno de Reino Unido para el NHS es un paso positivo. Pero es igual de importante centrarse en la inversión a largo plazo para fortalecer los sistemas sanitarios y revertir la tendencia de los últimos años.