Agradecimientos
Aunque este libro está dedicado a todos mis colegas del Equipo Investigador de Atapuerca, no puedo dejar de recordar que, sin el esfuerzo de todos ellos, el proyecto hubiera resultado imposible. Mucho de lo que aquí se relata es fruto de su trabajo. En particular, quiero expresar mi eterno agradecimiento a María Martinón, con quien he desarrollado codo con codo las hipótesis que se exponen en los últimos capítulos del libro. Ella es, por derecho propio, la verdadera protagonista de varios capítulos.
Durante años, los integrantes del equipo sólo hemos podido tener palabras de agradecimiento para las instituciones que nos han acogido como científicos y para las que nos han apoyado con subvenciones más o menos generosas. Los diferentes ministerios encargados de la ciencia en España han proporcionado fondos en proyectos sucesivos trianuales desde 1978, mientras que la Comunidad de Castilla y León ha hecho lo propio desde su constitución en 1984, con aportaciones cada vez más cuantiosas a las excavaciones. El agradecimiento tiene que hacerse extensivo a los miles de personas que apoyan el proyecto. Algunas no son anónimas, puesto que representan o lideran empresas privadas que respaldan económicamente en mayor o menor medida a la Fundación Atapuerca. Otras dan su apoyo personal desde las propias instituciones, más allá de lo que exigen sus cargos. La lista es muy larga, y a buen seguro me dejaría a muchas en el tintero en caso de empeñarme en confeccionarla. Otras muchas personas sencillamente ofrecen su apoyo social desde el anonimato, a la par que muestran su interés y su simpatía por las investigaciones sobre la evolución humana. A todas y todos vaya mi más profundo agradecimiento. Por supuesto, las horas robadas a mi familia al escribir estas páginas durante los fines de semana y las vacaciones no se pueden valorar.
JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO (Madrid, 1952) se licenció en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), donde tuvo ocasión de estudiar lo que en aquellos años se conocía sobre la evolución humana. Este hecho marcó de manera decidida su vocación por la ciencia y en particular por el estudio de nuestros orígenes. En 1985 se doctoró en la misma universidad, al mismo tiempo que se integraba en el Equipo Investigador de Atapuerca, cuya dirección comparte con Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell desde 1991.
Ha sido profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El mayor reconocimiento de su carrera profesional se produjo en 1997, cuando el equipo que codirige recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Este impresionante currículum se completa con multitud de publicaciones académicas y divulgativas, en solitario y en equipo.
Es autor de: El chico de la Gran Dolina. En los orígenes de lo humano (2002); La evolución del talento (2009) y Exploradores. La historia del yacimiento de Atapuerca (2012); y ha sido coautor en libros tales como: Atapuerca. Nuestros antecesores. (1999); Los Primeros Europeos: Tesoros de la Sierra de Atapuerca (2003); Hijos de un tiempo perdido. La búsqueda de nuestros antepasados (2004) o Atapuerca, perdidos en la colina. La historia humana y científica del equipo investigador (2004).
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