Agradecimientos de las editoras
Las enseñanzas que conforman la base para este libro fueron ofrecidas por Su Santidad el Karmapa a lo largo de un curso de tres semanas en su residencia de Dharamsala, en la India, a un grupo de estudiantes de la Universidad de Redlands, que fueron llevados y asistidos por las coeditoras de este libro. Las clases formaron un curso para el que los estudiantes recibieron créditos universitarios aplicables a sus licenciaturas. Sin el apoyo constante de la Oficina administrativa del Karmapa en las singulares relaciones entre el Karmapa y los estudiantes universitarios, este libro nunca hubiera visto la luz. Nos gustaría dar las gracias especialmente al secretario general adjunto Karma Chungyalpa, así como a Khenpo Tenkyong, Khenpo Lekshey, Yeshe Namgyal, Gyaltsen Sonam, Karma Tsering y Tashi Paljor. Su Santidad habló casi todo el tiempo en tibetano, y Ngodup Tsering Burkhar sirvió amablemente como intérprete durante esas sesiones, por lo que le ofrecemos nuestra gratitud.
Nuestro agradecimiento a la administración de la Universidad de Redlands, que aceptó la oportunidad que brindaba la amistad que existe con Su Santidad el Karmapa como una forma única y genuina de educación intercultural y global: el presidente, Ralph Kuncl, la rectora, Kathy Ogren, la directora del Johnston Center Kelly Hankin, y los colegas de Karen en Estudios Religiosos y el Johnston Center for Integrative Studies.
Nuestro agradecimiento a los estudiantes del grupo de la Universidad de Redlands: Sarah Bey, Eliza Craig, Ellen Douglass, Daniel Driscoll, Elana Gurewitz, Kate Leung, James MacNee, Virginia Osterman, Sophie Schuyler, Ian Spencer y Danica Teyssier. Gracias al profesor Daniel Kiefer, por unirse al grupo con un compromiso sincero y por su pragmática asistencia sobre el terreno. Los esfuerzos del grupo para afrontar los desafíos de vivir independientemente durante nuestra estancia en la India mientras recibían esas enseñanzas de Su Santidad el Karmapa fueron una condición esencial para la creación de este libro. Nuestra profunda gratitud por la generosidad y compasión de la Dharmadatta Nuns’ Community, que alojaron a los estudiantes, ocupándose de la organización de su estancia y, en general, ocupándose de sus necesidades durante la estancia en Dharamsala.
Nuestro agradecimiento a la familia de Karen: Ed, Ben y Rebekah Murphy por su compromiso con las conexiones que facilitaron este proyecto; su compresión de que el interés de Karen iba a concentrarse en otras cosas es otro ejemplo de la manera en que los recursos internos de la interdependencia apoyan las condiciones externas para ayudar a amigos conocidos y desconocidos.
Una deuda final de gratitud para todos aquellos que apoyaron la Dharmadatta Nuns’ Community, haciendo posible que Damchö dedicase su tiempo a trabajar en este libro y que las monjas de la comunidad alojasen al grupo de estudiantes durante su estancia en Dharamsala.
Que todos aquellos que fueron condiciones para que este libro fuese posible compartan sus méritos.
1. Nuestro mundo interdependiente
Nuestro mundo del siglo XXI es más pequeño de lo que solía ser. Personas de sociedades antaño muy separadas mantienen ahora un contacto más cercano que nunca antes, y también, igualmente importante, somos más conscientes de nuestra cercanía. En esta era de la información, los observadores expertos y ordinarios pueden identificar muchos casos en los que las acciones realizadas en una parte del mundo tienen importantes efectos en cualquier otro lugar del planeta. Aumenta la conciencia de que vivimos en un mundo en el que todos nosotros, y el mundo natural que lo mantiene, estamos profunda y radicalmente conectados.
Esta interconexión ha sido descrita desde hace mucho tiempo en el budismo como interdependencia, y ese término ahora forma parte de conversaciones muy alejadas de los contextos budistas. Profesionales de diversos campos descubren de forma creciente que la interdependencia conforma una importante estructura para explicar lo que observan. Los científicos medioambientales la consideran indispensable para entender los ecosistemas, los economistas la aplican al comercio internacional y los teóricos sociales la usan para representar los sistemas que reproducen injusticia racial y de género, por nombrar algunos ejemplos.
La interdependencia puede utilizarse para explicar muchos sistemas —desde las relaciones entre los fenómenos naturales a grupos de personas y naciones; es decir, con el mundo que nos rodea—, pero creo que un entendimiento acerca de nuestra profunda interconexión podría llegar mucho más allá. La interdependencia no es una mera teoría o una filosofía interesante; tiene un impacto directo en nuestras vidas a diario. Profundizando nuestra conciencia de la interconexión, podemos crear una sociedad mucho más armoniosa y sana, y vivir vidas mucho más satisfactorias. Para que eso ocurra, no podemos circunscribir nuestro análisis a la interdependencia del mundo físico. El corazón y la mente humanos —lo que podríamos denominar nuestro mundo interno— forman parte integral de esas redes de interdependencia.
En el interior de cada uno de nosotros existe una compleja constelación de percepciones, ideas, sensaciones e intenciones que se afectan mutuamente entre sí. Nuestros mundos internos interactúan con condiciones externas para modelar el mundo que nos rodea. Respondemos a circunstancias externas, pero también las creamos. En otras palabras, nuestros mundos interiores y el mundo exterior están íntimamente conectados, y esa interconexión forma parte también de la interdependencia. Reconocer la interdependencia en toda su magnitud nos llevaría a un replanteamiento fundamental acerca de quiénes somos como seres humanos y de nuestro lugar en el mundo que ayudamos a crear.
Nuestro mundo interior es la esfera clave para provocar un cambio auténtico en el mundo que todos compartimos. Ni la justicia social ni la medioambiental son posibles sin cambios significativos en nuestras actitudes y en el comportamiento intencional al que dan paso. La transformación de nuestro mundo social y material debe comenzar en nuestro interior.
La conciencia intelectual que estamos obteniendo acerca de la interdependencia es un importante primer paso. El siguiente —y crucial— paso es lograr una conciencia emocional de la interdependencia. Necesitamos sentir nuestra profunda interconexión, y no solo saber al respecto. En nuestro interior contamos con numerosas cualidades que ayudan a mantener una implicación emocional de ese tipo con nuestra interdependencia. Aumentando nuestra comprensión de la interdependencia de nuestro mundo interior, devenimos más capaces de cultivar esas cualidades.
Una vez que lo logremos, la conciencia emocional que habremos alcanzado reorientará profundamente nuestras relaciones con los demás y nuestra manera de estar en el mundo. Empezaremos a actuar de forma y manera que realmente reflejen nuestra interdependencia. Cuando nuestra comprensión de la interdependencia se traslada de la cabeza al corazón y luego se pone en práctica, nuestras vidas se tornan totalmente efectivas y fructíferas.
Por qué (y cómo) importa la interdependencia
Nuestra interconexión tiene importancia en todas nuestras relaciones y en todos los aspectos de nuestras vidas. La interdependencia es una fuerza concluyente en el mundo. Tiene un gran valor para nosotros. Gracias a ella podemos responder y adaptarnos a las circunstancias. Podemos cambiar. Podemos esforzarnos con el fin de alcanzar nuestros objetivos reuniendo las condiciones necesarias para ello. Si no fuésemos interdependientes, seríamos incapaces de hacer nada de todo eso. Comprender el funcionamiento de este principio fundamental en nuestras vidas nos permite reorientarlas conscientemente y cambiar el mundo mismo.
La interdependencia describe nuestra profunda conexión, pero también explica por qué y cómo estamos interconectados. Podemos empezar observando que todo en la vida sucede debido a la concentración de diversas causas y condiciones. La interdependencia revela las profundas implicaciones de este hecho tan sencillo. Nos muestra que todo lo que existe es una condición que afecta a otras, y que a su vez también se ve afectada, en una vasta y compleja red de causalidad. Como parte de esa red, nosotros mismos somos una condición que tiene un impacto en quienes nos rodean. Eso significa que, si cambiamos, también lo harán otros.