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Sinopsis
Nuestra guerra contra las pandemias y cómo evitar la próxima
Este libro, escrito por uno de los mayores expertos mundiales en epidemiología, anticipaba paso a paso la pandemia que está azotando el planeta. Esta edición actualizada incluye un prólogo en el que se analiza a fondo la crisis del coronavirus: qué es el covid-19, qué deberían hacer las autoridades y cómo afrontar la próxima crisis.
A diferencia de los desastres naturales, cuya afectación está limitada a un territorio y un periodo de tiempo determinados, las pandemias tienen la capacidad de alterar para siempre y a escala global la vida de las personas: el trabajo, el transporte, la economía y hasta la vida social de la gente pueden cambiar radicalmente.
Como el ébola, el zica, la fiebre amarilla o ahora el coronavirus han demostrado, no estamos preparados para gestionar una crisis pandémica. ¿Qué podemos hacer para protegernos de nuestro enemigo más letal?
A partir de los últimos descubrimientos científicos, Osterholm explora las causas y las consecuencias de una pandemia y las maneras de atajarla a escala global e individual. El autor ahonda en los problemas que se ciernen sobre nosotros ante el riesgo de la propagación de un virus sin cura y de la complejidad que conlleva la búsqueda de esa cura. Escrito como si de un thriller médico se tratara, el libro nos ayudará a entender los peligros de la situación actual y del plan de acción que debemos seguir.
El profético libro que primero alertó contra la crisis del coronavirus. N.01 en EE. UU.
La amenaza más letal
Nuestra guerra contra las pandemias y cómo evitar la próxima
Michael Osterholm y Mark Olshaker
Traducción de Àlex Guàrdia Berdiell, Arnau Figueras Deulofeu y Carmen Balagueró Aguilà
A las tres personas que más han influido en mi trayectoria vital con fe y amor. Cada una a su manera, me han enseñado a aprender del ayer y del hoy, así como a soñar en un mañana mejor:
A Laverne Keettel Hull, que ya no está entre nosotros, por señalarme el camino vital cuando era un niño;
A David «Doc» Roslien, que lleva más de cuarenta y cinco años inspirándome a soñar, usando la confluencia de la ciencia y la política como mi Estrella Polar;
A la doctora Kristine Moore, sin cuyo apoyo y consejo profesional no estaría donde estoy hoy.
M ICHAEL O STERHOLM
A mi hermano, el doctor Jonathan S. Olshaker, que ha consagrado su vida a todo aquello por lo que luchamos, con amor y admiración.
M ARK O LSHAKER
La humanidad solo tiene tres grandes enemigos: la fiebre, el hambre y la guerra; de estos, el mayor y más terrible es, de lejos, la fiebre.
D OCTOR SIR W ILLIAM O SLER
Un buen jugador de hockey se mueve por donde está el disco. Uno fantástico se mueve por donde va a estar el disco.
Atribuido a W AYNE G RETZKY
La pandemia del covid-19. Prólogo a la edición de 2020
Propusimos este libro durante el brote de ébola de 2014-16 en el África occidental y lo acabamos durante el brote de zika que se propagó de las islas del Pacífico a Norteamérica y Sudamérica. Además, mientras lo escribíamos teníamos un ojo puesto en el brote de coronavirus SRAS (síndrome respiratorio agudo severo) que empezó en el sudeste asiático y se propagó a Canadá, en el brote de gripe H1N1 de 2009 que estalló en México y en el SROM (síndrome respiratorio de Oriente Medio), otro coronavirus que en 2012 asoló la península arábiga. Y ahora que redactamos este nuevo prefacio, el mundo se enfrenta a la pandemia del covid-19, causada por un nuevo coronavirus que a finales de 2019 surgió con furioso arrebato desde China. Esta pandemia de coronavirus recuerda a un escenario parecido al de la gripe, pues se transmite de persona a persona a través de las gotitas exhaladas por la gente infectada y de las pequeñas partículas de aerosol impregnadas con el virus, tal como en el capítulo 19 detallamos que se produciría una pandemia de gripe. ¿Qué tienen en común todos estos brotes de enfermedades infecciosas?
Todos nos cogieron con la guardia baja, cuando no deberían. Y el siguiente tampoco debería; y dadlo por hecho, habrá un siguiente, luego otro y luego otro más. Y como hemos advertido en este libro, uno de ellos será aún más grande y uno o varios órdenes de magnitud más grave que el brote de covid-19. Lo más probable, como hemos escrito, es que sea un nuevo virus de la gripe con la misma capacidad de devastación que la gran pandemia de gripe de 1918-19, que se cobró la vida de entre 50 y 100 millones de personas. Sin embargo, se produciría en un mundo con el triple de población, con vuelos comerciales internacionales y con megalópolis superpobladas en el tercer mundo; un mundo en el que hemos irrumpido en hábitats naturales y hemos atraído hasta nuestras puertas a reservorios animales de enfermedades; un mundo donde cientos de millones de humanos y animales huéspedes viven como sardinas en lata, con una cadena de suministro mundial JIT (siglas en inglés de «justo a tiempo») que lo impregna todo, desde la entrega de componentes electrónicos y piezas de automóvil a medicinas de primera necesidad sin las cuales los hospitales más avanzados dejarían de funcionar.
¿Creéis que un siglo entero de avances científicos nos ha preparado para afrontar mejor un cataclismo de estas dimensiones? Por desgracia, como describimos en el capítulo 19, lo cierto es que no. Lisa y llanamente, todo lo que escribimos en la primera edición de La amenaza más letal —los análisis, las prioridades y las recomendaciones proactivas— sigue valiendo y siendo de rigurosa actualidad. No nos alegramos de haber acertado, pero el hecho es que ha habido señales de aviso más que suficientes.
Echemos un vistazo a la realidad.
Intentar detener una transmisión afín a la de la gripe, como sucede con el covid-19, es como intentar detener el viento. A lo sumo, se consiguió frenar su propagación gracias al confinamiento casi draconiano que el gobierno chino pudo imponer a cientos de millones de sus ciudadanos, amén de los esfuerzos de otros países como Corea del Sur y Singapur para identificar a personas infectadas y a cualquiera que pudiera haber tenido contacto con ellas, unas medidas que en los Estados Unidos han brillado por su ausencia. La única manera en que se podría haber frenado la propagación habría sido con una vacuna efectiva, que no existía. Iniciar un proyecto así desde cero exige muchos meses, o incluso años.