Introducción
Pereat veritas, fiat vita
Michael Oakeshott
I
Una de las ideas más extendidas sobre el desarrollo de la filosofía política en el siglo XX es aquella que señala la muerte de la disciplina tras la Segunda Guerra Mundial y su renacimiento a partir de la década de 1970, con la obra A Theory of Justice de John Rawls como buque insignia. Sin embargo, esta versión de la historia de la filosofía política se ajusta mal a la realidad, pues los años 50 y 60 del siglo pasado fueron el escenario de un gran florecimiento de esta disciplina. Pensadores de la talla de Raymond Aron, Karl Popper, Friedrich Hayek, Isaiah Berlin, Leo Strauss o Hannah Arendt, por citar sólo unos pocos nombres, firmaron algunos de sus mejores trabajos en la posguerra. Estas obras, hoy pertenecientes a la categoría de los clásicos contemporáneos, constituyen brillantes reflexiones sobre el desarrollo de las ideas políticas en el siglo XX . Un siglo que se había inaugurado bajo el signo de la fe en el progreso y que terminó, paradójicamente, alumbrando la experiencia del totalitarismo.
Michael Oakeshott forma parte de esta nómina de pensadores que contribuyeron a prestigiar la filosofía política en la posguerra, sobre todo gracias a la publicación del libro Rationalism in Politics and Other Essays (1962), colección de ensayos que da forma a una original defensa del conservadurismo liberal y que tiene como hilo conductor la crítica del racionalismo en la política, fenómeno al que Oakeshott considera una de las principales patologías de la cultura occidental contemporánea. Los cuatro ensayos que presentamos en esta edición fueron publicados originalmente en distintas revistas académicas y recogidos, después, en la primera edición de Rationalism in Politics and Other Essays.
En la actualidad Michael Oakeshott es considerado uno de los filósofos políticos más brillantes del siglo XX . Así lo acreditan los obituarios que los principales periódicos ingleses de distinto signo le dedicaron. En opinión del Times, «Oakeshott fue uno de los filósofos políticos más sobresalientes del siglo XX »; según de The Guardian, Oakeshott fue «quizás el filósofo político más original de la centuria»; para el Independent, Oakeshott había realizado la más «elocuente y profunda defensa filosófica del conservadurismo que el presente siglo haya producido» y lo comparó con Montaigne por su «compostura, humor, discreción y moderación»; finalmente, el Daily Telegraph afirmaba que Michael Oakeshott era «el mayor filósofo político en la tradición anglosajona desde Mill o incluso Burke».
Sin embargo, ni su obra ni su persona gozaron siempre de tan buena reputación. De hecho, durante buena parte de su vida Michael Oakeshott fue despachado como un reaccionario, un cínico o un mero polemista conservador. Los ejemplos del rechazo que Oakeshott produjo en el establishment de la izquierda académica son copiosos, pero merecen recordarse tres notables. Bernard Crick comenzó su reseña de Rationalism in Politics and Other Essays, publicada por la revista Encounter en 1963, escribiendo que «durante diez años, el escéptico, polémico, dandi, paradójico, despreocupado y amargo espíritu de Michael Oakeshott ha rondado, más que ocupado, la cátedra de Ciencia Política que antes perteneció a Harold Laski». Richard Crossman, miembro destacado del Partido Laborista y editor de la revista New Statesman, reseñó la misma obra de Oakeshott señalando que «en la campaña para purgar el estudio de la política de cualquier propósito moral o utilidad práctica nadie ha luchado con tal despliegue de cinismo y cortesía como Michael Oakeshott». Esta reseña fue publicada de forma anónima en 1962 en las páginas del Times Literary Supplement y sólo años después, en sus memorias, vino Crossman a confesar su autoría. En los años noventa, el historiador marxista Perry Anderson reconoció a Oakeshott como el «pensador conservador más original de la posguerra», para después encuadrarlo, sin empacho, en el «cuarteto de teóricos destacados de la derecha intransigente europea» junto a Leo Strauss, Carl Schmitt y Friedrich Hayek.
La relación de Oakeshott con el mundo intelectual de las derechas de posguerra, intensamente ideologizadas al calor de las batallas culturales de la Guerra Fría, tampoco resultó fácil ni fue fértil. Nótese, por ejemplo, que su ensayo «On Being Conservative», hoy considerado por la crítica uno de los trabajos más sobresalientes de Oakeshott por su capacidad para reformular el conservadurismo en términos liberales, fue rechazado por la revista Encounter en 1956. El editor que declinó publicar el ensayo era Irving Kristol, el fundador del neoconservadurismo americano. Las razones del rechazo, expuestas años más tarde por el propio Kristol y su mujer, la historiadora Gertrude Himmelfarb, señalaban que el ensayo de Oakeshott era demasiado secular, escéptico y ajeno a cualquier noción de verdad.
Lo cierto es que Michael Oakeshott se mantuvo al margen de las principales modas y corrientes que representaron el pensamiento conservador en la segunda mitad del siglo XX . Su particular forma de entender el vínculo entre filosofía y política le convirtió en un pensador un tanto heterodoxo para su tiempo. Y al igual que ocurría con Isaiah Berlin, su aversión a la idea de la política como culto a la verdad con mayúsculas le convirtió en un intelectual menos atractivo que, por ejemplo, Popper o Hayek, pensadores cuyo estilo combativo se acomodaba mejor a la tensión ideológica de la Guerra Fría. Para Oakeshott la filosofía podía ser útil a la política como instrumento para clarificar los principios o presupuestos de la práctica, pero no para fundamentarla ni para convertirse en su guía prescriptiva. Como observará el lector, en su filosofía política la fundamentación racional de una institución importa menos que su utilidad. De aquí que en sus ensayos Oakeshott defienda la política como una conversación, en sentido aristotélico, cuyo objetivo no es alumbrar la verdad, sino la convivencia en paz.
II
Michael Joseph Oakeshott vino al mundo en Chelsfield, condado de Kent, el 11 de diciembre de 1901. Segundo de tres hermanos, nació en el seno de una familia de clase media que a pesar de sus limitados recursos cultivó con esmero la educación de sus hijos. Su padre fue funcionario en la Inland Revenue, departamento del Gobierno británico encargado de la recaudación de impuestos con sede en el histórico edificio londinense Somerset House. Simpatizó con el socialismo inglés y fue miembro activo y destacado de la Sociedad Fabiana, así como amigo personal de George Bernard Shaw. Su madre, hija de un vicario londinense, fue enfermera y dedicó toda su vida a las obras de caridad. El padre de Oakeshott, que era agnóstico, legó a su hijo el amor por la literatura y, muy en especial, por la obra del gran escéptico francés Michel de Montaigne. Su madre, mujer de profundas convicciones religiosas, imprimió en Oakeshott un interés permanente por la religión que atravesaría toda la obra del filósofo en forma de apego por la dimensión poética de la vida.
Oakeshott recibió una educación poco ortodoxa para los estándares de la época. Fue educado en la St. George School, en Harpenden. Se trataba de un colegio mixto que cultivaba la sensibilidad estética, el individualismo y la curiosidad intelectual, a la par que fomentaba un fuerte sentido de la responsabilidad social. Elementos pedagógicos que, sin duda, jugaron un papel decisivo en la forja de su bohemia personalidad. A partir de 1920 Oakeshott se trasladó a Cambridge para estudiar Historia y Ciencia Política. Y en 1925, tras una estancia de un año en Alemania, donde estudió Teología en Marburgo y Tubinga, ingresó en el prestigioso Gonville and Caius College de Cambridge, donde comenzó a desarrollar carrera como investigador y docente. Tras haber servido a su país en la II Guerra Mundial, Oakeshott volvió a Cambridge y, tras un breve paso por el Nuffield College de Oxford, en 1951 fue designado, no sin polémica, para relevar a Harold Laski –fallecido un año antes– en la Cátedra de Ciencia Política de la London School of Economics, institución que no abandonaría hasta 1968, cuando la onda expansiva del mayo francés llegó a las aulas del LSE. Tras su jubilación, Oakeshott se trasladó junto a su tercera esposa, una joven artista, a Acton, aldea perteneciente a la parroquia de Langton Matravers, un pequeño pueblo del condado de Dorset, al sur de Inglaterra.