Una sociedad se define no solo por su actitud hacia el futuro sino frente al pasado: sus recuerdos no son menos reveladores que sus proyectos... pero hay una censura histórica como hay una censura psíquica. Nuestra historia es un texto lleno de pasajes escritos con tinta negra y otros escritos con tinta invisible.
P RÓLOGO
Artículos-periódicos-debates históricos
La opinión pública solo existe donde no hay ideas (Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray).
Artículos que marcaron un hito, periódicos de referencia, señalados debates históricos... son realidades que es preciso ubicar, encadenar y contextualizar para que adquieran su auténtico significado y no elevar simples anécdotas a categorías. Para evitarlo, hay que comprender el conjunto social correspondiente con el fin de comprobar cómo y con qué alcance opinativo han incidido las unidades informativas (artículos) señeras. Ciertamente, la prensa no es el único instrumento de conformación de opiniones, puesto que ya desde los orígenes de la historia (Grecia o Roma, por ejemplo) han tenido lugar grandes debates y se ha intentado crear estados de opinión. Es verdad que sobre la etapa primigenia del homo sapiens —hasta que la escritura se socializa gracias a la imprenta— poco podemos, por desgracia, conocer desde la perspectiva de las opiniones públicas. No obstante, grandes controversias, diatribas, debates han existido desde el principio de los tiempos. Pero no será hasta el nacimiento de los periódicos y, especialmente, a partir de la aparición del paradigma liberal informativo —comienzos del siglo XIX — cuando la dialéctica social de fondo pueda comenzar a aflorar (parcialmente) a la superficie. Por ello la conocida como época contemporánea y la actual de Occidente no puede entenderse (ni estudiarse) dando la espalda a los medios de comunicación.
Echar la vista atrás en el tiempo es ver cómo los periódicos (y el periodismo) tienen ya una larga historia a sus espaldas durante la cual han ido —con sus artículos, noticias, crónicas e influencia social— haciendo Historia como un agente histórico más, que muchas veces queda olvidado en los libros de texto o en los manuales que hablan del pasado de nuestra civilización. De ahí que en plena sociedad de la información debamos dejar un espacio para reflexionar sobre el papel que han jugado los medios, y quienes los han hecho posible, en el discurrir de los acontecimientos que han ido constituyendo nuestro pasado a través de las grandes referencias periodísticas españolas, de Arenal a Camba, de Nipho a Casanova, pasando por El Censor, ABC, El Sol o El País. No es mal momento este siglo XXI cargado de posverdad, inmediatez informativa y conectividad para hablar de periodismo con historia y de periodismo que hizo Historia.
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Detrás de las pequeñas batallas cotidianas, que conforman los diversos mass media y que dan lugar a multitud de opiniones cambiantes, subyace de fondo (contexto) una dialéctica de fuerzas que cristalizan en torno a grandes problemas y generan progresivamente sonados debates. Estos, de una u otra forma, están siempre subyacentes por debajo del hecho comunicativo. Para una correcta comprensión de los conflictos que afloran a través de los medios informativos es preciso tener en cuenta el contexto dentro del cual se insertan: momento histórico-circunstancial y ecosistema informativo dominante.
No obstante, sin libertad no existe realmente capacidad discursiva, y los medios quedan reducidos a simples instrumentos de propaganda. Para que pueda existir un debate plural y racional es preciso contar con un contexto abierto y con unas reglas del juego claras que acaten y respeten todos los elementos del proceso comunicativo, desde los encargados de establecer el campo y limpieza del juego (autoridades) hasta los emisores (empresa / redacciones) y también los sujetos receptores.
Desde siempre las diversas autoridades y grupos de poder han pretendido controlar y utilizar a los medios de comunicación a través de muy variados mecanismos. Los emisores, por su parte, han partido en ocasiones de un concepto demasiado parcial e interesado de la libertad (pro domo sua) y los receptores, por ignorancia y/o desidia culposa (falta de crítica), han buscado en los mensajes periodísticos una reafirmación en sus creencias previas, más que atender a opiniones razonadas y recibir una visión crítica de lo acontecido.
Sin embargo, estamos de acuerdo con A. Tocqueville (1835) en que
los periódicos resultan más necesarios a medida que los hombres se hacen más iguales y más temible el individualismo. Sería disminuir su importancia creer que solo sirven para garantizar la libertad, cuando son los que mantienen la civilización [...]. Si no existiesen periódicos, casi no habría acción común. El mal que producen resulta mucho menor que el que remedian.
En el caso español, es el siglo XVII el que nos trae el nacimiento de La Gazeta; todo un ejemplo de un medio al servicio de fines políticos personales (los de Juan José de Austria). La Gazeta refleja, por una parte, el interés por seguir el camino trazado por otras publicaciones en el resto de Europa, pero también el surgimiento de un querer estar informado. Pero no será hasta el siglo XVIII cuando nazca realmente la prensa en España con pioneros como El Diario Noticioso,La Pensadora Gaditana o el Diario Pinciano. Esos primeros periódicos del siglo de la Ilustración serán entendidos por sus promotores como un instrumento de formación, información y de utilidad pública al servicio de la monarquía y del progreso del país.
Cuando realmente se comienza a notar la presencia de la prensa con un papel político y como conformadora de opinión pública es con la Guerra de Independencia, ya en el siglo XIX . El vacío de poder que genera este conflicto hace surgir en España un nuevo concepto de soberanía nacional y de opinión pública. Las Cortes de Cádiz, la libertad de expresión y el debate político hacen del papel periódico un protagonista fundamental de esta etapa tanto en el bando patriótico como, por oposición, en el napoleónico.
El retorno absolutista de Fernando VII trae consigo la prohibición de los periódicos y de la información política y el exilio de periodistas. No obstante, el modelo liberal ya había irrumpido en la sociedad, y el reinado girará en torno a tensiones entre el concepto absolutista de «el mejor periódico es el que no existe» y las demandas de libertad de expresión y soberanía nacional acordes con los nuevos tiempos, como bien le recordaban al rey los artículos periodísticos que se publicaban desde el exilio en una Europa también convulsa. La irrupción de multitud de nuevos periódicos cada vez que la legislación en el reinado de Fernando VII lo permitió es también un reflejo de que el cambio ocurrido en la Guerra de la Independencia había llegado para quedarse a pesar de los intentos absolutistas de impedirlo.
Sin embargo, no será hasta la muerte del monarca (1833) cuando se pueda decir que volvemos a contar con un contexto político que haga posible el periodismo. Las circunstancias, dada la débil situación de la niña heredera del trono (Isabel II) ante la sublevación carlista, obligan a la regente —más por estrategia que por convencimiento— a tratar de buscar apoyo en los liberales y en la prensa. Es este reinado la etapa de Mariano José de Larra y de Concepción Arenal y del vanguardista periódico (con pretensiones de modernidad)