Presentación
1. Contexto
El año 2015, la Iglesia católica celebra el 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, que ha marcado un hito en su historia dos veces milenaria. Al final de aquel evento, inspirados por lo que se hacía y se decía en el aula conciliar, unos cuarenta obispos de varios países del mundo se reunieron en las catacumbas de Domitila para firmar lo que hoy día se conoce como El Pacto de las Catacumbas, un texto y proyecto que expone La misión de los pobres en la Iglesia.
Con aquel Pacto, los obispos se comprometieron a caminar con los pobres, siendo no solo una Iglesia para los pobres, sino de los pobres, pues son ellos los que encarnan y realizan la más alta misión del Evangelio. Para lograr ese fin, los obispos decidieron asumir un estilo de vida sencillo, propio de los pobres, renunciando no solo a los símbolos de poder, sino al mismo poder externo, para retomar así, con la ayuda del Dios Trinidad y el Espíritu de Cristo, el primer impulso misionero de la Iglesia en el mundo actual (era el año 1965), marcado por la dura lucha económica y la opresión general de los pobres.
El espíritu del Pacto de las Catacumbas ha guiado algunas de las mejores iniciativas cristianas de los cincuenta últimos años, no solo en América Latina, donde tuvo especial repercusión, sino en el conjunto de la Iglesia católica, de forma que su testimonio (su inspiración y su texto) llegó a convertirse en uno de los signos más influyentes y significativos del catolicismo del siglo XX . Aquel Pacto sigue siendo hoy tan importante como lo fue en su día, de manera que podemos y debemos recibirlo y propagarlo con más fuerza que en el tiempo del Concilio, aunque no todos los cristianos (individuos y comunidades) lo hayamos acogido con el mismo entusiasmo.
Por eso es bueno aprovechar esta fecha (su cincuentenario) para celebrarlo. Así lo ha sentido el papa Francisco, quien, a través de su palabra y ejemplo de vida, ha puesto de nuevo la opción por los pobres y los marginados en el centro de la vida y el magisterio de la Iglesia, superando todas las vacilaciones que pudieran existir sobre ese tema. En esa línea podemos afirmar que, siguiendo el espíritu del Vaticano II, y del mensaje del papa Francisco, el Pacto de las catacumbas de Domitila puede y debe servir como inspiración y orientación para toda la Iglesia.
Así lo ha sentido, de un modo especial, la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino, que no solo son los custodios de las catacumbas de Domitila, donde se firmó aquel Pacto, sino que quieren ser promotores de una misión cristiana realizada desde y con los pobres. En esa línea, sin abandonar la «misión a las gentes» (dirigida a los pueblos todavía no cristianos), debemos asumir de un modo especial, privilegiado, la «misión a los pobres», con el mismo Jesús que vino a evangelizar a los pobres (cf. Lc 4,18-19; Mt 11,3), como ha destacado ese Pacto.
Con esa decisión, al cumplirse los cincuenta años de aquel documento, y de la clausura del Vaticano II, hemos recogido en este libro no solo el texto del Pacto y los nombres de aquellos que lo firmaron, sino algunos trabajos más significativos que ayuden a entenderlo y situarlo en su historia pasada, en su actualidad y en su proyección hacia el futuro. Queremos que aquel Pacto siga ofreciendo una palabra de estímulo para el conjunto de la Iglesia, no solo para los obispos, que fueron y son los primeros responsables de la «misión a los pobres», sino para todos los cristianos comprometidos en la tarea del Evangelio, pensando de un modo especial en las religiosas y los religiosos, a fin de que la vida consagrada pueda actualizar sus estructuras y su forma de servir a los pobres desde su unión con Cristo, como han venido destacando este año dedicado a ella (2015).
Este libro quiere que se conozca y asuma el don y la tarea del Pacto de las Catacumbas, su contenido y sus repercusiones en la vida de la Iglesia. Por eso hemos querido estudiarlo desde diversas perspectivas (fundamentos bíblicos y eclesiológicos, opción por los pobres, compromiso eclesial y evangelización desde la perspectiva del mundo actual, a los cincuenta años del Concilio Vaticano II), para contextualizar e impulsar su mensaje. Lo hemos hecho con tres fines principales:
1. Conocer y asumir con más decisión el espíritu del Vaticano II y de los compromisos eclesiales celebrados por los obispos en el Pacto de las Catacumbas.
2. Renovar el compromiso que asumió toda la Iglesia para transformar la vida humana y construir un mundo basado en la solidaridad y la justicia, partiendo del Evangelio de los pobres.
3. Reforzar con los «padres» del Pacto del año 1965 la invitación que el papa Francisco nos sigue haciendo (año 2015) para ser una Iglesia pobre, que evangeliza y sirve a los hombres desde su misma pobreza.
El Pacto de las Catacumbas quiso ser el texto y el compromiso concreto de un reducido número de obispos (unos cuarenta), que lo firmaron en su propio nombre, en el contexto del Concilio, pero no en el aula rica del Vaticano, sino en la catacumba pobre de Domitila, en un lugar donde se mantiene viva la tradición de la Iglesia de los perseguidos y marginados de la antigua Roma. Pero esos obispos eran representantes de otros muchos padres del Concilio, quizá unos setecientos, entre los que destacaba el cardenal Giacomo Lercaro, de Bolonia, recordado por su compromiso al servicio de los pobres en la Iglesia. También se puede y debe recordar en ese contexto a los grupos de «cristianos pobres», muchos de ellos vinculados a la memoria de Charles de Foucauld y de los Hermanitos de Jesús, que estaban empeñados en destacar en el contexto del Concilio la memoria del Cristo de los pobres. Este recuerdo nos permite interpretar el Pacto en una perspectiva no solo episcopal, sino también de historia y teología, abierta a todos los espacios de vida y misión de los cristianos.
Como se verá, hemos querido dividir este libro sobre la misión del Pacto en seis partes, cada una con varios trabajos, precedidos por una breve introducción. Estos son sus temas: 1) El texto del Pacto: sentido y origen. 2) Teología de fondo: una historia que viene de antiguo. 3) Un lugar especial: el Pacto en la Iglesia de América Latina. 4) Un pacto misionero: evangelizar a los pobres, los pobres evangelizan. 5) Un pacto de vida cristiana: madurez, pobreza, comunión. 6) Testimonios.
2. Texto
Pacto de las Catacumbas
(Catacumbas de Domitila, 16 de noviembre de 1965)
El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de cuarenta padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de Domitila. Pidieron «ser fieles al espíritu de Jesús», y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron El Pacto de las Catacumbas. El «Pacto» es una invitación a los «hermanos en el episcopado» a llevar una «vida de pobreza» y a ser una Iglesia «servidora y pobre» como lo quería Juan XXIII. Los firmantes –entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños, a los que después se unieron otros– se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral.
Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el Evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue: