Contestación a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?
Título original: Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung?, publicado en 1784.
Traducción de Roberto R. Aramayo.
Idea para una historia universal en clave cosmopolita.
Título original: Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht, publicado en 1784.
Traducción de Roberto R. Aramayo.
Probable inicio de la historia humana.
Título original: Muthmasslicher Anfang der Menschengeschichte, publicado en 1786.
Traducción de Roberto R. Aramayo.
NOTA: Textos incluídos en el segundo volumen dedicado a Kant de la colección "Biblioteca de grandes pensadores", Editorial Gredos, 2010. La presentación de los libros en la sinopsis es de la edición de Ed. Terramar, La Plata, 2004. Entre corchetes aparece el numero de página original de la edicion de Gredos ([xxyy])
Selección de textos de la filosofía de la historia de Kant, incluídos en el segundo volumen dedicado a Kant de la colección "Biblioteca de grandes pensadores", Editorial Gredos, 2010.
En Contestación a la pregunta: ¿qué es la Ilustración? (1784), Kant analiza una de sus más firmes convicciones. La libre publicación de las ideas significa, para el filósofo, madurez histórica y atestigua la existencia de un Estado regido por el derecho. Ésta es una obra particularmente luminosa que aclara la relacion del pensador con su tiempo y cómo puede intervenir en el progreso del mismo.
La Idea para una historia universal desde el punto de vista cosmopolita (1784) constituye el eje en torno al cual gira toda la filosofía de la historia de Kant.
En Probable inicio de la historia humana (1786), asistimos a la interpretación filosófica de un texto del Génesis. El marco que encuadra la filosofía de la historia de Kant es el de la concepción cristina del mundo y ésta la rodea con el repertorio de ideas que provienen de San Agustín, Bossuet y, en epoca más cercana a la de Kant, de Lessing, cuya obra La educacion del genero humano es de 1780. Pero, conforme al modo de pensar ilustrado, traduce los pensamientos teológicos a un lenguaje laico y racional. El opúsculo kantiano del que ahora hablamos impresiona como el más audaz de los intentos para justificar un relato bíblico mediante recursos estrictamente naturales.
Immanuel Kant
TEXTOS SOBRE HISTORIA
Biblioteca de grandes pensadores, Tomo II
ePUB v1.0
botasdesieteleguas13.10.11
I
Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de [Ak. VIII, 35]edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración.
Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta, etcétera, para que yo no tenga que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea. El que la mayor parte de los hombres (incluyendo a todo el bello sexo) consideren el paso hacia la mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia. Tras entontecer primero a su rebaño e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a dar un solo paso fuera de las andaderas donde han sido confinados, les muestran luego el peligro que les acecha cuando intentan caminar solos por su cuenta y riesgo. Mas ese peligro no es ciertamente tan enorme, puesto que finalmente aprenderían a caminar bien [Ak. VIII, 36] después de dar unos cuantos tropezones; pero el [3-4] ejemplo de un simple tropiezo basta para intimidar y suele servir como escarmiento para volver a intentarlo de nuevo.
Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento. Reglamentos y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso racional —o más bien abuso— de sus dotes naturales, constituyen los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien lograra quitárselos acabaría dando un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, al no estar habituado a semejante libertad de movimientos. De ahí que sean muy pocos quienes han conseguido, gracias al cultivo de su propio ingenio, desenredar las ataduras que les ligaban a esa minoría de edad y caminar con paso seguro.
Sin embargo, hay más posibilidades de que un público se ilustre a sí mismo; algo que casi es inevitable, con tal de que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismos. Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por algunos de sus tutores que son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues éstos acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores. De ahí que un público sólo pueda conseguir lentamente la ilustración. Mediante una revolución acaso se logre derrocar un despotismo personal y la opresión generada por la codicia o la ambición, pero nunca logrará establecer una auténtica reforma del modo de pensar; bien al contrario, tanto los nuevos prejuicios como los antiguos servirán de rienda para esa enorme muchedumbre sin pensamiento alguno.
Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer uso público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡No razones! [Ak. VIII, 37] El oficial ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡No razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad cuanto queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis [4-5]de obedecer.) Impera por doquier una restricción de la libertad. Pero ¿cuál es el límite que la obstaculiza y cuál es el que, bien al contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso