Lo que tu médico no sabe
Según un estudio entre el 90 y el 95% de quienes intentan bajar de peso no lo consiguen . En cualquier ámbito de la vida un porcentaje de fracaso del 90% sería intolerable ¿Por qué se hace una excepción con los profesionales de la nutrición? Y ¿a qué se debe un porcentaje de fracaso tan elevado?
La nutrición es una ciencia que acaba de despegar. La hormona Leptina, que es la que se encarga de regular el apetito, esencial para entender el fracaso de las dietas bajas en calorías en el medio y largo plazo, se descubrió hace sólo unos años: en 1994. Es sólo uno más de los muchos descubrimientos que han dejado desfasadas antiguas creencias en las que por desgracia aún hoy se siguen basando algunos “profesionales” de la salud para tratar a sus pacientes, lanzar mensajes en los medios de comunicación o realizar recomendaciones desde las instituciones oficiales.
Hoy sabemos que a pesar de haber sido demonizadas durante años, las grasas no son el origen de la obesidad, pero sí el azúcar por el que se sustituyeron en algunos productos light. Que el colesterol de los alimentos no provoca enfermedad cardiovascular, pero sí las grasas trans que contiene por ejemplo la margarina que tantos médicos recomendaron para sustituir la saludable mantequilla. Que seguir las recomendaciones de la pirámide nutricional que sitúan a los cereales como la base de nuestra alimentación puede originar obesidad y otras enfermedades. Que la respuesta hormonal de los alimentos es tan importante o más que el balance energético (las calorías). Etcétera…
Sin embargo algunos médicos e instituciones sanitarias parecen no haberse enterado de nada. Aferrados a sus viejas ideas caducas e ignorando la evidencia científica continúan con las mismas recomendaciones de hace 20 años, las que nos han conducido a las llamadas enfermedades de la civilización: obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades del corazón, alergias, e inflamación crónica.
Ser médico o tener el título de nutricionista colgado en la pared no equivale a estar al día en una ciencia que ha dejado completamente obsoletas muchas de creencias que se tenían hace 10 años. De hecho después de leer este libro sabrás más de nutrición que la mayoría de médicos. Por supuesto, como en cualquier ámbito existen buenos y malos profesionales. ¿Quieres poner a prueba el tuyo? Pregúntale si un consumo elevado de huevos puede aumentar tu colesterol: si la respuesta es afirmativa quizá sea hora de cambiar de médico o al menos de cuestionar las recomendaciones que te haga en materia de nutrición.
Pero no sólo una parte de los profesionales sanitarios son responsables de la desinformación que llega a la población. Algunas instituciones oficiales también se empeñan en confundir al ciudadano lanzando mensajes cuanto menos sospechosos: la Sociedad Española de Dietética patrocinando Bollycao ). Como lector inteligente que eres, evitaré ser más explícito en mis conclusiones para que saques las tuyas propias acerca de esto.
Hoy en día a los niños en los colegios se les continúa enseñando la pirámide alimentaria (pirámide de la enfermedad sería un nombre más justo), con los cereales en su base y como ejemplo de una correcta alimentación a la vez que se permite publicidad de chocolates con juguete, comida rápida dirigida a niños, galletas con formas infantiles y cereales azucarados “de desayuno” enriquecidos “para que crezcan sanos y fuertes”. ¿Qué instituciones lo permiten y quién dará la cara cuando esos niños padezcan diabetes y obesidad?
Pero dejemos de buscar culpables y pasemos a la acción. Es hora de cuestionarse todo por uno mismo. De buscar respuestas. De no creer nada de lo que veas en ningún sitio. ¡Ni siquiera lo que leas en este libro! Verás que muchas de las afirmaciones que encontrarás aquí van acompañadas de referencias a estudios científicos o meta-estudios al pie de página. Te invito a que amplíes, contrastes y no tomes como verdad absoluta nada de lo que leas. ¿Preparado? Pues comencemos a destruir falsos mitos:
Mito: para el metabolismo es mejor hacer muchas comidas pequeñas repartidas por todo el día:
Este mito está muy extendido y por desgracia aún lo recomiendan muchos nutricionistas para personas que desean perder peso o deportistas. Sin embargo según los estudios científicos confirman algo que los que realizamos pocas comidas al día ya sabemos: aumentar la frecuencia de comidas de 3 a 6 no tiene efecto sobre la grasa y hace que aumente el hambre.
Para entender el por qué debemos saber que en nuestro cuerpo actúan diferentes hormonas que se complementan entre sí, unas en estado de ‘alimentado’ y otras en estado de ‘ayuno’. Si comemos cada 2-3 horas estaremos permanentemente en estado ‘alimentado’ y nuestro sistema hormonal sólo funcionará en un 50%. Veremos las implicaciones que ello tiene en un capítulo dedicado a explicar el sistema hormonal.
Mito: si dejas de comer azúcar tu cerebro no tendrá glucosa para poder funcionar
Es el pretexto favorito para quienes se dan barra libre de azúcar y carbohidratos simples. Lo que quizá no saben es que cualquier carbohidrato se metaboliza en forma de glucosa (esto incluye fruta, verdura y hortalizas) pero es que además nuestro hígado puede sintetizar glucosa también a partir de proteína y grasa mediante la gluconeogénesis. Hemos vivido más de 2 millones de años antes de que inventáramos el azúcar refinado, y parece que nuestro cerebro no ha dejado de funcionar (aunque no puedo decir lo mismo de quienes defienden este mito mientras engullen un paquete de Donuts en pro de la salud).
Mito: si haces deporte debes comer muchos carbohidratos
Clásicos como la pasta en el ciclismo o el arroz en el culturismo se mantienen a pesar del paso de los años. Sin embargo según la literatura científica dietas bajas en carbohidratos no disminuyen ni la fuerza ni la cantidad de músculo .
No voy a negar la conveniencia de aumentar la ingesta calórica y concretamente la de frutas y almidones para quienes practican actividad deportiva intensa, pero sin olvidar que el combustible preferido de tu cuerpo es la grasa, no los carbohidratos, y que una vez llenas tus depósitos de glucógeno cualquier exceso de carbohidrato puede ser acumulado como tejido adiposo (grasa).