Nada más que una perra.
Walter, el tirano.
Stefan, el amo.
Nicolai, el maestro.
Aprendiendo a jugar en grupo.
Fiesta de iniciación.
Podría ser peor.
Hay demonios felices creando un infierno en la tierra.
Intimidad.
Espejismo.
Terminar con lo que empezamos.
Su lado oscuro.
Mascota.
El derrumbe.
Reencuentro.
Recuerdos de una mirada azul.
La decisión.
Rustam y Larisa, el principio del caos.
Muros de papel.
El plan.
PRÓLOGO
El túnel es estrecho, helado, húmedo y escasamente iluminado. Arranco mientras la oscuridad me persigue y está cada vez más cerca. Mis piernas no se mueven con la suficiente velocidad, la voz que me llama, una y otra vez, se escucha demasiado lejos como para comprender lo que intenta decirme.
El frío se entierra en mi carne como millones de agujas duras. Cada poro de mi piel duele inmisericorde. Los músculos se me acalambran, mis pulmones arden por el esfuerzo, pero no me detengo.
Las sombras casi me alcanzan y, a pesar del desgaste que significa, me apuro mucho más, exigiéndole a mi cuerpo más de lo que puede dar. La angustia corta mi aliento, cientos de piedras se entierran en mis pies, atravesando mi piel y haciéndome llagas. Intento mirármelos; sin embargo, algo impide que lo logre, solo consigo tropezarme.
Veo siluetas entre las sombras, no sé quiénes son, aunque estoy convencida de que quieren hacerme daño. Este es un sueño, lo sé, siempre es el mismo. En este instante, solo quiero despertar, pero no puedo, es imposible. Grito fuerte, inútilmente; comprendo que es algo que hago solo en mi mente. En realidad, nadie me escucha y, si lo hacen, no les importa. De hecho, probablemente se enfaden y reciba un castigo despiadado.
«Vuelve».
Pide mortificada, es su voz; estoy segura de ello, o eso quiero creer. No puedo comprender lo que intenta decirme, demasiadas voces gritando y exigiendo a mi alrededor, y mi propio llanto impidiéndome oír. «¡Vuelve!», insiste la voz de mi madre desde una casa enorme que se encuentra frente a mí, pero cuanto más me impulso hacia adelante, esta parece alejarse más y más. Ruego por tener la fuerza suficiente para no desfallecer. Debo llegar, «necesito» llegar hasta ella.
Finalmente, me lanzo de cabeza hacia la puerta y me aferro con firmeza al marco. Las sombras ya no son sombras, decenas de manos de hombres y mujeres me retienen. Intento alcanzarla, pero ellos me lo impiden. Recorren mi piel desnuda; todos quieren lo que hay entre mis piernas, desean devorarme y consumirme. Lucho con insistencia; no obstante, son más fuertes que yo. Me canso, aun así, no desisto en mi empeño por liberarme. Avanzo lentamente, moviéndome entre sus pieles expuestas y sudorosas.
Llego a ella y noto que la han encadenado a un poste de madera. Mi madre, al igual que yo, está desnuda y sometida a sus antojos y placeres. Miro su cuerpo y es una réplica exacta del mío. ¿Será mi cerebro jugando conmigo? Los mismos lunares, las mismas cicatrices. Su rostro, una imagen demasiado borrosa para distinguir facciones. Esa cara empapada. ¿De dónde provienen sus lágrimas? Carece de ojos, labios y todo lo demás.
«¡Quiero verte, quiero recordarte!». Grito frustrada.
Las manos persisten en sus ataques y las dejo, eso es lo que se espera que haga.
De pronto, un agudo aullido cargado de terror me inmoviliza, proviene del túnel macabro: Serena.
Aunque lo desee, no puedo salvar a mi madre, mi hija me necesita. No dejo que la desesperación me gobierne, corro determinada a auxiliar a mi niña. Sé de lo que ellos son capaces para herirme y me pesa haberla dejado sola con los monstruos.
Ellos la retienen, sacan sus dagas y las dirigen violentamente contra su pequeño cuerpo, mientras me observan sonrientes, extasiados y satisfechos.
«Despierto empapada en sudor, los latidos de mi corazón resuenan en mi cabeza, y me mareo intentando conseguir más aire. Siempre me atormenta la misma pesadilla. Jamás logro recordar a quien me dio la vida y nunca puedo salvar a mi hija. Lo peor de todo es que hay una gran probabilidad de que algo como eso le pase a Serena. Está en peligro, siempre lo estuvo, pero ahora es más evidente y, aparentemente, imparable.
Lucharé con todas mis fuerzas para evitar que el mal la alcance; incluso, si llega a ser preciso, daré mi vida por ella. Estoy sola en esta batalla y debo admitir que son ellos quienes tienen el poder, por ahora. Precisamente por esa razón, tengo que usar mis recursos con astucia. Este juego acaba de empezar y me niego a perder».
Soy Alina y esta es mi historia.
CAPÍTULO 1
Nada más que una perra.
Mi nombre es Alina, aunque no siempre me llamé así. Alguna vez tuve unos padres amorosos que me consintieron, supongo. Al menos me gusta pensar que fue real.
Jamás había sido más consciente de mi vida como ahora, cuando estoy por poner mi plan en ejecución. No he levantado sospechas. Tantos años engañando me han convertido en una embustera experta.
No recuerdo cómo llegué aquí o puede que sí, no sé, no estoy segura. Seguramente, inventé gran parte de lo que está en mi cabeza. Después de decir tantas mentiras, estoy un poco confundida; me cuesta distinguir lo que es cierto y lo que no. Es más, confieso que no me conozco en absoluto.
¿Actuaría diferente fuera de este mundo? Puede ser, pero mi única convicción es que era una niña todavía. Una pequeña inocente a la que le arrebataron todo, una cría a la que le convirtieron la vida en un infierno constante y plagado de agonía.
A veces, tengo unas imágenes en mi mente: unas nítidas y otras difusas, pero no tengo la certeza de si se trata de cosas que realmente fueron o solo las he fantaseado, porque suelo divagar a menudo. De hecho, frecuentemente me pierdo en mis propios pensamientos y, cuando eso sucede, se me hace difícil encontrar el camino de regreso.