• Quejarse

Alina Fernández - Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro

Aquí puedes leer online Alina Fernández - Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1997, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover
  • Libro:
    Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro
  • Autor:
  • Genre:
  • Año:
    1997
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

A los diez años, Alina Fernández supo por fin, de labios de su madre, que su padre era Fidel Castro. Hasta entonces Alina aceptaba sin extrañeza las visitas y los regalos del líder de la revolución, sin imaginar siquiera cuál era el estrecho vínculo que les unía. En este libro, que recoge sus experiencias hasta el momento del exilio, destacan los maravillosos retratos de dos personalidades muy especiales, Fidel, que se olvida a menudo de ella pero que ejerce su autoridad de la forma más pura, y Naty, la madre, la burguesa que se hace revolucionaria por amor. Es también, una visión singular de la experiencia cubana, captada desde un ßngulo nuevo que destaca por su firmeza irónica. Sin embargo, en sus memorias Alina Fernández no ha querido ajustar cuentas con su padre ni con su madre, ni tampoco hacer un panfleto contra el régimen castrista, sino dar cuenta de una historia personal erizada de conflictos con sus progenitores, con el sistema político cubano y consigo misma. Un documento extraordinario, el testimonio de una vida compleja y llena de dificultades para una mujer cubana de la era de la revolución, y la revelación de una escritora con un estilo muy personal, lleno de inteligencia, sentido del humor y una singular capacidad narrativa.

Alina Fernández: otros libros del autor


¿Quién escribió Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Alina Fernández

Alina

Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro

Diseño de la portada: Albert Milá

Ilustración de la portada: Josep Ramón Domingo

Fotografía de la autora en la solapa: © Javier Salas

Primera edición: mayo, 1997

© 1997, Alina Fernández

Editado por Plaza & Janés Editores, S. A.

Printed in Spain — Impreso en España

ISBN: 84-01-37585-1

A todos los que fueron, son y serán cubanos

EL ÁRBOL GINECOLÓGICO

Érase una vez un inglesito del nordeste de Inglaterra, en el pueblo de Newcastle-under-Lyme. Herbert Acton Clews se llamaba.

Y érase una vez Ángel Castro, un muchacho en un pueblo de Lugo, en Galicia, España. Y érase, nuevamente, un niño que vivía en Estambul de robarle a los ciegos, aunque tenía memorias de un imperio más grande, cuando su familia de judíos renegados le había borrado una letra a su apellido, dejándolo en Ruz.

Todos ellos se rascaban la comezón de una nueva vida.

Lo mismo le pasaría a un adolescente santanderino, Agustín Revuelta y San Román, descendiente de un hombre que en la corte de España tuvo el rango de «caballero cubierto ante la reina». En algunos países de habla hispana, el que un caballero sea «cubierto» significa que dicho señor conserva intacto su prepucio. En este caso se refiere a que no tenía que descubrirse la cabeza cuando se hallaba ante su majestad.

(No. ¡La cabeza kaput! ¡La que manda arriba!) Por favor, no nos pongamos verdes todavía.

Por los más variopintos motivos, esos machos decidieron correr su aventura por el ancho mundo. Eran aventureros todos y no daban demasiada importancia a sus raíces. El poder siempre se ha llamado buena fortuna y la buena fortuna se llamó siempre dinero.

Fue durante un amanecer cuando abordaron sus respectivos barcos. La mar océano se dejaba surcar tranquila, abierta a la libertad de todos los destinos.

Y casi puntualmente, siguiendo el uno la estela de espuma abierta por el otro como una huella recurrente en el mar, llegaron al puerto de La Habana capital, ese lugar que el pirata Morgan había evitado para ir a enterrar su tesoro en la carne más pulposa y llamativa de la playa de María la Gorda, una hetaira tropical que con los jadeos apopléjicos de sus orgasmos le regaló el secreto de un valle escondido que sigue inexplorado todavía.

El inglesito Herbert tenía un apéndice olfativo considerable para oler la fortuna, pero era aniósmico.

Uno de los españoles, el gallego Ángel, llegaba como quinto del Ejército español y había sido capturado en una leva medioévica que no supo eludir.

El turco se llevó un chasco entre tanta confusión de guerra coloniativa y adoptó el nombre castizó de Francisco.

El santanderino traía una carta de recomendación. Se estableció como comerciante en el ramo de los paños y se casó con María. Poco después les nacería Manolo Revuelta.

En Cuba los esperaban, en un punto del futuro incierto, las hembras con las que iban a iniciar su descendencia. En los albores del siglo las había hermosas, mezcladas de abolengos y de razas, hijas mulatas de gallego con negra escultural, o de nariz arrogante y porte apacible cuando algún indio autóctono revelaba su sangre a través de los siglos; hijas de chino con mulata, o de francés terrateniente con haitiana, cruces que iban blanqueando su sangre poco a poco.

No pasaron muchos años antes de que las familias Clews, Castro, Ruz y Revuelta cruzaran sus destinos. El destino es promiscuo.

Uno solo de ellos tuvo que volver derrotado a su terruño. Era Ángel. La guerra de independencia de Cuba lo había vencido. Una guerra heroica que duró tres años, del 95 al 98, y que dejó libres a los esclavos y arrasadas las provincias orientales, porque los insurrectos quemaron sus cañaverales y las mambisas incendiaron sus casas en la gesta libertaria.

Cuando el gobierno de España desmovilizó a las tropas coloniales, se le concedió a Ángel un dinero de retiro, que él aprovechó para volver a la isla deseada. Tenía una vocación de astucia imparable y traía muy bien pensado cómo usarla.

Compró un pedazo de tierra exiguo en algún lugar de la provincia más oriental y empezó a crear un fundo en un sitio llamado Birán. Poco a poco, a base de cercas removidas y vueltas a sembrar con la cómplice noche, empezó a ejercer un cacicazgo. Casó con María Luisa Argote y tuvo dos hijos, que se llamaron Pedro Emilio y Lidia.

Más interesante resulta el modo en que se aseguró la mano de obra más gentil y barata: contrataba a sus lejanos conocidos del pueblo galiciano por tiempos de cuatro años. Les prometía cuidarles los ahorros, haciéndolos comprar con vales en bodega propia. Y después, cuando ya habían cumplido su temporada, los llevaba a un lugar apartado y los mataba.

El inglés nada tenía que ver con aquella guerra, pero acabó en ella por pura casualidad. Era ingeniero naval y aprendió entre viaje y viaje el valor de las maderas preciosas. Se había comprado un aserradero, cuando inició un incipiente tráfico de armas para venderles a los cubanos insurrectos en lucha contra España. A los mambises. Tras una delación a las autoridades españolas, que lo venían cazando, tuvo que arrancar huyendo para la manigua y terminó la guerra con grados de coronel.

Un viejo daguerrotipo lo muestra en pelotas dándose un baño de río.

El prestigio de mambí le alcanzó para ser encargado, junto con otros ingenieros, de fabricar la parte inicial del Malecón de La Habana, el paseo costanero que arranca desde el puerto preciso que el pirata Morgan evitaba. Sus andares lo llevaron a Artemisa, en Pinar del Río, en el extremo de la isla opuesto a aquél donde Ángel tenía su señorío. Allí instaló una fábrica de electricidad y casó con Natalia Loreto Álvarez de la Vallina. Tuvieron cuatro hijos varones y una niña. A la niña le decían Natica y era una consumación perfecta. Fue una belleza agorera que llegó al mundo con la nueva Era.

A Francisco Ruz, por más que hubiera nacido y vivido con sus memorias, los destinos en esta encarnación le eran adversos. La desidia total se describe sola. Tenía el hábito de darse por derrotado y fueron el viento del fracaso, los caracoles, los pedazos de coco de la adivinación y los huesos y palos duros de la prenda conga de su mujer Dominga, los que lo pusieron en movimiento una mañana para recorrer la isla de un extremo a otro huyéndole a la miseria.

Salieron desde cerca de Artemisa. En una carreta tirada por un par de bueyes encaramó a su mujer y a sus tres hijas. Tuvieron que recorrer más de mil doscientos kilómetros hasta llegar al Birán de su destino. La menor de las hijas se llamaba Lina.

Revuelta no era un apellido de próceres, a pesar de contar con caballeros cubiertos ante la reina. Sin embargo, en el pueblo santanderino, desde la botica a la ferretería habían llevado el mismo nombre próspero. Pero el hijo Manolo, ya isleño y criollo, ni siquiera tenía la compulsión de la fortuna. Era un hombre ante el que las mujeres se relamen, y las rendía con unos ojos achinados, «dormidos», de esos que parecen ver debajo de la ropa.

Tenía una belleza intensa y desprotegida, y una personalidad avasalladora. Andaba por la vida con una guitarra y su voz de trovador.

Pero Manolo, para ser ciertos, no veía mucho más allá de su bruma. Se había aficionado a la mezcla del ron isleño con hierbabuena y azúcar. A ese veneno inefable conocido como «mojito». Siempre que podía estaba borracho.

Andaba el siglo xx haciendo sus primeros pinitos y por la misma época Lenin, inspirado por el querido Marx y su corte de Engels celestiales, se sentó a la sombra de los castaños de la fuente de Médicis, en un extremo de los jardines del palacio de Luxemburgo, en París, y se hizo la siguiente pregunta: «¿Qué hacer?»

Había agotado todos los placeres de los prostíbulos y hasta tenía la gloria de una enfermedad que en otras épocas sería tildada de vergonzosa. Estaba al amparo y buen recaudo del gobierno francés, que le pagaba cortésmente una pensión de exiliado. «¿Qué más hacer?», pensaba. Conectado al murmullo universal de la fuente, encontró una inspirada respuesta. Empezó a escribir como un poseso y descansó con el ceño tranquilo de quien se sabe con el poder de torcer los destinos. Poco después regresó a Rusia.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro»

Mira libros similares a Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro»

Discusión, reseñas del libro Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.