Alfredo Marcos - Ciencia y acció
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- Libro:Ciencia y acció
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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
LA BÚSQUEDA DE LA CERTEZA Y LA RECLUSIÓN DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN
What men really want is not knowledge, but certainty.
BERTRAND RUSSELL
Parece obligado que todo libro sobre filosofía de la ciencia comience con un breve recorrido histórico. Así nos hacemos cargo del lugar en el que estamos ahora y de cómo hemos llegado hasta aquí. El relato más habitual parte del neopositivismo, atraviesa la llamada concepción heredada, recorre las ideas de Karl Popper y señala como punto de inflexión las aportaciones de Thomas Kuhn. Después del neopositivismo, de Popper y de Kuhn, el relato se ramifica en múltiples vías que matizan, desarrollan o radicalizan cualquiera de los tres grandes troncos mencionados, o bien intentan alguna combinación integradora entre ellos.
Ahora bien, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que la filosofía de la ciencia nace con el neopositivismo? Esta afirmación es obviamente incorrecta en el sentido histórico-filosófico. Y es importante ponerlo de manifiesto, porque esta falsa autoimagen ha contribuido a encerrar la disciplina en una cierta tradición, a la que se supone que debe la vida, y a limitarla a una cierta constelación de problemas, precisamente los que pueden ser tratados con las herramientas conceptuales de esa tradición. Si queremos abrir la filosofía de la ciencia, dotarla de nuevas dimensiones, hay que comenzar por corregir esta deficiente autoimagen. La filosofía de la ciencia nace, como mínimo, con la ciencia moderna, en los escritos de Galileo, Descartes, Newton o Bacon. Aunque probablemente, para ser justos, deberíamos ir más atrás, hasta los filósofos bajomedievales y, más incluso, hasta Platón y Aristóteles.
Pero la afirmación de que la filosofía de la ciencia nace con el neopositivismo sí es verdadera en el sentido sociológico. De hecho, siempre se respalda con datos sociológicos: se funda una cátedra en Viena, se crea un grupo en Viena que establece conexiones con otros en Berlín o Varsovia, se fundan una revista y una colección de libros dedicadas a la filosofía de la ciencia, se impulsa la realización de congresos… Todos ellos hechos de carácter social, no ideas de carácter filosófico. En resumen: la posición fundacional del neopositivismo sólo la salva la perspectiva sociológica, aunque este movimiento no fuese particularmente aficionado a los estudios sociológicos.
Pero, sociología al margen, desde el punto de vista del contenido filosófico, ¿cuál es el lugar histórico de la obra de Carnap o de Reichenbach? En este sentido ha de ser vista más como un término final, como el acabamiento de algo, que como el inicio de nada. Carnap, en el prólogo a la primera edición de La construcción lógica del mundo (libro conocido como el Aufbau), afirma: “Nuestro trabajo se nutre de la convicción de que a este modo de pensar pertenece el futuro”.
Así pues, si queremos hacer justicia a la historia de nuestra disciplina, tendremos que empezar por fijar en qué consistió esencialmente el proyecto neopositivista y, en función de su contenido filosófico, revisar cuál es su auténtico lugar histórico. Me centraré para ello en dos puntos que considero esenciales: la distinción de contextos introducida por Reichenbach y el método de reconstrucción racional ideado por Carnap. La distinción de contextos pretendía delimitar el campo de la filosofía de la ciencia, los problemas que podríamos legítimamente abordar, y el método de reconstrucción racional nos diría cómo abordar esos problemas. Mi tesis es que la posición filosófica dibujada conjuntamente por la distinción de contextos y la reconstrucción racional no es el comienzo de nada, sino el último intento de salvar una cierta concepción de la racionalidad dominada por la certeza. La conciencia de este hecho libera a la filosofía de la ciencia de cualquier atadura especial a esta tradición, que debe ser considerada y apreciada por los filósofos de la ciencia como una más entre otras varias que han tratado sobre algún aspecto del fenómeno científico.
En 1938 Hans Reichenbach publicó un libro titulado Experience and Prediction, an Analysis of the Foundations and the Structure of Knowledge [Experiencia y predicción, un análisis de los fundamentos y estructura del conocimiento]. Reichenbach afirma en el prefacio de dicho texto que, en su conjunto, el mismo está escrito dentro del espíritu del empirismo lógico, movimiento filosófico en el que se encuadran pensadores de distintas tendencias y países, pero que, eso sí, concuerdan en el “estricto repudio del lenguaje metafórico de la metafísica y en el sometimiento a los postulados de la disciplina intelectual”.
La filosofía, dentro del nuevo panorama intelectual trazado por los empiristas lógicos, debía ocuparse de la ciencia como su objeto de estudio propio, y convertirse así toda ella en filosofía de la ciencia. Mas el terreno de los estudios metacientíficos debía compartirlo con otras disciplinas, como la sociología, la psicología o la historia, entre las que la filosofía tenía que abrirse un hueco. Reichenbach dedica el apartado inicial del primer capítulo de su libro precisamente a esta función: trata de establecer, de modo aparentemente programático y fundacional, las tareas específicas de la epistemología, e intenta una clara diferenciación entre la misma y el resto de los estudios metacientíficos. Al servicio de estos fines, el autor hace explícita la conocida distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación.
Reichenbach prescribe para la filosofía de la ciencia tareas de tres tipos: de carácter descriptivo, crítico y consultivo. Las tareas del primer tipo consisten en “ofrecer una descripción del conocimiento tal como realmente es”. La distinción de contextos daría, pues, carta de naturaleza a los estudios filosóficos sobre la ciencia; la reconstrucción racional aportaría el método.
El concepto carnapiano de reconstrucción racional funciona, pues, como garantía última y justificación de la racionalidad de nuestro conocimiento. Veamos, en este sentido, algunos textos del libro de Carnap La construcción lógica del mundo (1928). Estos textos nos permiten captar al menos el tono, la música, de su proyecto filosófico:
El requisito de que cada una de las tesis sea justificada y fundamentada irrefutablemente tendrá por consecuencia que el trabajo especulativo y poético será descartado de la filosofía […] Cuando también en filosofía se empezó a tomar en serio el requisito de rigor científico, se llegó necesariamente al hecho de tener que proscribir de la filosofía toda metafísica, ya que sus tesis no pueden ser justificadas racionalmente […] Lo decisivo es que el físico, para fundamentar una tesis, no se apoya en factores irracionales, sino que hace una fundamentación puramente empírico-racional.
Las ficciones operacionales son un instrumento útil para lograr nuestro objetivo de formular las diversas constituciones, entendidas como reconstrucciones racionales del conocimiento de los objetos […] El propósito de dicha reconstrucción es el de reproducir la estructura formal que tiene la formación de los objetos […] Si es posible traducir una definición constitucional a una regla operacional
Solamente una vez que el objeto haya sido constituido a partir de los objetos básicos, las proposiciones que antes se hacían acerca de él se convierten en proposiciones científicas en sentido estricto.
En el programa de Carnap podemos detectar claramente algunos elementos:
i) Identificación de ciencia y razón, con la consiguiente descalificación de la metafísica —de toda metafísica— como disciplina racional.
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