°°° Club del eBook en Español °°°
Para María Sztajnszrajber, hija y maestra.
Con mucho amor, y sobre todo, admiración.
INTRODUCCIÓN
Este libro se publica durante el año 2020. El año de la pandemia. No sé si me impacta tanto el acontecimiento pandémico como el «durante»; esto es, la experiencia de un tiempo otro . Tanto el primero como el último capítulo de este libro están dedicados a pensar de diversos modos el tiempo. El último capítulo comienza con la siguiente oración: «Odio el tiempo». Hoy, en el medio de nuevos y más nuevos pliegues de confinamiento, algo se viene desacoplando y transmutando. Tal vez hoy me toca decir otra cosa: «amo el resquebrajamiento de la experiencia del tiempo». Tal vez «amo» es demasiado, como seguramente ese «odio» también lo era. Tal vez todo sea demasiado y este «durante», este «mientras», nos haya socavado más de lo que suponemos de nuestras coordenadas existenciales. La filosofía es siempre en demasía. Y estos son tiempos para hacer filosofía. El «mientras» desquicia linealidades productivas y nos exige desplazamientos geológicos. «Mientras» algo se resuelve en otro plano, nosotros quedamos aquí, suspendidos, y como no está ya más claro ni el adelante ni el atrás, nos metemos para adentro y nos asustamos. Fenomenología de los sustos: mucho martillazo nietzscheano y un día el arribante es un virus…
Deconstruir el combo que se ha formado entre pandemia y cuarentena es todo un inicio. El combo es una excelente metáfora para el trabajo del martillo. La hamburguesa no viene con las papas fritas, como Batman no viene con Robin, o el Cristo no viene con la cruz. La hamburguesa es carne animal y la papa es un cereal. En alguna sistematización posible corresponden a mundos muy diversos. Ni hablar de las vidas íntimas de Bruno Díaz y Ricardo Tapia, o del Jesús en esas elipsis del texto bíblico donde uno supone que juega con amigos, o transpira, o tiene sueños eróticos. Pero la eficacia del sentido común es el combo , la determinación de afinidades necesarias que disponen para que la cosa vaya para un lado y deje de ser posible que pueda ir para todos los múltiples otros.
¿Había otra alternativa para la pandemia que no fuera el confinamiento? Ya haber escrito en este acto «confinamiento» y no «cuarentena» supone un desplazamiento. Hacer filosofía es un ejercicio de desplazamiento incesante, al modo en que Derrida nos propone la noción de differ a nce. Respuesta rápida: como mínimo, si hacemos filosofía, tenemos que desagregar el combo . Y al combo se lo interpela con el martillo.
Tal vez la pandemia finalice, pero el confinamiento permanezca. Esta es la hipótesis más pesimista para aquellos que todavía creemos en el otro . O mejor dicho: para aquellos para quienes el otro es lo único en lo que creemos. O tal vez ya estábamos confinados y el virus nos confrontó una vez más con el límite difuso entre lo real y lo metafórico. Hay algo en este tiempo de difuminación de las fronteras entre lo que es y lo que parece. En este tiempo de lo humano, digo, ya que la caverna platónica continúa más vigente que nunca. Vale traducción: tal vez la pandemia finalice, pero las cavernas prosigan. O tal vez la pandemia nos haya hecho intensificar nuestra lectura sobre los confines, sobre los ensimismamientos. «La nueva frontera es el tapabocas» dijo hace unos meses Paul Preciado. El otro , entonces, definitivamente es el extranjero. Amenazante, peligroso, patógeno.
¿Por qué a martillazos ?
El martillo en Nietzsche puede ser el martillo del médico que ausculta y busca reflejos. Derribar ídolos, dice siempre Nietzsche. La idolatría es básicamente una de las formas preferenciales del sentido común: idolatría de personas y de conceptos. Delegar en algo o en alguien que drene nuestras angustias por lo que deviene inexorablemente. Pero el martillo nos permite escuchar ídolos vacíos, los desenfunda. Tal vez todo ídolo no sea más que una funda y el martillo nos permita escuchar en realidad que todo ídolo está vacío; esto es, que la forma misma de la idolatría es el intento desesperado por huir de la evanescencia de todo lo que hay.
El martillo es también una herramienta utilizada para el arreglo. Recomponer algo que no funciona es poder indagar en sus partes constitutivas, es poder reconocer los diseños subyacentes por detrás de una realidad que se nos presenta sin fisuras. El martillo es la herramienta de quien deconstruye. El problema es que todo necesita arreglo. O al revés: todo necesita ser desarreglado ya que lo que no funciona deja de hacerlo cuando se supone que funciona demasiado bien. Por eso, por último, el martillo es el asomo de cierta brusquedad o zamarreo. El primer golpe del martillo es para con uno mismo. Auscultamos, deconstruimos, nos desestabilizamos.
A veces pienso que nunca salimos de aquella imagen donde la Tierra se encuentra sobre cuatro elefantes encima de dos tortugas gigantes. Lo que más me impactaba de la imagen eran las tortugas caminando sin dirección sobre el vacío. Como la pregunta de «El loco» que anuncia la muerte de Dios: «¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita?».
¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿Y un adentro y un afuera? Cuántos bordes se desbordan en cuarentena. Incluso ya no sé si hacer filosofía es una anomalía o una nueva normalidad. Algo se desquició, se desajustó, se desencajó. Algo está fuera de quicio.
Este segundo tomo de Filosofía a martillazos retoma las clases dictadas en la Facultad Libre de Rosario en los años 2016 y 2018. En esta oportunidad agregamos una charla sobre la amistad dictada también en 2018 pero en el Centro Cultural Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires. Intentamos no «actualizarlas» en relación con el acontecimiento pandemia / cuarentena. Sin embargo son obvias las implicaciones posibles sobre los cinco temas tratados: lo contemporáneo, la muerte, la amistad, el poder y el tiempo. A veces hasta me aterran ciertas afirmaciones oraculares, pero claro, con el diario del lunes todo el mundo se relee a sí mismo como profeta de la nada. Los textos están pulidos, corregidos, aumentados, tergiversados y manipulados. En algunos casos ni siquiera ya es la misma clase dictada. Pero no importa. Hace rato que apuesto siempre más a la lectura que a las condiciones de producción de un texto. Y al igual que en el primer tomo, cabe recordar que hay una decisión editorial de que el texto permanezca en su estilo coloquial y pedagógico. El libro es un festival de clases. Cada clase es una fiesta. Y en toda fiesta atravesamos muchos estados muy disimiles: disfrute, euforia, baile, formalidad, embriaguez, soledad, angustia, introspección, pero sobre todo: encuentro con el otro.
Mis agradecimientos a la editorial, a mi editor Martín Sivak y a la lectura de Gabriela Esquivada.
CLASE 1. LO CONTEMPORÁNEO
Bienvenidos a este curso que hemos llamado Filosofía de lo contemporáneo . Estamos muy felices de saber que la mayoría de nuestras clases que venimos dando hace años en la Facultad Libre de Rosario circulan por todas partes del mundo a través de YouTube. Nos han escrito de lugares reconocidos y de otros insólitos, como Mongolia, por ejemplo (alguien que habla español, obvio). Son muchas las personas que se comunicaron con nosotros por las redes desde lugares mal llamados exóticos, pero muy alejados de aquí, que encuentran en estas clases un espacio para aferrarse a algo propio, sobre todo aquellos que tienen como lengua materna el español.
¡Qué cosa esto de que la primera patria sea la lengua! Como decía Hannah Arendt, «puedo dejar todo menos la lengua». De alguna manera uno lleva su lengua por todos lados, y por eso lleva también su forma de pensar.
Lo novedoso, lo contemporáneo, es que hoy la tecnología permite estar en contacto constante con esta familiaridad originaria. Y no es casual que en este curso haya una clase sobre la tecnología. No es casual que en un curso de filosofía de lo contemporáneo se hable de la tecnología.
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