Myriam García Rodríguez - Filosofía para tiempos heroicos

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Editorial Mirahadas, 2022

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Producción del ePub: booqlab

Primera edición: febrero, 2022

ISBN: 978-84-19106-83-4

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«A mis sobrinos Dante y Camila,
que me enseñaron a jugar».

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; era la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación».

Charles Dickens, Historia de dos ciudades.

V ivimos tiempos convulsos. La pandemia mundial que nos asola desde hace más de un año ha trastocado nuestra vida hasta límites casi insospechados y nos ha dejado sumidos en un horizonte de incertidumbre. Todavía hoy, en muchos lugares del mundo, se impone el confinamiento, el teletrabajo y la teleasistencia a las aulas. La pandemia ha roto nuestra cotidianidad y rutinas diarias. Mientras tanto, los medios de comunicación nos bombardean con todo tipo de expertos, periodistas, famosos y otras iluminarias que nos envían mensajes contradictorios acerca de lo que debemos creer o hacer. Nos toca estar a la altura de las circunstancias, y para eso nada mejor que la filosofía.

Con más de 2000 años de experiencia a sus espaldas, la filosofía siempre ha estado comprometida con la tarea de comprender y ayudar a resolver los principales desafíos a los que se enfrenta la sociedad de su tiempo. Nos brinda las herramientas necesarias para aprender a pensar, sentir y actuar desde los interrogantes más profundos del ser humano hasta los problemas más inmediatos de la vida cotidiana. Por eso decía Hegel que «la filosofía es hija de su tiempo».

Desafortunadamente, la crisis actual no es la primera ni será la última. Como nos recuerda Charles Dickens en su Historia de dos ciudades, siempre ha habido y siempre habrá tiempos de angustia y contradicción. Tiempos que exigen valor, templanza y fortaleza ante la adversidad. Tiempos que reclaman acciones heroicas. En definitiva, tiempos heroicos.

Quizá para muchos de vosotros esta sea la primera vez que os enfrentáis a una crisis así. A muchos otros ya nos ha tocado ser testigos de situaciones límite que han marcado un antes y un después en nuestra vida. Pero no te preocupes, no importa la edad que tengas. Este libro es para todas las personas que quieran averiguar en qué consiste realmente eso que la gente llama «tomarse la vida con filosofía».

Una de las expresiones populares con la que más solemos asociar la filosofía es aquella que nos invita a tomarnos la vida, pues eso, con filosofía. Quien más o quien menos ha pronunciado esta frase o la ha oído decir a alguien quien, viendo que no puede cambiar su destino, acepta con serenidad los avatares de la vida: las cosas son como son y no vale la pena desesperarse ante lo inevitable. Mejor «tomarse las cosas con filosofía».

Después de todo, la finalidad de la filosofía ha sido, desde su origen, la búsqueda de una vida buena, una vida digna de ser vivida. Y ello pasa necesariamente por ser feliz. Una felicidad que no se compra, sino que se construye día a día con las decisiones que tomamos. Como nos enseñó el filósofo griego Aristóteles, la felicidad no consiste en el consumo masivo de productos rápidamente desechables o experiencias pasajeras que dejan tras de sí una mayor sensación de vacío y desasosiego, sino en llegar a ser personas equilibradas, capaces de comprender y controlar nuestras emociones. Y el único medio para lograrlo es aprender a pensar.

Eso significa que tomarse la vida con filosofía es mucho más que vivir bien, con tranquilidad y sin sufrimiento. Como escribió Victoria Camps: «el papel de la filosofía y de los filósofos en la sociedad de hoy es ayudar a hacer preguntas, plantear correctamente los problemas, dar razones de las decisiones que hay que tomar. En pocas palabras, ayudar a pensar». Si algo nos ha enseñado la reciente situación de alarma sanitaria es que las respuestas de la ciencia y la tecnología no son suficientes y nos han dejado sumidos la mayor parte de las veces en una desconocida preocupación permanente sin grandes escenarios de seguridad a la vista. Cuando esto ocurre, ante el alarmante estallido de acontecimientos que no podemos controlar, volvemos la mirada hacia la filosofía en busca de una reflexión que transita por caminos muy diferentes a las frases motivadoras de estilo naive y a los pronósticos apocalípticos de las teorías de la conspiración.

¿Por qué? ¿Qué puede aportar la filosofía en una época de incertidumbre como la que estamos atravesando? Lejos de la inmediatez de los titulares, la filosofía es, ante todo, un arsenal de conceptos y argumentos para las personas que buscamos razonar, interpretar y explicar lo que sucede en el contexto que nos rodea, nos interesa y nos preocupa. No pretende imponernos valores y máximas, sino facilitar las herramientas necesarias para aprender a pensar por nosotros mismos y encontrar razones mejores y más sólidas para creer en aquellas cosas en las que, después de una cuidadosa reflexión, hemos elegido creer. De hecho, la filosofía nace como un tipo especial de reflexión que denuncia los peligros del adoctrinamiento y promueve el librepensamiento, algo que hemos estado descuidando de manera peligrosa. Platón fue el primero con su alegoría de la caverna. Pero Kant nos dejó el lema: «¡Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento!», o lo que es lo mismo, piensa por ti mismo, no dejes que otros piensen por ti. Kant utiliza incluso la metáfora de los grilletes para remitirnos a los personajes encadenados en la caverna, tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras que de ningún modo desean abrirse paso hacia la luz. La pereza y la cobardía son las causas de que permanezcan prisioneros en el interior de la caverna. Una interpretación con absoluta vigencia. La mayoría de las personas no es crítica con la información que recibe y prefiere creer las mentiras consoladoras que acuden a las emociones más primarias para fundamentar en ellas una verdad que no es tal, pero en la que queremos creer. Las fake news hacen su agosto mientras elegimos libremente vivir eternamente hipnotizados.

Tomarse la vida con filosofía significa liberarse de las cadenas que nos dominan, el miedo, la pereza, la comodidad, para atrevernos a pensar por nosotros mismos y descubrir nuestra propia orientación ante el mundo. Para ello, nada mejor que alentarnos a desarrollar nuestras habilidades de pensamiento. Pensar es una actividad natural, común a todos los seres humanos, pero también es posible considerarla como una habilidad. Es decir, como algo que se puede mejorar. Del mismo modo que ocurre con las habilidades físicas, como la agilidad o el buen oído. La práctica y el ejercicio constante pueden jugar un papel fundamental en la mejora de nuestras habilidades de pensamiento. Cualquiera puede desarrollar dichas habilidades. Ahora bien, aprender a pensar mejor no es solo una tarea intelectual, sino también una tarea moral. Uno puede razonar de forma impecable desde el punto de vista lógico y manifestar, sin embargo, un comportamiento moralmente reprobable. Por ello es necesario potenciar tanto las habilidades de pensamiento como las actitudes ético-estéticas, imprescindibles para impedir que prosperen individuos informados e inteligentes, pero indiferentes y crueles. Los seres humanos necesitamos, además de los saberes teóricos, una orientación para la vida, una brújula que nos ayude a encontrar el norte en la travesía de nuestra existencia, una tarea de la que se ha ocupado tradicionalmente la ética.