Monografías
JUAN MILIÁN QUEROL
EL ACUERDO
DEL SENY
Superar
el nacionalismo
desde
la libertad
© 2014 Juan Milián Querol
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ISBN (página libro): 978-84-7209-646-2
Ilustración de la cubierta por Pablo Jiménez Recio
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A los nacionalistas de todos los partidos
índice
introducción
El futuro de las sociedades se tuerce cuando estas empiezan a creerse promesas políticas incumplibles, lo que implica que tenemos un problema. Un gran problema catalán, que es un problema español y también europeo. Un problema que va más allá de la crisis económica y que no se resolverá solo con un nuevo sistema de financiación autonómico o la recuperación económica, ni tan siquiera con reformas constitucionales. El problema es institucional, pero también lo es de actitudes y valores. Es un problema de instituciones que fomentan la centrifugación y la desunión. Es la ausencia de un relato de finalidades morales compartidas. De comunicación, también. De información asimétrica. Es un problema de difícil solución por la emotividad que lo envuelve. Sin embargo, el futuro no está escrito. Está en nuestras manos superar este problema, construyendo puentes donde algunos quieren levantar muros.
La escalada nacionalista en Cataluña tiene que ver un poco con el nacionalismo esencialista, que sigue re presentando a una proporción de catalanes similar a la de hace dos décadas, y mucho con el populismo que recorre gran parte de Europa alimentado por la crisis económica y que aboga por la insolidaridad y la fractura. Hoy el nacionalismo ha traicionado el espíritu de aquel catalanismo que apostaba por la regeneración. Arrastrado por la tentación nacional-populista, su nuevo discurso es el de la inevitabilidad rupturista y el del enfrentamiento bajo eslóganes tan simplones como el de la «España subsidiada vive a costa de la Cataluña productiva». La vieja dialéctica amigo-enemigo resur ge peligrosamente en una sociedad desesperada tras seis años de crisis, paro y empobrecimiento. La clase media catalana se balancea hacia posiciones de no retorno aparente al ver que los que eran representantes del nacionalismo moderado ahora visten de corbata al separatismo otrora marginal. Sí, quizás solo sea una coyuntura, pero para lograr una fractura social basta con una coyuntura.
Recuperar el diálogo se hace imprescindible y para ello es necesario tener claro un proyecto sugestivo de vida en común, una manera orteguiana de entender la nación, ya que es imposible dialogar sin una visión de lo que se quiere alcanzar o proponer. Argumentar a favor de seguir juntos no significa abrir la puerta a la separa ción, sino recuperar la confianza perdida. Señalar los costes de la separación puede fortalecer la creencia en su viabilidad, pero este no es el problema, porque hoy una importante parte de catalanes, la deseen o no, ya no ven la independencia como una posibilidad, sino como algo inevitable. Sinceramente, creo que nunca sufriremos ese desgarro afectivo, social, cultural, económico y político. La separación se me hace imposible, pero los costes de la actual tensión no se pueden sostener. Los sueños de unos se están convirtiendo en la peor pesadilla de otros, mientras se conforma un escenario futuro en el que la frustración generada por las actuales expectativas puede ser de una brutalidad tal que en lugar de llevarnos a una fatiga nacionalista a la quebequesa acabemos convertidos en una sociedad rota como ha sido la vasca.
España debe volver a vertebrarse en Cataluña, así como Cataluña debería también vertebrarse en el resto de España. Muchos catalanes nos hemos sentido desamparados durante demasiado tiempo por culpa del enorme error de quienes confunden, aquí y allá, catalanes con nacionalistas. El nacionalismo puede sumar un millón y medio de voluntades. Quizás algo más. Pero en Cataluña somos siete millones y medio de catalanes y cualquier gobierno, catalán o español, debería pensar siempre por el bien común de todo ellos. Es hora de actuar con inteligencia estratégica y reprimir cualquier tentación de desahogo que alimente el victimismo y la radicalidad. Debemos, pues, construir un proyecto de futuro, sugestivo e integrador.
Si hay solución al problema, nunca será perfecta. Pretender un paraíso terrenal o una victoria final solo supondrá el fin de la sociedad abierta y plural en la que vivimos. El espíritu de la Transición española y el pactismo catalán son mejores consejeros que el utopismo o la resignación. Hablar, respetar y pactar. La confianza solo se conseguirá si empezamos a hablar con propiedad sobre lo que queremos ser y compartir. El populismo es especialista en pervertir palabras como democracia, libertad e identidad. A volver a definir algunos conceptos fundamentales para una sociedad occidental moderna y a desenmascarar los costes del nacionalismo para los catalanes dedicaré gran parte del libro; pero lo haré con una finalidad: la de presentar principios y propuestas que sean mi inevitablemente imperfecta aportación en la búsqueda de soluciones. Así, en el último bloque de este libro expondré lo que creó que son los tres ejes que pueden ayudarnos a salir de la situación actual. En primer lugar, un nuevo contractualismo, un pacto social que denomino el acuerdo del seny , para superar desconfianzas y esquivar los populismos. En segundo lugar, un deber político: una desdramatización de las tensiones actuales y un diálogo flexible y leal que nos conduzca a una unión más perfecta, a un autonomismo mejor. Y, finalmente, una tarea que nos concierne a todos: elaborar un proyecto sugestivo de vida en común, un relato de libertad, pluralismo y prosperidad.
Capítulo 1
LOS BENEFICIOS DE LA LIBERTAD
El valor de la política, la lucha por la libertad
La política, igual que Anteo en el mito griego, tiene el don de permanecer joven, fuerte y dinámica siempre y cuando mantenga los pies en el suelo de su madre, la Tierra. Dada nuestra condición humana, la política no nos permite ir en pos de un ideal absoluto, como predicó Platón con seductora determinación. La faz de la Tierra es enormemente variada y la condición humana nos hace seres inquietos, con ideales múltiples y distintos, obligados a planificar el futuro y disfrutar de los frutos del pasado. La política, por lo tanto, no puede ser una actividad «puramente práctica e inmediata», como afirman orgullosos quienes no son capaces de ver más allá de sus narices.
Bernard Crick
Atenas y Roma. Siempre los clásicos… seguidos de notas al pie de página hasta nuestros días. El retorno de la Antigüedad, diría Robert D. Kaplan. Lo sabía el republicano Maquiavelo, el primer gran politólogo: en política casi todo estaba en la Antigüedad. Sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio así lo atestiguan. Conviene mirar hacia los orígenes de nuestra civilización, el poso de una sabiduría milenaria, para obtener las mejores lecciones políticas aplicables a nuestros días. Quinto Tulio Cicerón, además de hermano del inmortal Marco Tulio, fue uno de los primeros spin doctors de la Historia. Cuando el gran orador pretendía presentarse al cargo de cónsul de la República romana, Quinto le escribió una magnífica carta que pocos asesores políticos podrían hoy superar. Esa carta contenía el mejor consejo que se le puede dar a un político: «Considera qué ciudad es esta, a qué aspiras, quién eres» ( Cicerón , p. 20). Esta es la clave de la estrategia política. Saber de dónde venimos, conocer el terreno que vamos a andar, con todos sus obstáculos, y definir nuestro horizonte. Tener un proyecto y saber cómo llevarlo a cabo. El consejo debe ser gravado a fuego en la mente del político que, más allá de ostentar la potestas , siempre temporal en democracia, pretenda servir a su país contribuyendo al bien común. En las democracias actuales, la política del ordeno y mando es inaceptable. Solo desde la negociación, la persuasión y el ejemplo se consigue andar con un paso más o menos firme hacia unos ideales, hacia una sociedad mejor. Así, la auctoritas , la legitimidad moral que otorgan los ciudadanos a sus políticos, se alza como la fuerza de cambio más potente, incluso superior a la actividad legislativa o ejecutiva. De aquí la magnitud del drama que significa la desafección política. Sin confianza no hay cambio real. La regeneración pasa por la recuperación de la credibilidad. La credibilidad pasa por la coherencia. Y no hay coherencia sin estrategia, sin una hoja de ruta que culmine en una idea clara del país que se quiere y de lo que es el bien común.
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