Introducción
Inspirado como me siento por una profunda convicción, fruto de una larga línea de elucidaciones y deducciones experimentales que apuntan a la conclusión de que, si un hombre desea con toda seriedad y sinceridad, lejos de la mera curiosidad, obtener el conocimiento del camino que conduce al Verdadero Ser, y, si con este fin, reúne todos los requisitos necesarios y comienza, entre otras cosas, a ayudar de manera indirecta y desde su primer paso, a la obtención de esto mediante otros, se convertirá, tan solo por este acto, en una especie de campo experimental para los datos reales que contribuyen a la manifestación del Dios objetivo y verdadero; y animado como me siento por la intención general de llegar finalmente, por medio de mis argumentos literarios y demostraciones públicas propuestas para el futuro próximo de elucidaciones experimentales, y la inculcación en la consciencia de mis contemporáneos de varios factores «psicoiniciativos», los cuales, según mi opinión y la de cualquier otro hombre capaz de una simple meditación imparcial, debería inevitablemente actuar como principios orientativos en la consciencia de todas las criaturas que presuntamente reciben el calificativo de «a imagen de Dios», en tales factores «iniciativos», ciertamente debería incluir el factor que induce a los hombres tanto a reacciones instintivas como, por medio de la reflexión, a llevar a buen término la obligación moral de ayudar a su prójimo. He decidido, en este momento, mediante la venta y la amplia extensión de los contenidos de esta primera serie de mis escritos, encaminados a encabezar la lista de mis publicaciones y dirigidos, por el cumplimiento de mi autoimposición originaria, a iniciar la formación del anteriormente mencionado factor «psíquico» en la consciencia del hombre para la vida común de las personas.
Así pues, como tengo la intención, por un lado, de ofrecer a una multitud de criaturas de Nuestro Padre Común, que actúan a su semejanza, pero cuyos medios, por alguna u otra razón, se encuentran limitados, la posibilidad de adquirir este mi primer folleto sin ningún cargo por su parte, y, por otro lado, cuento con ciertos planes definidos para emprender la próxima publicación de mis escritos, he decidido, deliberadamente, no fijar ningún precio concreto por este folleto, dejando a la voluntad del comprador el pago de 8 a 108 francos franceses.
Del mismo modo, sin adentrarme en las discusiones contemporáneas usuales acerca de la vida, solicitaré expresamente a todos aquellos que adquieran este primer folleto que respondan tres cuestiones, que les planteará el vendedor para permitirle rellenar las correspondientes secciones del «Formulario de Inscripción» que se adjunta en este folleto.
EL AUTOR.
Hoja de Registro
Esta es la reproducción aproximada del mencionado formulario que el autor incluía en su obra original:
Anexo a El Mensajero del Bien Venidero N.º 00 001
1. Nombre del Comprador……………………………………………………………………………………….
2. Dirección……………………………………………………………………………………………………………
3. Porqué compró usted este libro ¿se lo recomendaron? …………………………………………….
4. ¿Quién se lo recomendó? Nombre y Dirección…………………. ………………………………….
5. ¿Cuánto le costó? …………………………………………………………… ………………………………….
Firma
Mi primer consejo práctico
Aconsejo a todos los lectores que en algún momento hayan coincidido en el terreno de mis ideas, que pospongan la lectura de este primer llamamiento hasta que no hayan, una vez concentrados en su naturaleza así como en sus pensamientos y sentimientos, captado la esencia de la carta circular que se adjunta en este folleto, y, a su vez, hayan tenido buen conocimiento del «Formulario de Inscripción» anexo a esta última, y que será de vital importancia para adquirir los libros de mi primera serie de escritos.
G. I. GURDJIEFF.
Martes, 13 de septiembre de 1932.
Café de la Paix.
París.
Una enormemente original y, para mí, preocupantemente extraña coincidencia de numerosos factores, muy definidos y enteramente diferentes, que han aflorado de mi actividad y han estado afectando durante todo el día, no solo me obliga, sino que también me inspira para señalar este día con una renuncia a esperar un tiempo más propicio, y con la intención de comenzar, en esta misma jornada, una exposición del primero de los siete llamamientos que, entre otras cosas, decidí dirigir a la humanidad contemporánea en su totalidad durante mi periodo de actividad como escritor.
Comenzaré por explicar la particular naturaleza de esta extraña coincidencia.
Tras diez años de haber dado a conocer, noche y día, todo tipo de fragmentos de la cantidad general de información que pretendía que se publicara, como suele ocurrir, solo hoy he finalizado una compilación preliminar del material designado a este propósito.
En segundo lugar, tras haberme comprometido en el curso de los últimos tres años a completar, de modo paralelo a esta actividad, la primera serie de escritos que pretendía encabezaran la lista de mis publicaciones, he completado finalmente este trabajo, también en este preciso día.
En tercer y último lugar, hoy es el último día del término que me había asignado hace veintiún años, del término durante el cual, de acuerdo con el juramento especial que tomé, me obligué moralmente a llevar, en cierta manera, una vida artificial, modelada según un programa que había sido previamente planeado de acuerdo con ciertos principios definidos.
Antes de aventurarme a descubrir la propia substancia de mi primer llamamiento a la humanidad contemporánea, considero esencial, e incluso obligatorio para mí en todos los sentidos, exponer —aunque solo sea de modo aproximado— los motivos que me empujaron a asumir la completa carga de tal vida artificial.
Esta prolongada vida y, para mí, totalmente innatural, totalmente irreconciliable con los rasgos que se habían atrincherado en mi individualidad en mi edad de madurez, fue la consecuencia directa de mi decisión, fundada en los resultados de mi previo estudio de una serie completa de precedentes históricos con vistas, en primer lugar, a prevenir, mediante manifestaciones externas de mí mismo, en cierto grado innaturales, la formación, en relación a mí mismo, de aquel «algo» ya percibido en la antigüedad, tal como lo llamaba el gran Salomón, Rey de Judea, «Tzvarnoharno», que, como establecieron nuestros ancestros, se forma a sí mismo a partir de un proceso natural en la vida común de las personas como resultado de una conjunción de malas acciones de la llamada «gente común» y que conduce a la destrucción tanto de aquél que intenta conseguir algo en pro del bienestar humano en general, como de todo lo que ya ha alcanzado con este propósito.
En segundo lugar, en vistas a contrarrestar, en las personas con las que estuve en contacto, la manifestación de aquel rasgo inherente que, incrustado como se encuentra en la psique humana, que actúa como impedimento de la realización de mis objetivos, y que evoca a partir de ellos, cuando se confronta con otras personas más o menos prominentes, el funcionamiento del sentimiento de esclavitud, que paraliza totalmente su entera capacidad para manifestar la iniciativa personal de la cual estaba yo entonces particularmente necesitado.
Mi propósito en aquella época se centraba en la creación de condiciones que permitiesen la elucidación comprensiva de un aspecto complicado y difícilmente explicable acerca de la cuestión que, ya mucho antes del inicio de esta vida artificial, se encontraba inherente en mi ser, y la necesidad de cuya solución final ha resultado ser, ya sea por voluntad del destino o gracias a las inescrutables leyes de la herencia, el objetivo fundamental de mi vida y de la fuerza que motiva mi actividad.
Me siento obligado —en esta, digamos, definitiva afirmación como escritor, que, entre otras cosas, ha de servir como una especie de «prospecto» de la nueva fase de mi incesante actividad para el bienestar de mis prójimos— a ofrecer una breve descripción de la historia del nacimiento y el desarrollo de los acontecimientos y causas que fueron las responsables de la formación en mi individualidad de la lucha insaciable para solucionar esta cuestión, que se había convertido para mí, al fin y al cabo, en lo que hoy los psicólogos definirían como una «Manía irresistible».