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LENGUAJE INCLUSIVO
Algunas de las mentiras más toscas del feminismo actual están directamente relacionadas con la naturaleza del lenguaje. De hecho el lenguaje inclusivo también refleja las hipocresías y contradicciones que lo caracterizan.
Los ideólogos y activistas de este movimiento promueven el uso de un neolenguaje que diluya los géneros de las palabras. La idea básica es que el uso de un término de género masculino como «médicos» para referirse al colectivo de personas con titulación en medicina, independientemente de si son hembras o varones, les parece ofensivo, así que proponen referirse a este colectivo como «médicos y médicas».
Aparte de confundir el género de las palabras con el sexo de las personas, su propuesta genera una innecesaria verbosidad en el lenguaje, como podemos comprobar en el artículo 41 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela:
«Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad, podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal o Fiscala General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y aquellos contemplados en la ley orgánica de la Fuerza Armada Nacional.
Para ejercer los cargos de diputado o diputada a la Asamblea Nacional, Ministro o Ministra, Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley».
Encontraremos una verbosidad similar en el resto de artículos, con interminable menciones a «hijos o hijas», «padres o madres», «extranjeros o extranjeras», «ciudadanos y ciudadanas», «funcionarios y funcionarias», «abogado o abogada», «juez o jueza», etcétera. La lectura de la Constitución entera podría considerarse una suerte de evolución de aquellas torturas mentales que los republicanos utilizaba en las checas de la Guerra Civil Española para conducir a los reos al delirio.
Este intento de neutralizar los géneros utilizando la combinación de masculino y femenino ha llevado a que ciertas diputadas y ministras españolas inventen palabras absurdas como «miembras», «frailas», «jóvenas», o «portavozas» para construir expresiones hilarantes tales como «jóvenes y jóvenas», «miembros y miembras», «portavoces y portavozas» o «Yo he sido cocinera antes que fraila».
Esta confusión entre género y sexo conlleva dilemas técnicos acerca de cuando usar un término u otro. Por ejemplo, ¿deberíamos usar el término «miembros» para referirnos a los brazos de una persona y «miembras» para referirnos a las piernas, aun cuando las extremidades del cuerpo no tienen sexo?
El lenguaje inclusivo no solo introduce dificultades de índole académica, sino que ya ha generado problemas prácticos que no existían antes. Así ha sucedido con una empresa que decidió no pagar a sus trabajadoras porque el convenio laboral que habían firmado decía «trabajadores», en vez de «trabajadores y trabajadoras».
La insistencia moderna en afirmar que el masculino genérico invisibiliza a la mujer ha traído esta lamentable consecuencia económica para todas las trabajadoras de dicha empresa.
Algunas feministas modernas van un paso más allá y fomentan la eliminación de los géneros mediante palabras supuestamente neutras que ellas han inventado. La genial idea consiste en reemplazar las «as» y las «os» con «es»; en vez del clásico «nosotros» o «nosotros y nosotras» ellas dicen «nosotres». Aparte de que no se nos consultó al resto de la población si queríamos usar otras vocales para formar los supuestos neutros, ¿«nosotris»? ¿«nosotrus»? la idea de usar la vocal «e» se antoja absurda en sí misma, puesto que muchas palabras de género masculino ya la incluyen como sucede con padre s, fraile s, o juece s; lo cual obligaría a estas terroristas del lenguaje a recurrir a los verbosos «padres y madres», «jueces y juezas», y al hilarante «frailes y frailas» en tales casos.
Pero la medalla de oro en las olimpiadas de lo absurdo se la llevan los miembros del partido Unidas Podemos por idear la palabra «matria». El término para describir la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado ya tiene género femenino, «la patria», y de hecho en todas las lenguas que conozco la tierra es femenina; pero a estos medallistas de lo absurdo les pareció que esta palabra derivada del Latín antiguo «patrius», a su vez derivada del «patres» significando «los antepasados», no era lo suficientemente femenina, por lo cual decidieron reemplazarla por ese sinsentido neomarxista de «la matria».
Sobre todo esto han opinado académicas, escritoras y mujeres destacadas del mundo de la cultura. Académicas como Soledad Puértolas o Carme Riera, escritoras como Carmen Posadas y Julia Navarro, o la exdirectora de la Biblioteca Nacional, Milagros del Corral, han sido muy críticas y lo han tildado de «despropósito», de «iniciativas grotescas» y de «hacer el ridículo». Milagros del Corral incluso ha recomendado a la diputada Irene Montero que vuelva «a Primaria para aprender al menos a hablar y a escribir correctamente».
Lo que realmente nos interesa del lenguaje inclusivo es que refleja claramente que el feminismo actual no busca la igualdad y por eso he dedicado el primer capítulo a este tema. Empecemos por analizar el propio término «feminismo», cuya etimología proviene del latín femina que significa «mujer» o «hembra». Nunca he escuchado a los feministas denunciar que los términos «feminismo» y «feminista» no tienen una connotación neutra y que, por tanto, deberían ser eliminados del vocabulario.
Alguien podría argumentar que al realizar una excepción con ese par de términos se enfatiza la lucha de las mujeres por la igualdad, pero es un argumento tramposo que no soporta un análisis más detallado de la verdadera naturaleza del lenguaje inclusivo. Consideremos el término «policía», el cual se usa para denotar a todo el colectivo sean mujeres o hombres. No conozco a ningún policía varón que se sienta ofendido por este término, pero lo más importante es que nunca he escuchado a una ministra o diputada feminista referirse a este colectivo como «policíos y policías», ni tampoco como «policíes». ¿Por qué inventar «fraila» y «miembra» pero no inventar «policío»? ¿Por qué han inventado «nosotres» y «todes» pero se han olvidado de inventar «policíes»?
Las mismas periodistas, diputadas, ministras e ideólogas que ingenian ridículas expresiones como «miembros y miembras», «jóvenes y jóvenas», o «portavoces y portavozas» no han desarrollado expresiones similares tales como «policíos y policías», «taxistos y taxistas» o «dentistos y dentistas», jamás lo han hecho. Las mismas que inventan términos como «altas cargas» para referirse a mujeres que ocupan altos cargos ministeriales o «soldada» para una mujer soldado, nunca han propuesto «pianistos» para referirse a los hombres que tocan el piano ni «economisto» para un economista varón.