MIGUEL ALBERO (Madrid, 1967). Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y también diplomático. Ha sido jefe de servicio y de departamento, responsable de gabinete, cónsul, embajador y director de relaciones culturales y científicas, entre otros cargos. Debido a su trabajo ha residido tanto en Italia como en Senegal o Argentina.
Ha cultivado todos los géneros: novela, ensayo, poesía y relato. Su obra más conocida es la novela Principiantes.
En el campo del ensayo, al que pertenece Fake, ha publicado Enfermos del libro (2009), Instrucciones para fracasar mejor (2013), Godot sigue sin venir (2016), Roba este libro (2017) y Esto se acaba (2018).
Entre sus reconocimientos se encuentran el Premio Gil de Biedma de Poesía, el Vargas Llosa de Novela y el Málaga de Ensayo.
Título original: Fake: La invasión de lo falso
Miguel Albero, 2020
Diseño de cubierta: Diego Mir
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Vivimos tiempos donde lo falso se expande como una epidemia. No ha invadido solo el mundo de la información y la política (fake news) o de los objetos (marcas, productos, dinero, materiales, etc.). También se extiende a las personas (impostores, falsos titulados, falsas personalidades en internet, etc.). Lo falso ha existido siempre; su actual invasión en todos los ámbitos se debe, en parte, a las nuevas tecnologías, pero, sobre todo, a que si no nos gusta la realidad, ahora nos inventamos otra en lugar de intentar cambiarla.
Miguel Albero
Fake
La invasión de lo falso
ePub r1.0
Titivillus 01.07.2021
V ivimos tiempos donde el fake, lo falso, se expande como una mala enfermedad, como un rumor con chispa, como tus deudas. No son solo las fake news, las noticias falsas, ni los bolsos falsos de Prada que compras en el top manta, porque la expansión de tus deudas te impide adquirir el original, ni los falsos tickets de restaurante, con los que comes por la cara, antes de que te la partan en cuanto se enteren del camelo. Todo es falso, hasta en la carta de ese restaurante hay un falso risotto, que no contiene arroz; los museos que no visitas están llenos de obras falsas, las ciudades coloniales, donde tampoco vas de vacaciones, se han vuelto falsas; los cantantes son ahora falsos cantantes, hasta los intérpretes del lenguaje de signos son falsos. Porque, ya puestos a falsificar, una vez inoculado el mal, la expansión —que habrá que llamar metástasis, pues hablamos de una patología— no afecta únicamente a los objetos, también se extiende generosa a las personas, y el mundo se ha llenado de pronto de impostores: falsos Rockefellers, muy falsos príncipes saudíes, doctores falsos; son falsas hasta las promesas con las que te engañan a cada rato.
Tan es así, que la literatura, hasta hace dos días el territorio natural de la ficción, se consagra ahora terca a la verdad y por eso se habla de la literatura del yo, porque para ficción hoy ya está la vida misma, ahora leemos en la prensa, y sobre todo en las redes, noticias falsas todo el tiempo, y buscamos ansiosos la verdad en la literatura, donde, si no cuentas algo cierto ya a nadie le interesa, no te inventes milongas que ya me desayuno con ellas cada día, no me hables de dragones si me acuesto todas las noches con uno.
Pero aunque esa metástasis nos lleve a pensar que estamos ante algo nuevo, lo falso es tan antiguo como el hombre y en algunos casos se encuentra ya en la propia naturaleza; si agarras esa hoja del árbol y resulta no ser una hoja sino un insecto repugnante, que con esa forma se disfraza el muy artero, es que la cosa viene de lejos, será que esto de lo falso no es un invento de nuestros días. Luego hablamos de algo, lo falso, que nos ha acompañado siempre, ha formado parte del hombre desde que es hombre, o incluso antes y, por tanto, lo precede, nos precede, pero que con el tiempo ha ido ocupando invasor esferas donde antes no estaba, colándose donde nadie lo había invitado. Por eso, para tratar de entenderlo, a lo largo de este libro intentaremos analizar lo falso en todas sus vertientes, empezando por definir qué es, qué entendemos por falso y por falsificación. Continuaremos, una vez acotado nuestro campo de estudio, analizando esta sociedad nuestra donde lo falso ha triunfado, para desmenuzar esas manifestaciones nuevas de lo falso que pueblan, entrometidas, nuestras vidas, para tratar de averiguar por qué se ha acelerado esa metástasis hasta el punto de borrar las lindes entre lo falso y lo real.
Más tarde, si el lector nos acompaña, nos adentraremos curiosos en el proceloso mundo de falsificadores e impostores, para allí comprobar —con una mezcla precisa de espanto y delectación—, por si no nos habíamos dado cuenta, que los hay de todo pelaje y condición; raro es el día en que no nos topamos con uno, si es que eso no sucede cuando nos miramos cada mañana en el espejo. Entraremos pues con curiosidad malsana en todos los campos: el de los impostores, el de la falsificación de moneda o la comercial, el más grave de la falsificación de la historia, o el más simpático de la falsificación artística; en efecto, con la curiosidad de quien hurga en lo ajeno con el objetivo de descubrir sus mecanismos —si es posible, sus razones—, tratar de entender su proceder.
Pero no se me asusten, en este libro intentaremos mantener la premisa de decir la verdad, aunque eso es cuanto afirma solemne todo mentiroso antes de empezar a contar mentiras. Eso hace, por cierto, el protagonista de El mentiroso de Goldoni, una obra de 1750, cuyo arranque es este: «Desde que tengo uso de razón, no hay persona que pueda reprocharme la menor mentira». Y a partir de ahí, después de esa explicatio non petita, y como no podría ser de otra forma, todo es mentira. Tampoco incurriremos en el aserto contrario: «Todo cuanto sigue es falso»; así empieza el libro de Roger Peyrefitte sobre Fernand Legros, uno de los personajes clave en el mundo de la falsificación de arte. Así que no se confundan, no valdrá ese aserto para este libro, porque cuanto sigue, si no es la verdad absoluta —pues esa ya no la venden ni en las tiendas con púlpito—, desde luego no es lo falso sobre lo falso, que aquí no hay voluntad de engaño y ya veremos cómo eso, la intención de engañar, es elemento clave de toda falsificación, condición sine qua non para que se produzca.
Tampoco es esto un falso ensayo, donde, en medio del mismo y sin previo aviso aparece inoportuna la ficción y, de pronto, surgen personajes fabulosos sacados de la chistera, o peor, aparezco yo para contarles cómo afecta lo falso a mi muy insignificante persona. No, esto es, o al menos pretende ser, un ensayo de verdad, un intento, pues, una aproximación a un mundo fascinante, ubicado a nuestro pesar delante de nuestras narices, no en lugares remotos y ajenos, no en los anaqueles de la historia, sino en tu día a día, en tu cotidianidad más mañanera.
Pasen y lean, espero que al final del viaje sepan algo más de este mundo falso que nos rodea, que les rodea.
A ntes de adentrarnos en el fascinante mundo de los falsificadores, debemos tratar de definir qué entendemos por falso y por falsificación, es decir, acotar sin engaño el ámbito de nuestro estudio. Porque si vamos a recorrer el mundo de lo falso y lo falsificado, debemos dejar claro su sentido, de una manera genérica aplicable a todos los ámbitos de la vida.