Introducción
Sobre la construcción de mapas
para el encuentro amoroso
¿Cómo es que, en la búsqueda del encuentro amoroso, vamos a parar a sensaciones, sentimientos y estados tan alejados del destino deseado? ¿Cómo nos extraviamos de ese modo en el camino? ¿Cuál es el proceso por el cual una vez que logramos estar con alguien, después de haber perseguido empeñosamente tal objetivo, lo que más deseamos es alejarnos de esa persona? ¿Qué misterioso procedimiento convierte al ser más anhelado en el más detestado? ¿De qué modo una pareja que se jura amor eterno pasa a profesarse odio infinito?
¿Cómo, en fin, el sueño de vivir con alguien se transforma en la pesadilla de estar a su lado?
Hace muchos años que estas preguntas me preocupan y me inquietan. Han llegado a mí desde mis propias experiencias personales, desde las vivencias de seres cercanos y queridos y desde el trabajo profesional como orientador de hombres, de mujeres, de parejas. Buscar las respuestas no me parece un tema menor.
Todo es efímero, en definitiva. Lo son los gobiernos, los imperios, los ministros, los programas económicos, los países (sí, también los países), los descubrimientos científicos y tecnológicos (aun los más deslumbrantes, los que nos hacen creer émulos de Dios). Sin embargo, desde que somos humanos, la búsqueda del encuentro y la complementación amorosa es lo único permanente. Aunque existan diferentes maneras de medir el éxito (hay quienes lo hacen desde lo económico, otros desde lo intelectual, otros lo confunden con la fama), me atrevo a preguntar si la verdad esencial del éxito no consiste en haber experimentado el amor en la vida.
Si fuera así, sería preciso recordar que el amor no es una energía abstracta, no prescinde de quienes lo portan, lo alimentan, lo ejercen, lo comparten, lo plasman. El amor no es parte de la Naturaleza, no preexiste en ella: es una creación de quienes aman. Y necesita de una célula básica, en cuyo núcleo hay alguien que ama y alguien que es amado. Alguien que retribuye el amor que recibe. Dos que se aman. A partir de ahí, puede ramificarse de muchas e impredecibles maneras. Pero es en esa piedra fundacional donde se asienta y desde donde se expande una atmósfera, un medio ambiente amoroso.
Hablar de amor es hablar del otro. Hablar del otro es hablar de mí: Yo y Tú son conceptos que sólo existen enlazados y referenciados el uno con el otro. El filósofo Martin Buber dice que “el instante realmente presente y pleno sólo existe si hay presencia, encuentro y relación”. Y agrega: “ Me realizo al contacto del Tú; al volverme Yo, digo Tú. Toda vida verdadera es encuentro”.
Se me ocurre, entonces, que las preguntas que me inquietan tienen una respuesta común: el desencuentro amoroso que aparece tan presente hoy en las relaciones afectivas, tiene su origen en una precaria percepción del Otro, del Tú. Y eso, a su vez, nace en una conciencia limitada del mundo interior, del Yo. Cuanto menos me conozco, menos te conozco. Cuanto menos te conoces, menos me conoces. ¿Qué amor podremos construir desde esta ignorancia? El amor es conocimiento.
Hace un tiempo que dedico mis esfuerzos a comprender, a conocer y buscar modos de desarrollar los instrumentos que pueden ayudar a mejorar y profundizar ese conocimiento. Creo que nos merecemos más conocimiento, más respeto, más amor. Este libro es un testimonio del estado actual de mi exploración. He querido compartir su contenido porque me consta que los instrumentos y modelos que aquí propongo son comprensibles, son accesibles y que, sobre todo, son operativos. Mi intención fue producir un texto que encerrara reflexiones, que propusiera una indagación emocional y espiritual y que, desde su lectura, impulsara una experiencia vivencial.
Desde que escribo, lo hago convencido de que cada texto, cada libro, es un holograma de su autor. Los textos se hacen de las propias experiencias y emociones, de las preguntas que el autor se formula, de las respuestas que encuentra (o que no), de sus alegrías y decepciones, de sus broncas y de sus esperanzas, de su dolor y de su amor. Antes de llegar a escribir Vivir de a dos recorrí un camino que pasó por todas y cada una de esas estaciones. Es el camino de mi aprendizaje, de mi formación personal, intelectual y amorosa. Lo que vas a leer no es el mapa de una utopía, sino el de un camino recorrido. Ojalá te pueda resultar útil como referencia en tu función de cartógrafo, o cartógrafa, de tu propio itinerario afectivo. Porque de lo que se trata en estos viajes es de llegar al lugar deseado: ése en donde un Yo y un Tú se encuentran y se dan razón y sentido.
Somos parte y somos todo
Vivir con otra persona es muy difícil.
Vivir solo es imposible.
Una contradicción compleja y desconcertante atrapa a un gran número de mujeres y varones. Muchos de ellos están en pareja. Muchos no. Muchos viven con hijos, algunos con familiares. Otros viven solos. Una gran cantidad está disconforme con sus vínculos afectivos, aspira a otro tipo de vida sentimental, reniega de su pareja o padece por falta de ella.