LIBROS. CÓMO APROVECHARLOS AL MÁXIMO
JAMES HOSMER PENNIMAN
JPM Ediciones
Colección: Papyros, 3
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Título original: Making the Most of Books (1911)
© De la traducción: Antonio Rodríguez Pastor, 2018
© De esta edición: JPM Ediciones, 2018
Ilustración de la cubierta: Interior de una biblioteca con doncella leyendo, Edouard John Menta, 1858
ISBN: 978-84-15499-56-5
Edición digital
Louis Hasselbush (1924)
Probablemente no hay tema en el que se hayan dado más consejos que en aquél de los libros y la lectura, pero hay pocos en los que el consejo sea más necesario, pues incluso alguien tan sabio como Goethe dijo: «He estado quince años intentando aprender cómo leer, y aún no lo he conseguido»
1. EL MILAGRO DE LOS LIBROS
Un libro es un milagro forjado por medios humanos. Qué hay más maravilloso que el pensamiento de que toda una vida debería hacerse visible y concentrarse para que pueda ser llevada en el bolsillo; que líneas negras y puntos sobre una página blanca podrían formar en nuestras mentes las más maravillosas imágenes. Más extraordinario que el telégrafo o el teléfono, un libro no solo aniquila el espacio sino también el tiempo, y transporta la voz de David u Homero a través de los mares de los años.
El milagro de la vasija de la viuda encuentra su realización literal en un libro. Podemos tomar todo lo que queramos de él pero queda tanto para otros con la única limitación de que obtiene más de los libros quien tiene mayor conocimiento; porque al que tiene, le será dado.
Ninguna otra propiedad es tan peculiarmente nuestra como nuestras posesiones intelectuales. Siempre están con nosotros; ningún revés de la fortuna puede privarnos de ellas. Si compartimos nuestro conocimiento con otros seguimos teniéndolo y, tal vez, en una forma más ordenada y útil como resultado del contacto con una mente diferente, y la creencia en la inmortalidad del alma nos asegura que nuestras adquisiciones mentales son llevadas con nosotros más allá de la tumba. La educación y la cultura tendrían poco valor si se terminaran al expirar unos pocos años de vida. Los libros son la única obra del hombre que puede ser considerada omnisciente. Son la memoria almacenada de la especie. Así como toda la experiencia de la vida se desvanecería sin memoria, todo el conocimiento exacto de la humanidad se evaporaría sin libros y en nada más debemos depender que en la tradición.
Sin libros no sabríamos nada de las obras de mentes inmensas como las de Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare o Milton. Sin ellos, César, Napoleón o Washington serían tradiciones. Solo podemos obtener una idea imperfecta de la historia de nuestro país si no fuera por los libros. Solo los libros hacen posible los libros, y nada es más raro que un libro cuyos contenidos no dependen de otros libros.
Los libros petrifican y estereotipan la lengua de modo que mientras la palabra hablada es volátil y modificable encontramos en los libros las mismas palabras con las que nos deleitamos hace años. Podemos hacer que pasen por nuestras mentes los mismos pensamientos y en la misma lengua que interesó al Dr. Johnson o a Milton; podemos incluso seguir los procesos mentales de Platón o Aristóteles, y ver lo que ellos disfrutaron y fijarse en lo que ellos pensaron.
Los libros intensifican el pensamiento; un libro es mejor que una conversación en el sentido de que puede ser rumiado, revisado, extendido, pulido y continuado de vez en cuando, pero no puede responder preguntas excepto aquellas anticipadas por su autor. Un escritor pondrá en un libro pensamientos que no expresaría o podría expresar en una conversación a través de sus libros tal vez podamos conocer íntimamente a un hombre que fue conocido solo superficialmente por sus contemporáneos más familiares.
Los libros no solo nos familiarizan con los pensamientos de los grandes hombres del pasado, sino que también nos permiten hacer permanentes nuestros propios pensamientos, de modo que si nuestras ideas son dignas de ser perpetuadas aquellos que vivan dentro de unos siglos tal vez puedan familiarizarse con nuestras mentes como lo estamos nosotros con las de Milton o Dante. Un libro posibilita al pensamiento de un hombre alcanzar a todos los otros hombres inquisitivos de años venideros. Hombres cuyo mundo no era digno han obtenido reconocimiento tardío a través de sus libros; hombres cuyas mentes estaban muy adelantadas a su tiempo han legado sus pensamientos en libros que al fin han encontrado lectores agradecidos.
La imprenta ha multiplicado enormemente nuestros medios de dar difusión a nuestras ideas, pero el pensamiento no es más poderoso ahora que en tiempos de Platón o Aristóteles. Hombres como éstos escribieron libros antes de la era de Cristo que todavía son consultados en los temas que trataron. Muchos de los problemas de la vida y la muerte son tan misteriosos para nosotros como lo fueron para ellos.
Mejor que cualquier reliquia, los libros de una nación muestran lo que ésta fue realmente. La Edad de las Tinieblas es llamada así porque pocos libros fueron escritos en ella, y África es el continente negro porque no posee literatura.
Ninguna otra obra ha hecho tanto por espiritualizar a la raza humana como los libros. El Laocoonte no es una creación tan inspiradora como lo es la Ilíada.; la Catedral de Colonia no es tan civilizadora como La Divina Comedia de Dante; y se ha dicho que la obra de Goethe ha hecho avanzar más el progreso de la humanidad que todas las conquistas de Napoleón. Los libros tienen más alma que cualquier otra obra de la humanidad. Una casa sin libros es tan oscura como una casa sin ventanas.
La literatura es la más duradera de todas las obras de las Bellas Artes. Ningún pintor, escultor o arquitecto ha erigido un monumento tan permanente como lo han hecho los poetas. Las estatuas pueden romperse, los cuadros pueden desteñirse o ser consumidos por el fuego; incluso las pirámides tal vez se derrumben, pero el pensamiento contenido en grandes libros como la Ilíada y la Eneida se encuentra más cercanos a la inmortalidad que el mármol o el bronce. La Oda de conmemoración de Lowell conforma un monumento más duradero a los héroes muertos de Harvard que el Memorial Hall. Ha habido acciones tan magníficas comparables a la carga de la Brigada Ligera, pero son solo aquellas que han sido cantadas por los grandes poetas las que verdaderamente permanecen inmortales en nuestra memoria.
Pues los hechos mueren en verdad, por muy nobles que sean
y los mismos pensamientos declinan
pero las palabras sabias, medidas en números para durar
registradas por las Musas duran para siempre.
Entre las obras más duraderas de los hombres se encuentran los mosaicos; no se rompen fácilmente, sus colores no se apagan y su contorno no se desdibuja con el tiempo. En el museo del Capitolio en Roma se encuentra el famoso mosaico de las palomas de Plinio, convertido en familiar tras tantas copias: tres o cuatro palomas posadas en el ancho borde de una copa, tan absolutamente perfectas en color y forma como cuando Plinio las vio hace dos mil años. Con todo, estas diminutas piezas de piedra unidas con cemento no son tan permanentes como los poemas de Homero, que tienen el mismo interés humano hoy que el que tenían cuando Alejandro las leía en los intervalos de su persecución a los persas.